miércoles, 26 de agosto de 2015

JUSTICIA TRANSICIONAL, LA JUSTICIA COMO PRODUCTO DE UN ACUERDO DE PAZ

Muchos son los reparos que se hacen constantemente al proceso de paz que se desarrolla en La Habana entre el gobierno colombiano y los voceros de la guerrilla de las Farc. Entre esos muchos reparos está el de las penas que pagarán los cabecillas guerrilleros por sus crímenes, bajo el concepto de la Justicia Transicional, tema del que nos ocuparemos en este escrito.

Antes de abordar de lleno este punto, es procedente recordar que lo que se desarrolla en La Habana es un proceso político, como salida a un conflicto armado de casi 60 años y que justamente por la vía de las armas no ha tenido solución, pues ni el ejército nacional y la policía (en representación del Estado y la institucionalidad colombiana) han sido capaces de acabar con el grupo insurgente, ni éste ha sido capaz de tomar el poder por la vía de las armas, que es su objetivo primordial.

Acerca del esfuerzo del gobierno por acabar con la guerrilla, hay que reconocer los contundentes golpes dados por el gobierno del presidente Uribe y al comienzo del mandato del presidente Santos[1], que indiscutiblemente le quitaron poder estratégico y militar a las Farc, y por decirlo de alguna manera, pusieron a esa guerrilla en posición de negociar, es decir, la debilitaron y diezmaron sus filas; pero no la acabaron; por eso lo que sus cabecillas están haciendo en Cuba es negociar, no se están rindiendo.

Por el lado de la guerrilla, hay que decir que, aunque con la ´gasolina´ del narcotráfico se fortaleció mucho económicamente, lo que a su vez aumentó su capacidad desestabilizadora, representada en los daños que permanentemente ocasiona a la infraestructura energética del país  -torres de energía y oleoductos-, en todos estos años no ha estado ni siquiera próxima a lograr su objetivo de llegar al poder por la vía armada. Quisiera interpretar que las Frac se han dado cuenta de ese hecho, lo que sumado a los duros golpes propinados por el Estado, puso a esa guerrilla -como ya dije- en posición de negociar, pues cuando uno está fortalecido no negocia sino que sigue convencido de que es capaz de lograr su objetivo y cuando está derrotado tampoco lo hace, sino que se rinde.
 
Cortesía Fuerza Aérea Colombiana
Claramente en el caso de las Farc no ha ocurrido ni lo uno ni lo otro, ni ha sido derrotada ni tiene la capacidad de tomarse el poder por la fuerza, mientras que el Estado no está en capacidad de acabar con la subversión -pese  la gran cantidad de dinero que invierte en armamento e inteligencia- ni tampoco de impedir las acciones terroristas de las Farc contra los bienes estatales y que incluso -en no pocas ocasiones- afectan la vida y bienes de la población civil.

Al no haber posibilidad de solución por la vía militar, el diálogo y la negociación a través de él, parece ser el mecanismo más indicado para solucionar un conflicto que durante décadas ha desangrado al país. Ahora bien, es menester tener presente que esa negociación, se da entre iguales -desde lo político- y no entre la legalidad (el Estado) y la ilegalidad (la guerrilla), aunque al final se debe buscar un cierre de carácter jurídico para que tenga validez ante el pueblo colombiano. En este sentido las Farc insisten en una constituyente y el gobierno ha hablado de un referendo y más recientemente del llamado ´Congresito’; pero no me quiero detener en este punto que puede ser objeto de un análisis posterior.

Al punto que quiero llegar -teniendo siempre presente que el proceso de paz es una negociación política- es el de las penas que deben pagar los guerrilleros por su acciones delictivas. Es justamente aquí donde entra el concepto de Justicia Transicional[2], que sirve para hacer la transición de un conflicto armado  -interno o externo- hacia un ambiente de postconflicto que pretende aclimatar la paz, sin impunidad y con un proceso de verdad y reparación para el resarcimiento de las víctimas,  muchas veces más desde el punto de vista moral que económico.  

Es decir, ha habido desde entonces un desarrollo conceptual y jurídico de la justicia de transición, con énfasis en la protección de los derechos humanos, la verdad y la reparación, pero no se puede perder de vista que se trata de penas alternativas que surgen de la mesa de negociaciones y que por lo tanto -como en este caso con las Farc- el código penal y la justicia ordinaria colombiana, quedan al margen. Así las cosas, se debe igualmente tener presente que se establecen penas mucho menores a las previstas en el ordenamiento jurídico normal e incluso muchas veces sin que impliquen confinamiento intramural en establecimiento carcelario. Dicho en otras palabras, los colombianos deben estar preparados para que los cabecillas de las Farc no paguen las penas contempladas en el código penal colombiano, lo cual puede causar indignación a muchos, empezando por los militantes del Centro Democrático.

Sin embargo, también se debe tener presente que el enfoque garantista de los derechos humanos de la Justicia Transicional, permitió -como elemento innovador-, el desarrollo de comisiones de la verdad[3], las cuales se han convertido en un símbolo de ese sistema de justicia. En los últimos años se han visto las propuestas de comisiones de verdad y reconciliación en zonas de conflicto del Medio Oriente con la esperanza de concretarse en países como Israel, Irak, Líbano y las regiones kurdas; así como también en los Balcanes y Ruanda (África). En el caso colombiano, en la negociación entre el gobierno y las Farc, ya está acordada la conformación de una comisión de la verdad (Se va  llamar Comisión para el esclarecimiento de la verdad, la Convivencia y la No repetición), lo cual se debe producir una vez se concluya la negociación y se produzca el cese bilateral del fuego.

