miércoles, 9 de marzo de 2016

La inflación, otro dolor de cabeza para el equipo económico del gobierno Santos

En medio de la crisis económica mundial, originada en las naciones más poderosas del mundo, la inflación aparece como uno de los fenómenos más previsibles, pero también más  difíciles de controlar, como se está evidenciando en Colombia.

Se entiende por inflación cuando el dinero pierde poder adquisitivo, o en otras palabras, cuando progresivamente comienza a subir el costo de vida, representado en el aumento de los precios de bienes y servicios presentes en la economía del país. Puede ser Inflación por demanda, cuando la demanda de bienes y servicios de  la economía es mayor a su oferta; es decir, cuando la capacidad productiva (oferta de bienes) no puede aumentar al mismo ritmo que la demanda de bienes. Hay Inflación de costos cuando el precio final de bienes y servicios está íntimamente relacionado con los costos de producción, es decir, un aumento en los costos generará un aumento del precio final de los productos.

Generalmente una de las dos variables de inflación se presenta predominantemente en una economía, pero lo que viene ocurriendo en Colombia es una combinación de ambas. En el país hay inflación por demanda a causa de la presencia del fenómeno climatológico del Niño, que ha afectado la oferta de muchos productos agrícolas[1]. Hay también inflación por costos, debido a que ante el declive de los  precios internacionales del petróleo (que afecta directamente los ingresos por exportaciones), se presenta una subida estrepitosa del dólar, que encarece los bienes y materias primas importados, así como los insumos agrícolas (fertilizantes y demás), lo cual incide, desde otro lado, en los precios de los alimentos.

Así las cosas, la inflación -que tradicionalmente no había sido preocupación para los últimos gobiernos- se convirtió desde 2015 nuevamente en una variable macroeconómica que preocupa al gobierno y que al obedecer a dos causas -tanto por demanda como por costos- hace que sea más difícil su control y manejo.

La meta de inflación del gobierno para el 2015 estaba en un rango entre el 3% y 3,2 %, pero finalmente se duplicó y cerró en el 6.77% y los salarios de los colombianos subieron sólo el 7%, lo cual quiere decir, que la recuperación del poder adquisitivo del bolsillo de los colombianos, fue prácticamente nulo[2].



Pero como si eso fuera poco, el crecimiento del PIB rondará el 3%, cifra  muy parecida a la fijada por el Gobierno y el Banco de la República para 2016 (3.5%), aunque Fedesarrollo estima que podría ser sólo del 2,8%, debido al menor aporte del petróleo a las finanzas públicas, lo que generaría un déficit fiscal del 3,6% del PIB, que el Gobierno deberá cubrir con una nueva reforma tributaria, proyecto que presentará al  Congreso próximamente. 

La situación se vuelve más compleja aún, si miramos las expectativas de inflación obtenidas por la encuesta a analistas financieros por parte del Emisor, las cuales subieron en enero al 4,63% para 2016 y al 3,83% para el 2017. De acuerdo con el Dane, el Índice de Precios al Consumidor (IPC) fue del 1.28% en febrero[3] de 2016, mientras que en lo corrido del año, el acumulado es del 2,59%, siendo nuevamente los alimentos los que más presionaron al alza.

Con los datos que acaba de revelar el Dane para el primer bimestre del 2016, se completa más de un año por fuera del rango meta del Banco de la República, que se ubica entre 2% y 4% y que según reconoció recientemente el propio gerente del Banco de la República, José Darío Uribe, solo se va lograr dentro de dos años.
Pese a los nubarrones que se ciernen sobre la economía Colombiana en este 2016, el ministro de Hacienda, Mauricio Cárdenas, parece muy optimista al afirmar que “Colombia se ubicará entre las cuatro economías latinas que más crecen, y también entre las de mayor proyección internacional”.

Sin embargo, hay pocas razones para ser optimistas.  Además del desplome de la renta petrolera y el bajón exportador -pese a que la tasa de cambio es favorable para las empresas que tienen mercados externos-, preocupan el aumento en el índice de precios al consumidor. Nadie quisiera volver a los tiempos en que el país vivía con una inflación de dos dígitos.

Igualmente, preocupa que la subida en los tipos de interés para tratar de controlar la inflación, desestimule aún más el crecimiento del PIB, lo cual que se reflejará en un aumento de la tasa de desempleo, que está hoy en 9%.

Aunque para algunos pueda sonar exagerado y dramático, el país podría verse abocado a vivir el fenómeno de la estanflación, situación económica de un país que se caracteriza por un estancamiento económico (no crece el PIB) a la vez que persiste el alza de los precios de los productos, bienes y servicios.

No obstante, el gobierno espera que en los meses siguientes el IPC empiece a disminuir, si se tiene en cuenta que los precios de los alimentos empezarían a bajar, ya que se prevé que el Fenómeno de El Niño llegue a su fin entre mayo y junio. Por el lado del PIB se espera que llegue siquiera al 3%, pues ante la caída del sector petrolero, el gobierno le apostó a la industria y construcción, pero partiendo de la base de que esos esfuerzos hayan sido suficientes.




[1] El año pasado, por ejemplo, hubo fuertes heladas en el altiplano cundiboyacense y Nariño que afectaron la producción de alimentos como la papa.
[2] Ver mi artículo: “Al salario mínimo en Colombia se lo devora la inflación”, publicado en este blog el 22 de diciembre de 2015. Disponible en: http://observadorpoliticoeconomico.blogspot.com/2015/12/al-salario-minimo-en-colombia-se-lo.html
[3] Dentro de los gastos básicos, otras hortalizas y legumbres frescas arrojaron la mayor variación, con 12,26 %. El incremento del arroz fue del 7,05 %, y del azúcar, 6 %, entre otros elementos que componen este grupo.

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