jueves, 28 de mayo de 2015

NEGOCIAR EN MEDIO DEL CONFLICTO, SINUOSO CAMINO HACIA LA PAZ

En materia de paz el presidente Juan Manuel Santos, dio un paso trascendental al reconocer la existencia del conflicto armado interno y abrir de esta manera la posibilidad de una salida negociada, producto de lo cual son las conversaciones de La Habana con las Farc y los acercamientos con el ELN.

Sin embargo, no puso ninguna condición a las Farc y con esta organización guerrillera decidió el tortuoso y sinuoso camino de negociar en medio del conflicto, lo que implica -ni más ni menos- que la guerrilla seguiría con sus actividades ´normales´, es decir, atacando la infraestructura vial y energética del país, custodiando cultivos ilícitos, reclutando menores, extorsionando y secuestrando; la contraparte, es decir, el gobierno, debería seguir -como es apenas obvio- obedeciendo el mandato constitucional de preservar el orden, brindar seguridad a los ciudadanos manteniendo el monopolio legítimo de la fuerza, podía seguir bombardeando y atacando por tierra a las trincheras y escondrijos de los frentes guerrilleros de las Farc.

En repetidas ocasiones -en desarrollo de los diálogos- el grupo insurgente insistió en el cese al fuego bilateral, a lo que el gobierno dijo enfáticamente que no, que esta decisión está reservada para el final del proceso, o sea, cuando la firma del convenio de paz  se produzca o sea inminente. Como muestra de su voluntad de paz, las Farc declararon en cuatro ocasiones el cese unilateral del fuego -en una de ellas de manera conjunta con el ELN-. En términos generales la guerrilla cumplió, por lo cual por breve tiempo -y también como muestra de buena voluntad- el gobierno suspendió los bombardeos aéreos.

Sin embargo, la misma guerrilla incumplió su decisión y el 14 de abril atacó un campamento militar en el Cauca, el cual dejó 11 militares muertos. La reacción del gobierno no se hizo esperar y tras reanudar los bombardeos, entre la presente semana y la pasada, abatió a por lo menos 40 guerrilleros, en diferentes acciones, la más significativa en Guapi (Cauca), donde murieron 26 subversivos. La reacción de las Farc fue la suspensión del cese  unilateral del fuego. Además, esta semana, en sendas acciones ofensivas, el ejército colombiano abatió a Pedro Nel Daza Martínez, alias “Jairo Martínez” jefe militar del Bloque Sur (comandante del frente 14 con presencia en Caquetá y Guaviare)  y a Adán de Jesús Jiménez, tercero al mando del frente 36 (Antioquia).

Estas decisiones y acciones son claro ejemplo de lo que puede suceder cuando se decide negociar en medio del conflicto, que definitivamente es tensionante para las partes sentadas a la mesa, porque en cualquier momento se registran situaciones como las señaladas, que pueden conducir no sólo a suspensiones temporales de las negociaciones, sino también  a la terminación abrupta de los diálogos.

Algunos sectores, como el Centro Democrático, han criticado la decisión de Santos de sentarse a negociar en medio del conflicto y sostienen que el gobierno debió poner como condición la entrega de las armas por parte de la guerrilla para poder iniciar las conversaciones de paz, olvidando que desde el lado de las Farc, eso equivaldría a una rendición. Recordemos que, en su momento el M-19 entregó las armas, pero luego de la firma del tratado de paz.[1]

Olvida el Centro Democrático que la promesa de su líder Alvaro Uribe, durante su  mandato inicial, fue derrotar militarmente a la guerrilla, para lo cual contó con el apoyo del sector privado que proveyó los recursos para dotar de equipos e inteligencia a las fuerzas armadas colombianas, a parte de la cuantiosa tajada que se tomó del presupuesto nacional.

Con Santos como su ministro de Defensa, Uribe dio contundentes golpes a las Farc, siendo una de las más significativas la baja de uno de sus cabecillas, Raúl Reyes, el 1 de marzo de 2008 en territorio ecuatoriano. También hay que reconocer que Santos como presidente propinó golpes fuertes a las Farc, como la muerte de Víctor Julio Suárez Rojas, alias Jorge Briceño Suárez o  “Mono Jojoy", abatido en la Operación Sodoma el 22 de septiembre del 2010 en un bombardeo a uno de sus campamentos en La Macarena (Meta)- recién llegado Santos a la Presidencia- y la de Guillermo León Sáenz Vargas, alias ‘Alfonso Cano’, abatido el 4 de noviembre del año 2011, en un bombardeo de la Fuerza Aérea y con un gran despliegue del Ejército Nacional, en el sur del país.