En consecuencia, la  justicia transicional no es un tipo especial de justicia sino una forma de abordarla en el proceso de  transición de una situación de conflicto o de represión por parte del Estado, a una situación de paz y tranquilidad.  Como trata de  conseguir la rendición de cuentas y la reparación de las víctimas, la justicia transicional proporciona a las víctimas el reconocimiento de sus derechos, lo que puede ayudar a que aumente la confianza ciudadana y al fortaleciendo el Estado de derecho.

El Centro Internacional para la Justicia Transicional[4] destaca la importancia de este tipo de justicia coyuntural en el hecho de que cuando se cometen violaciones masivas de los derechos humanos, las víctimas tienen el derecho -oficialmente reconocido- a ver castigados a los autores de los mismos, a conocer la verdad y a recibir reparaciones.

Y, “como las violaciones de derechos humanos sistemáticas no solo afectan a las víctimas directas sino al conjunto de la sociedad, además de cumplir con esos compromisos los Estados deben asegurarse de que las violaciones no vuelvan a suceder, y, en consecuencia, deben especialmente reformar las instituciones que estuvieron implicadas en esos hechos o fueron incapaces de impedirlos”[5].

Elementos de una política de justicia transicional integral
Aclarando que no se trata de una lista cerrada, pues cada país va incorporando nuevas medidas, y que pese a que las medidas de justicia transicional tienen sólidos compromisos jurídicos y morales, los medios para satisfacerlos son muy diversos, por lo que de modo que no hay una fórmula única para todos los contextos, el Centro Internacional para la Justicia Transicional, considera que los siguientes son los elementos mínimos que componen las políticas de justicia transicional,
·                     Las acciones penales, sobre todo contra los criminales considerados de mayor responsabilidad.
·                     Las reparaciones que los gobiernos utilizan para reconocer los daños sufridos y tomar medidas para abordarlos. Esas iniciativas suelen tener un componente material (como los pagos monetarios o los servicios sanitarios), así como aspectos simbólicos (como las disculpas públicas o en el caso colombiano, las casas de la memoria).
·                     La reforma de instituciones públicas implicadas en los abusos -como son las fuerzas armadas, la policía y los tribunales-, con el fin de desmantelar, con los procedimientos adecuados, la maquinaria estructural de los abusos y evitar tanto la repetición de violaciones de derechos humanos graves como la impunidad.
·                     Las comisiones de la verdad u otras formas de investigación y análisis de pautas de abuso sistemáticas, que recomiendan cambios y ayudan a comprender las causas subyacentes de las violaciones de derechos humanos graves.

Como dice Hernando Gómez Buendía, la Justicia Transicional no es un capricho sino un sistema jurídico sofisticado y respetable que se apoya sobre las concepciones más avanzadas de la criminología y del derecho penal. Sn embargo, reconoce que esas concepciones avanzadas “tienden a ser más benévolas que las que siguen inspirando la justicia ordinaria, y esto nos pone ante la paradoja de proponer una justicia doblemente menos dura o menos rígida para los autores de los peores delitos”[6].
Cortesía Ministerio del Interior


No se castiga todo y el castigo es menor
La Justicia Transicional tiene como objetivo castigar crímenes graves, como el genocidio, los crímenes de lesa humanidad y los de guerra, pero pretende castigar a los máximos responsables, no necesariamente a todos los autores, porque cualquier aparato judicial del mundo -por eficaz que sea- sólo puede probar y sancionar una mínima cantidad de los delitos, por eso como herramienta explícita de política criminal -dentro de la Justicia Transicional- hoy se utiliza la priorización, que deliberadamente implica no investigar ni sancionar muchos delitos.

Este sistema judicial transicional -como ya se dijo- suele imponer menos años de cárcel por los delitos que la justicia ordinaria y dentro de él cobra mucha vigencia el concepto de alternatividad penal, porque “nadie depone las armas para irse a la cárcel”, como bien lo han planteado los cabecillas del Secretariado de las Farc. De modo que  -como lo anota Buendía en su artículo- “la alternatividad debería también comenzar por los delitos menos graves en lugar de los más graves”.

Además, la Justicia Transicional busca que se conozca toda la verdad sobre el conflicto, que los culpables y responsables (incluido el Estado que falló en la protección de los connacionales) restituyan integralmente a cada una de las víctimas, pero además que, cada colombiano tenga la garantía de que el horror se acabó para siempre y no se volverá a repetir, responsabilidad que no sólo le cae al Estado, sino a los guerrilleros  reinsertados a la Sociedad Civil. De ahí que en este sofisticado sistema judicial se habla de verdad, reparación y no repetición”, que incluso -como valores- pueden ser incluso más  importantes que la misma justicia, aunque no la pueden reemplazar, por eso la Justicia Transicional debería tener una mínima atenuación frente a la justicia ordinaria.




[1] Con Santos como su ministro de Defensa, Uribe dio contundentes golpes a las Farc, siendo una de las más significativas la baja de uno de sus cabecillas, Raúl Reyes, el 1 de marzo de 2008 en territorio ecuatoriano. Ya presidente, el gobierno de Santos dio muerte a Víctor Julio Suárez Rojas, alias Jorge Briceño Suárez o “Mono Jojoy",  abatido el 22 de septiembre del 2010 en un bombardeo a uno de sus campamentos en La Macarena (Meta), y a Guillermo León Sáenz Vargas, alias ‘Alfonso Cano’, el 4 de noviembre del año 2011, en un bombardeo de la Fuerza Aérea en el sur del país.
[2] El término se origina en el período de postguerra de la Segunda Guerra Mundial con la creación del Tribunal Militar Internacional de Núremberg y los juicios a los soldados japoneses. El concepto ganó fuerza y coherencia en la década de 1980.
[3] Empezando con Argentina (1983), Chile (1990) y la más popular que es la de Sudáfrica (1995).
[4] Organismo que trabaja en más de 30 países del mundo, dando a conocer experiencias de otras latitudes, aportando capacidad técnica y desarrollando nuevos conocimientos gracias a colaboradores locales.

miércoles, 19 de agosto de 2015

LA CONCEPCIÓN NEOLIBERAL DEL CONOCIMIENTO: LAS PRUEBAS PISA

Mucho revuelo han causado en el país los resultados obtenidos por los estudiantes colombianos en las pruebas diseñadas por el Programa Internacional de Evaluación de Estudiantes (PISA, por su sigla en inglés), porque dejan muy mal parado nuestro sistema educativo frente a los de los países más industrializados y avanzados económicamente.

Con sólo tener en cuenta que este es un proyecto de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), supuestamente “diseñado con el objetivo de evaluar qué tan bien preparados están los estudiantes de 15 años de edad para enfrentar los retos de la vida adulta”,  se puede ver el sesgo, en el sentido de que el conocimiento únicamente es el relacionado con el mundo económico de la competitividad y productividad.

Bajo esta  concepción cerrada y exclusivista, las pruebas PISA se han convertido en el termómetro mundial de la educación y promueven un modelo estándar de enseñanza y evaluación. Lo peor de todo es que en razón de la cantidad de países que forman ya parte de este proyecto y de la información detallada que se recoge sobre los sistemas educativos y su funcionamiento, los resultados les sirven a las naciones como una guía para la toma de decisiones y la definición e implementación de políticas públicas. Ello se da siempre entendiendo a la educación articulada al sistema productivo, por eso sólo tiene en cuenta tres áreas del conocimiento que inciden directamente en el desempeño laboral futuro de nuestros jóvenes: matemáticas, lectura y ciencias naturales, dejando de lado otras áreas del conocimiento como las humanidades.

Antecedentes
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) empezó a trabajar en el diseño de las pruebas PISA a mediados de la década de los 90. Anunció su lanzamiento en 1997 y las aplicó por primera vez en el año 2000 con una muestra de estudiantes de los  43 países miembros. Desde entonces, las pruebas se presentan cada tres años haciendo énfasis en esas tres áreas  (lenguaje, ciencias y matemáticas). Colombia se unió al grupo de países evaluados en el 2006.

Los estudiantes son seleccionados a partir de una muestra aleatoria, son elegidos en función de su edad, 15 años al principio de la evaluación, y no del grado escolar en el que se encuentran (7º a 11º).

Las pruebas combinan preguntas de selección múltiple y de respuesta abierta. Cada estudiante contesta un cuadernillo de prueba, además de un cuestionario en el que se le solicita información sobre su vida personal, familiar y escolar.



Una única concepción del conocimiento
Como decía, este proyecto -o engendro- de la OCDE (Las pruebas PISA) es hoy por hoy el termómetro mundial de la educación y en esa mediada sirve para promover un modelo estándar de enseñanza y evaluación, bajo una óptica economicista del funcionamiento de la sociedad, cuyos valores y competencias deben gravitar en ese sentido.

Como desde el punto de vista de la OCDE, existe un solo mundo posible, el globalizado dominado por la economía basada en el consumo, la idea es que a través del modelo evaluativo PISA exista un solo modelo educativo y detrás de él, una única cultura, un único modelo de bienestar y una única forma de los jóvenes insertarse al mundo productivo y laboral, en el cual sólo el competente en matemáticas, lenguaje y ciencia puede obtener el anhelado éxito económico.

Aún con esa concepción tan cerrada de la educación, hay que anotar que las pruebas PISA sirven para identificar qué se está haciendo mal en la formación de ciertas competencias, pero no dicen qué se está haciendo bien en el sistema educativo de cada país. Además, como las pruebas se presentan una vez cada tres años para estudiantes alrededor de los 15 años, los jóvenes no tienen opción de medirse en dos momentos distintos y comparar resultados.

Pero, ampliando el contexto educativo y yendo más allá de la mera concepción economicista neoliberal, hay que decir que las pruebas solamente miden las competencias de los muchachos de diferentes latitudes y contextos en las áreas de ciencias, lenguaje y matemáticas y no evalúan todos los temas. Aspectos como la formación de valores y competencias ciudadanas, el conocimiento que el estudiante tenga o deba tener sobre la historia política, económica y social de su país quedan por fuera, porque simplemente no interesan,  no son relevantes para su futuro desempeño laboral en un mundo globalizado.

“La pretensión de las PISA de ser una prueba universal desconoce aquellas diferencias locales, especialmente en países con altos índices de desigualdad económica y social, como Colombia”[1], dice María Patricia Asmar, quien agrega que esta visión desconoce igualmente la complejidad de los procesos educativos y la multiplicidad de factores y tensiones que operan en la institución escolar y  alrededor de ella.

Por su parte, Heinz-Dieter Meyer, de la Universidad de Nueva York, en Albany, señaló el hecho de que la OCDE, como organización dedicada al desarrollo económico, "tiene un sesgo en favor del papel económico de la educación, olvidando que, en democracia, hay muchos otros aspectos importantes de la educación pública: la salud, el desarrollo moral, artístico y creativo; la participación cívica y la felicidad"[2].

Además, las pruebas PISA, no tienen en cuenta las condiciones históricas particulares de cada país, las situaciones de pobreza, el contexto social y muchas veces de conflicto, en los que están inmersos los jóvenes, elementos que indudablemente inciden en los resultados y hacen parte de la calidad en educación, entendida en un contexto más amplio.

Meyer cuestiona además que la OCDE deje las pruebas en manos de "compañías multinacionales con ánimo de lucro que quieren ganar dinero"; y alerta que estas empresas tienen colegios en Estados Unidos y planes de establecerse en África, donde la OCDE quiere introducir el programa PISA.

Malos resultados para Colombia
En 2012, Colombia participó por tercera vez en las pruebas PISA, junto con otros 64 países, 34 de la OCDE y 31 países y economías asociadas.

Los países latinoamericanos que formaron parte de la edición 2012 fueron: Brasil, Argentina, Colombia, Chile, Costa Rica, México, Perú y Uruguay. En todas las áreas, los puntajes promedio de los países latinoamericanos son significativamente inferiores al promedio OCDE.

La muestra en Colombia se compuso de 9.073 estudiantes de 15 años de edad de 352 instituciones educativas (oficiales y privadas, urbanas y rurales), que representaron a 559.674 estudiantes a nivel nacional. Además, se contó con sobremuestras para Bogotá, Cali, Manizales y Medellín.



De acuerdo con la información oficial del Icfes[3], en matemáticas, el puntaje de Colombia (376)  es inferior a los obtenidos por 61 países y no es estadísticamente diferente de los observados en los países que obtuvieron los tres puntajes más bajos: Catar, Indonesia y Perú. En ciencias, el puntaje de Colombia (399) es superior al de estos tres países, inferior a los observados en 57 países y sin diferencias estadísticas con los de Argentina, Brasil, Túnez y Albania. En lectura, el puntaje de Colombia (403) es inferior a los de 53 países, similar a los puntajes de siete países (Uruguay, Brasil, Túnez, Jordania, Malasia, Indonesia y Argentina) y superior a los de Albania, Kazajistán, Catar y Perú

Detalla el informe que en matemáticas, el 74% de los estudiantes colombianos se ubicó por debajo del nivel 2 y el 18%, en el nivel 2, lo que equivale a decir, que solo dos de cada diez estudiantes pueden hacer interpretaciones literales de los resultados de problemas matemáticos; además, emplean algoritmos básicos, fórmulas, procedimientos o convenciones para resolver problemas de números enteros, e interpretan y reconocen situaciones en contextos que requieren una inferencia directa.

En lectura, el 51% no alcanzó el nivel básico de competencia, y el 31% se ubicó en nivel 2, lo que significa que sólo tres de cada diez estudiantes colombianos pueden detectar uno o más fragmentos de información dentro de un texto; además, reconocen la idea principal, comprenden las relaciones y construyen significados dentro de textos que requieren inferencias simples, y pueden comparar o contrastar a partir de una característica única del texto.

En ciencias, el porcentaje de estudiantes por debajo del nivel 2 es superior al 50%, no solo en Colombia sino también en Brasil, Argentina y Perú. En nuestro país, el 31% se ubicó en el nivel 2, lo cual significa que empiezan a demostrar competencias que les permiten participar de manera efectiva y productiva en situaciones de la vida asociadas a la ciencia y a la tecnología, lo que implica un conocimiento científico con base en el cual se dan posibles explicaciones en contextos familiares o sacar conclusiones basadas en investigaciones simples.

Hacia dónde debe ir Colombia
Es indiscutible que ni siquiera a la luz de ese modelo economicista, sesgado e incompleto que tiene la OCDE sobre lo que debe reunir un buen sistema educativo, el país sale bien librado, al juzgar por los resultados que acabamos de detallar.

Por tal razón Colombia -como lo hace la mayoría de los países involucrados en la medición- se preocupa prácticamente sólo por mejorar en el ranking. Rosa María Torres del Castillo, investigadora y pedagoga ecuatoriana, en su blog Otra Educación refleja el sentir de estos países frente a las pruebas: “las conclusiones y las recomendaciones que se derivan de dichos estudios y evaluaciones terminan en letra muerta […] quedando como principal preocupación de los gobiernos subir a como dé lugar puntajes y ranking en la próxima prueba, asumiendo que allí se juega todo y que en eso consiste el mejorar la calidad de la educación"[4].

Eso explica por qué el Ministerio de Educación de Colombia está empeñado en mejorar en las tres áreas que evalúa PISA: matemáticas, lectura y ciencias naturales -en las que indiscutiblemente hay que mejorar- pero se olvida de otros aspectos quizás igual, o más relevantes.

Por eso, más allá de los desastrosos resultados de Colombia en esas áreas del conocimiento evaluadas internacionalmente por la OCDE; el país debe entender que una educación más integral, no se puede reducir únicamente a esos conocimientos. El gobierno colombiano debe tener a la educación como prioridad nacional, pero no únicamente para mejorar en la clasificación PISA, sino desarrollando planes y programas, a corto, mediano y largo plazo, serios y sostenibles, liderados por personas conocedoras y pertenecientes al sector educativo, que aboguen por una concepción más completa de la educación en la que quepa el ser humano de manera integral.

En consecuencia esos planes y proyectos deben mejorar las condiciones de los niños y jóvenes con comedores escolares, brindar una atención en salud y psicológica de calidad, ofrecer verdadera gratuidad en la educación y bienestar estudiantil, mejorar las condiciones laborales de docentes con exigencia de resultados, al tiempo que se debe favorecer su formación y capacitación permanente. Además, se debe hacer una ambiciosa intervención en las plantas físicas desde el punto de vista de su infraestructura, dotar las escuelas y colegios  de equipos y muebles e incrementar el acceso y cobertura para la educación oficial a internet y en general a las TIC.

Esas son algunas -entre muchas otras- acciones urgentes que requiere el sistema educativo colombiano, que seguramente demandan grandes inversiones pero ante todo una gran decisión política para mejorar la calidad de la educación con una visión más integral, lo cual -aunque seguramente se verá reflejado en mejores resultados en las pruebas PISA- contribuirá a formar colombianos más íntegros y con mejores conocimientos y valores, que es lo verdaderamente importante.



[1] “Las falacias de las pruebas PISA", domingo 31 Mayo 2015, escrito por María Patricia Asmar, Gerente de Gestionamos para Educar. Disponible en: http://www.razonpublica.com/index.php/econom%C3%ADa-y-sociedad/8490-las-falacias-de-las-pruebas-pisa.html (Consultado el 12 de agosto de 2015).

[2] Diario El País de España, “Pruebas PISA bajo críticas de expertos”, artículo publicado el 10 de mayo de 2014. Disponible en: http://www.elpais.com.uy/mundo/pruebas-pisa-criticas-expertos.html (Consultado el 16 de agosto de 2015).

[3] Disponible en: http://www.icfes.gov.co/investigacion/evaluaciones-internacionales/pisa (Consultado el 16 de agosto de 2015).

[4] http://otra-educacion.blogspot.com/ (Consultado el 13 de agosto de 2015).

miércoles, 12 de agosto de 2015

DE NAGASAKI E HIROSHIMA A IRÁN: ESTADOS UNIDOS, DE IMPERIO CONSOLIDADO A POTENCIA DISCUTIDA

Los ataques con bombas nucleares por parte de Estados Unidos, efectuados los días 6 y 7 de agosto de 1945, pretendían debilitar al imperio japonés y a la postre sirvieron también para dar fin a la Segunda Guerra Mundial. El 15 de agosto, el imperio del Japón anunció su rendición incondicional frente a los Aliados, la cual se formalizó el 2 de septiembre con la firma del acta de capitulación.

Esos horrendos ataques  parecían saciar la sed de venganza por el ataque de Pearl Harbor[1], en el que aparte de una gran destrucción de aeronaves y material bélico, murieron 2.403 estadounidenses  otros 1.178 resultaron heridos. Sin embargo, los 71.000 muertos que dejó la bomba de uranio Little Boy, lanzada el 6 de agosto en Hiroshima y los 38.000 que dejó la bomba de plutonio Fart Man sobre Nagasaki, tres días después, son a todas luces daños exagerados, para compensar el afán retaliatorio del imperio estadounidense, sobre todo porque con el correr del tiempo los muertos aumentarían. Se estima que hacia finales de 1945, las bombas habían matado a 166.000 personas en Hiroshima y 80.000 en Nagasaki, totalizando unas 246.000 muertes[2].


Hoy, 70 años después, sigue la polémica de si tal barbarie era necesaria, cuando por ese entonces ya Japón no tenía la gran máquina de guerra que había exhibido cuatro años atrás con Pearl Harbor y era cuestión de semanas su capitulación. Pareciera entonces que Estados Unidos -por presión política- se hubiera decidido a lanzar las bombas, no sólo para ´justificar´ la gran cantidad de dinero invertido en su desarrollo, sino para consolidarse como la principal potencia imperial del momento -como efectivamente ocurrió-, lo que le permitió tener no sólo el liderazgo militar y político, sino también económico en el nuevo Orden Mundial.

Ese orden mundial, 70 años después, está en disputa y el liderazgo de Estados Unidos también. Eso explica por qué los ataques nucleares sobre Hiroshima y Nagasaki fueron ordenados sin titubear por Harry S. Truman, presidente de los Estados Unidos ese entonces, mientras que el presidente actual (Barack Obama) ha sido más cauteloso y diplomático frente al manejo del poderío nuclear de Irán y las implicaciones que tiene no sólo para la paz en el convulsionado Oriente Medio, sino en todo el mundo, además del trasfondo económico que encierra el acuerdo logrado con el país de los Ayatolas.
Irán negocia a cambio de no más sanciones

A más tardar el 13 de septiembre, es decir 60 días después de firmado, el Congreso de los Estados Unidos aprobará o rechazará el acuerdo que firmaron varias potencias mundiales con Irán para limitar el programa nuclear iraní a cambio de un levantamiento de todas las sanciones impuestas por algunas naciones poderosas, las Naciones Unidas, y por organismos multilaterales.

Tras 20 años de negociaciones, seis potencias mundiales (Alemania, China, Estados Unidos, Francia, Reino Unido y Rusia) llegaron a un acuerdo con Irán para limitar su actividad nuclear a cambio del levantamiento de las mencionadas sanciones económicas. El convenio fue firmado el 13 de julio de 2015 en Viena, tras dos semanas de negociaciones.

El acuerdo se ha presentado como una gran victoria tanto para el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, como para su homólogo iraní, Hassan Rouhani, un líder pragmático elegido hace dos años bajo la promesa de reducir el aislamiento diplomático del país de 77 millones de habitantes.

Los puntos clave del acuerdo - son los siguientes:
§     Irán no producirá uranio altamente enriquecido durante los próximos 15 años.
§     Irán se deshará del 98% del material nuclear que posee y eliminará 2/3 de las centrifugadoras que tiene instaladas.
§     Las potencias podrán verificar "por primera vez" el grado de cumplimiento del acuerdo.
§     A cambio, Naciones Unidas levantará todas las sanciones que pesan sobre Irán vinculadas al programa nuclear, aunque con algunas limitaciones
§     Antes de comenzar el levantamiento, Irán deberá cumplir con los "pasos básicos" del acuerdo
§     Las sanciones se mantendrán durante los próximos cinco años en el caso de las armas y durante los próximos ocho en el caso de los misiles balísticos.

Aunque no es un acuerdo económico, sino nuclear, el levantamiento de las sanciones impactará directamente, no solamente en la economía de Irán, sino en la  del mundo. Si el Congreso de Estados Unidos avala el acuerdo, Irán podrá firmar lucrativos convenios con grandes empresas de energía que ya han mostrado interés y podrá aumentar considerablemente su producción de crudo y gas.
 
Foto del histórico acuerdo entre Irán y las seis potencias
Irán tiene la cuarta mayor reserva de petróleo del mundo -150.000 millones de barriles- y la segunda mayor reserva de gas natural del planeta. Actualmente, ese país produce 2.85 millones de barriles diarios de petróleo (BDP), pero de levantarse las sanciones, la producción de crudo aumentará en un millón de BDP, según anunció Bijan Zanganeh, ministro de Petróleo.

De acuerdo con analistas, eso le permitiría a Irán aumentar sus exportaciones de petróleo hasta en un 60% en un año, mediante la recuperación de mercado en los países que redujeron las importaciones como consecuencias de las sanciones.

Sin embargo "cualquier cambio en este ámbito no vendrá de inmediato y será muy lento", explicó a BBC Mundo Dina Esfandiary, investigadora del Centro de Estudios en Ciencia y Seguridad de King’s College London y experta en Irán.[3]

Tiemblan los enemigos históricos de Irán
Desde la revolución iraní en 1979, Estados Unidos es un aliado histórico de Arabia Saudita, que ve con nerviosismo el acuerdo con Irán, ya que este país históricamente ha sido el gran defensor de las comunidades chiitas en Medio Oriente, en contraste con los grandes reinos sunnitas[4] impulsados por los países del Golfo y liderados por Arabia Saudita.

Además, los sauditas, que son los principales productores de petróleo en la región, se verán directamente afectados si Irán logra acuerdos comerciales con Occidente y por eso no ven con buenos ojos que su principal aliado en Occidente (Estados Unidos) se vuelva amigo de su enemigo histórico.

Sin embargo, Arabia Saudita no es el único enemigo histórico de Irán en la región del Medio Oriente, ni tampoco el único aliado de Estados Unidos.  En Israel, el propio primer ministro Benjamin Netanyahu ha dicho que está profundamente preocupado por este acuerdo, el que definió como un ´error histórico´. Por tal razón, Israel desplegó con anterioridad y de manera abierta todo su poder y contactos internacionales para intentar detener las conversaciones.

Ambos países creen que el pacto nuclear los pone en peligro. Lo que al parecer no están teniendo en cuenta ni Arabia Saudita ni Israel es que Estados Unidos es una potencia en decadencia, que no tiene el poderío militar de otros tiempos, por lo cual no tiene la suficiente capacidad bélica para enfrentar simultáneamente a Rusia, China, Irán y las acciones terroristas del llamado Estado Islámico. Así lo considera Paul Craig Roberts, el subsecretario del Tesoro en la Administración de Ronald Reagan, en su último artículo[5]. Agrega además que la situación económica de Washington no es la mejor, pues ha perdido más de US$6.000 millones de dólares durante 14 años de guerras en Medio Oriente. Esa debilidad en lo económico y en lo militar -según él- sería la razón principal del acuerdo nuclear con Irán.

Pero por otro lado -y como segunda razón del acuerdo- Irán puede convertirse en un aliado de Estados Unidos en la lucha contra el grupo terrorista (Estado Islámico) y una tercera razón sería la vulnerabilidad energética de Europa, que depende del gas y el petróleo de Rusia. Estados Unidos -y los mimos países europeos afectados como Alemania- quieren acabar con esa dependencia, al convertir -en el mediano plazo- a Irán como un proveedor de recursos energéticos para Europa.

Desde esa triple perspectiva –política, militar y económica- es claro que la situación de Estados Unidos en uno y otro escenario geopolítico histórico, es completamente distinta. En 1945 necesitaba arrojar esas bombas contra el pueblo japonés para mostrar su poderío militar y político, que a su vez lo llevara a consolidar el liderazgo económico, que había empezado a tomar tras la primera confrontación bélica mundial. Hoy es una potencia con signos de decadencia, un imperio cuya hegemonía está en disputa por parte de otras potencias y con una situación económica muy complicada (altos niveles de consumo y endeudamiento, baja tasa de generación de empleo, poco crecimiento del PIB y poco dinamismo en el sector inmobiliario, entre otros aspectos).


[1] Se trató de una ofensiva militar sorpresa efectuada por Japón contra la base naval de Estados Unidos en Pearl Harbor (Hawai), el domingo 7 de diciembre de 1.941.

[2] Como la sociedad japonesa quedó marcada para siempre por el horror de esas bombas, incluso los efectos psicológicos y fisiológicos perduran incluso hasta hoy, causó sorpresa que esta semana haya abierto el reactor nuclear de Sendai, a 300 kilómetros al norte de Tokio.
[3] Tres consecuencias (y una duda) del histórico acuerdo nuclear con Irán. Disponible en: http://www.bbc.com/mundo/noticias/2015/07/150714_iran_eeuu_acuerdo_nuclear_consecuencias_ch (Consultado el 3 de agosto de 2015)

[4] Los chiitas son una secta minoritaria que sostiene que sólo los descendientes del profeta Mahoma y algunos de sus socios tienen derecho a liderar la comunidad musulmana. Por su parte los sunnitas, que son mayoría, sostienen que cualquier musulmán puede llegar a ocupar el liderazgo. 

miércoles, 5 de agosto de 2015

VENTA DE ISAGÉN: EMPRESAS FACHADAS DEL CAPITAL INTERNACIONAL DETRÁS DE LOS ACTIVOS DEL ESTADO COLOMBIANO

Esta semana el Consejo de Estado anunció que la decisión sobre la legalidad o ilegalidad del proceso de enajenación de la participación del Estado en Isagén será notificada a las partes en aproximadamente un mes, luego de que tanto el Gobierno como los demandantes presenten sus alegatos frente a más de 50 pruebas que fueron incluidas dentro del proceso.

Según el magistrado Hugo Bastidas, las solicitudes hechas a la Contraloría para determinar el impacto de la venta sobre la estructura patrimonial del Estado, los estados de pérdidas y ganancias de los últimos cinco años y el histórico del valor de la acción de la firma, entre otros, fueron entregadas y serán tenidos en cuenta para la decisión final.

Lo que esperamos todos los colombianos es que -en una sensata decisión- la sentencia final Consejo de Estado sea un fallo favorablemente a las demandas presentadas contra el decreto 1609 de 2013, que autoriza al Estado la enajenación del porcentaje de acciones que tiene la Nación en Isagén (57%).

Cabe recordar que la Sección Cuarta del Consejo de Estado -que lleva el proceso-suspendió provisionalmente desde marzo la venta de la generadora de energía, al estimar que se trata de un tema de trascendencia nacional por involucrar importantes recursos de la Nación.

El gobierno colombiano ha justificado la venta de la compañía en la necesidad de recursos para financiar las autopistas de cuarta generación (4G), que son consideradas trascendentales para la competitividad del comercio exterior. La necesidad de estas vías nadie la discute, lo que se pone en entredicho es que los recursos tengan que provenir de la venta de una empresa estatal exitosa.

Una generadora con muy buenos resultados
No se explica uno como el Estado, con criterios meramente fiscalistas, quiere salir de una empresa que ha mostrado niveles de utilidades superiores a los $400 mil millones de pesos durante todos los años de esta década y tiene enormes expectativas de crecimiento, sobre todo con la puesta en marcha de HidroSogamoso desde el año pasado.

Los ingresos del primer trimestre de 2015 aumentaron un 26% y las utilidades antes de impuestos un 33%, pese a que la utilidad neta disminuyó un 27%, pero debido fundamentalmente al impacto negativo que tuvo la reforma tributaria del año pasado sobre sus finanzas.

Entre abril y junio pasado la segunda generadora de energía del país, incrementó un 47% la producción de energía (3.549 gigavatios-hora), lo que se reflejó en un aumento de 7% en los ingresos, que sumaron $656.325 millones.
HidroSogsamoso durante la fase de construcción

En este lapso, el Ebitda (flujo de caja operativo) se incrementó el 146% al totalizar los $323.454 millones. La utilidad neta de Isagén cerró en $115.175 millones, es decir $33.389 millones más que en el segundo trimestre de 2014, con un incremento de 41%.

El buen desempeño entre abril y junio ayudó a compensar el impacto en los estados financieros del nuevo Impuesto a la Riqueza del primer trimestre. De esa manera, entre enero y junio, Isagén acumuló ingresos por $1.3 billones, un 16% más que en la primera mitad de 2014.

Por eso, Isagén está entre las 25 primeras empresas en Colombia. El Gobierno colombiano, que  posee el 57% , entre 2014 y 2020 podría recibir dividendos por más de $1.1 billones.

Además, en sí misma Isagén, es un mecanismo natural con el que cuenta el Estado colombiano para hacer un control de precios en la generación y comercialización de energía, pues actualmente maneja el 23% de la demanda energética del país.  

Actualmente la empresa estatal tiene una capacidad instalada es de 3.032 MW distribuida en 2.732 MW hidráulicos y 300 MW térmicos por la entrada en operación de la Central Hidroeléctrica Sogamoso en 2014. Opera siete centrales de generación de energía ubicadas en los departamentos de Antioquia, Tolima, Santander y Caldas.

Es la segunda generadora más grande de Colombia, lo cual la consolida como agente fundamental en el desarrollo de la industria de energía del país. Su participación  en la generación en el Sistema Interconectado Nacional (SIN) es de alrededor del 16%.

Empresas corruptas quieren quedarse con Isagén
Las tres empresas que están en la puja: Colbún de Chile, el fondo financiero Brookfield de Canadá y la francesa GDF Suez, cargan con escándalos de corrupción.

Colbún de Chile, privatizada en 1999, pertenece a los grupos Matte y Angelini, y a administradoras de pensiones de firmas como Principal Finnancial, MetLife y Sura.

Fue forzada a suspender en 2014 el proyecto HydroAysén, que quería ejecutar a toda costa en contra del ambientalismo austral. Colbún tiene comprometido el  64% de su capital y debe endeudarse para una eventual adquisición de la firma colombiana.

La austral Colbún fue acusada por haber dado coimas al  Partido Socialista y al Partido por la Democracia, para que el gobierno chileno privilegiara a la alemana Siemens en la compra de turbinas hidroeléctricas que no cumplían con las especificaciones requeridas, todo lo cual derivó  en la crisis energética que sufrió Chile en 1999.

La canadiense Brookfield. Por su parte, es un fondo de capital que ya tiene presencia en el sector energético colombiano, pues a finales de  2011 se hizo a la propiedad de la Empresa de Energía de Boyacá (EBSA), aportando solo el 25% de los recursos de la compra; el 75% restante corrió por cuenta de los ahorros de los colombianos en los fondos de pensiones.

El fondo Brookfield Asset Managment tiene en activos en energía, infraestructura y propiedades, con títulos listados en las bolsas de Nueva York, Toronto y Ámsterdam. Sus dueños son bancos canadienses, como Nova Scotia, Toronto-Dominion y el Royal Bank of Canada, así como fondos institucionales. Maneja activos por US$200.000 millones de dólares, el 70% de ellos en Estados Unidos, en Norte y Suramérica, Europa, Asia y Australia.

La francesa GDF Suez también ha protagonizado casos de corrupción en España que involucran al gobierno de Mariano Rajoy, hechos que derivaron en el arresto del secretario del Partido Popular, Francisco Granados.

GDF Suez -ahora ENGIE- es una compañía de electricidad, gas y servicios cuyo mayor accionista es el Estado de Francia. Sus activos suman 165.300 millones de euros y su deuda financiera es de 27.500 millones. Para apalancarse financieramente acaba de emitir este año bonos en Europa por 500 millones de euros a 20 años. Los prestamistas son Bank of America, Barclays, Crédit Agricole y BNP Paribas.

El atractivo mercado eléctrico colombiano
El mercado de electricidad en Colombia es bastante atractivo para las multinacionales, puesto que el costo de la energía para los usuarios está muy por encima del costo de vida, con la complacencia del gobierno, que a través  de la Comisión de Regulación de Energía y Gas, CREG, hace las veces de regulador. Entre 2002 y 2015, el costo de generación en la tarifa subió el 108%, mientras que el IPC creció 58.5% y un oligopolio –incluida Isagén– maneja el 75% de este componente.



Además, el consumo, con cobertura del 96%, puede ampliarse más, puesto que el promedio por habitante es 1.123 KW-h/año, menos que Ecuador y Costa Rica y la mitad de Brasil, pero -según la UPME- crecerá a futuro al 3.9%.

Por eso está previsto que a partir del año 2018 aumentarán las exportaciones anuales, al despachar a Panamá 173 Gw-h., que se sumarán a las ventas actuales a Venezuela y Ecuador, de más de 700 Gw-h.

Como si fuera poco, la multinacional extrajera que se quede con el 57% de Isagén, pagando el precio base de $5.2 billones, gozará de otros beneficios e incentivos ocultos, pues tomará el control sobre $8.5 billones de activos. Además, como lo explica Aurelio Suárez Montoya en su columna de El Tiempo:

Al valorarse la empresa por flujos futuros, los activos sin incidencia directa en los ingresos (vehículos, lotes, etc.) se liquidan prontamente para recuperar la inversión por vía de descapitalizaciones, como pasó con Codensa. Esto sin descontar que en la tarifa, la variable WACC que remunera el capital invertido, se retribuye al doble que en otros países[1].

En consecuencia, el interés de los compradores –empresas fachadas del capital especulativo global- no es transmitir bajos precios ni su know-how al sector energético nacional, tampoco reemplazar al Estado como regulador natural.

Para terminar, es preciso recordar que esa tendencia privatizadora no es nueva, el proceso de venta de activos estatales inició a finales de la década de los 80´s, cuando los gobernantes nacionales (Virgilio Barco y sobre todo César Gaviria Trujillo) decidieron subordinar a Colombia a los mandatos del Consenso de Washington, que es un listado de políticas económicas consideradas durante los años 90 por los organismos financieros internacionales y centros económicos, con sede en Washington D.C[2] como el modelo económico a seguir por los llamados países en desarrollo.

 Las fórmulas abarcaban políticas en áreas tales como la estabilización macroecónomica, la liberación económica con respecto tanto al comercio como a la inversión, la expansión de las fuerzas del mercado dentro de la economía doméstica y la enajenación de activos estatales, entre otras.

Tras el apagón de 1992, en 1993 Gaviria anunció la reestructuración del sector eléctrico colombiano y un año después se publicó la Ley 143 de 1994[3] que abrió la puerta a la privatización de los servicios públicos. También siguieron por esta línea como política de Estado, Andrés Pastrana, Alvaro Uribe -aunque hoy diga que está en contra de las privatizaciones- y ahora Juan Manuel Santos con su intención de poner a Isagén en poder del capital especulativo internacional, so pretexto de necesitar esos recursos para construir las carreteras en doble calzada que tanto necesita Colombia.




[1]Isagén como commodity, ganga para el capital especulativo”, Aurelio Suárez Montoya, El Tiempo, mayo 18 de 2015. Disponible en: http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/isagen-como-commodity-ganga-para-el-capital-especulativo-aurelio-suarez-montoya-columnista-el-tiempo/15772982 (Consultado el  31 de julio de 2015). 
[2] El término Consenso de Washington fue acuñado en 1989 por el economista John Williamson para describir un conjunto de diez fórmulas relativamente específicas dentro de un paquete de reformas "estándar" para los países en desarrollo azotados por la crisis.
[3] Por la cual se establece el régimen para la generación, interconexión, trasmisión, distribución y comercialización de electricidad en el territorio nacional, se conceden unas autorizaciones y se dictan otras disposiciones en materia energética.