 Lo cierto del caso es que Uribe no derrotó a la guerrilla de las Farc, pero -hay que reconocerlo- la sacó de las goteras de Bogotá y las principales ciudades, la arrinconó en los sitios más alejados y selváticos, debilitó sus estructuras operativas, logísticas y financieras. De tal suerte, que ese grupo guerrillero decidió posponer su objetivo de lograr el control territorial para concentrase, en cambio, en el control de posiciones estratégicas que garantizaran su supervivencia y la continuidad de la guerra.[2] En otras palabras, Uribe diezmó a las Farc, guerrilla que entonces decidió cambiar de estrategia.

Al no estar derrotada (al comienzo del gobierno Santos),  no se podía esperar que esa guerrilla entregase las armas como fase previa a las conversaciones. Sin embargo, es de reconocer que con las contundentes acciones emprendidas durante su prolongado gobierno, Uribe puso a la guerrilla en posición de negociar, ya que cuando el enemigo está derrotado no negocia, se entrega; y cuando está fortalecido tampoco, sino que trata de imponerse por la fuerza. Claramente con las Farc no ocurría ni lo uno ni lo otro, ni estaba fortalecida ni estaba acabada, más sí de alguna manera diezmada.

Al llegar Juan Manuel Santos a la Presidencia de la República de Colombia, parece haberse dado cuenta de esa situación, es decir, de que ni la guerrilla tenía tanto poder para hacer daño pese a no estar derrotada y que el gobierno, aunque destinaba gran cantidad de recursos y había mejorado ostensiblemente la capacidad operativa de las fuerzas militares, tampoco estaba en capacidad de derrotar a las Farc. Conclusión, la negociación parecía entonces la única salida posible al dilatado y sangriento conflicto colombiano de casi seis décadas. Y era preciso hacerlo en medio del conflicto, y así lo entendieron y convinieron las partes.

Para que el gobierno pudiese negociar, debía, además de reconocer la existencia de un conflicto interno, dar reconocimiento político al adversario (las Farc) para poder que las conversaciones -desde el punto de vista político (no jurídico o legal) -se produjeran entre iguales y al mismo nivel.

El ejemplo más reciente de negociación en medio del conflicto se registró en Birmania, país del sudeste asiático, donde en mayo de 2013, el gobierno firmó un alto el fuego con la guerrilla kachin. Aunque se alcanzaron compromisos para la mayoría de los puntos, algunas de las cuestiones más conflictivas fueron retiradas para permitir por fin la firma de este proyecto y el cese definitivo de las hostilidades.

En el caso colombiano, el cese bilateral es un asunto espinoso que no ha tenido desarrollos concretos y sería deseable, dadas las vicisitudes de adelantar un una negociación en medio del conflicto, que se llegase a él lo más pronto posible. Sin embargo, al juzgar por la evidencia del poco avance que registran las negociaciones, quizás no sea la mejor alternativa en este momento, pues lo más aconsejable -como en el caso birmano- es que sea un punto al que se llegue al final del acuerdo.


Si se mira en perspectiva el avance del proceso en estos casi tres años, podría pensarse que es significativo, pero más allá del afán del presidente Santos de alcanzar un acuerdo antes de que termine su mandato -con la íntima intención quizás de ganarse el Premio Nobel de paz-, es lógico lo que plantea en el sentido de darle celeridad al proceso, que es lo que permitiría poner punto final a los enfrentamientos.

En este aspecto es bueno mirar otros ejemplos en el mundo, en los cuales se ha llegado a un acuerdo relativamente rápido y se ha logrado el cese bilateral al fuego. Para no salir del ámbito latinoamericano, se pueden mencionar solamente dos casos, los de El Salvador y Guatemala en Centroamérica.

En el primer caso, en 1992, en Chapultepec (México) se dio por terminado el conflicto por la mediación de la ONU. Después de los Acuerdos de Paz en la década de los 90, el grupo revolucionario salvadoreño pasó a ser un partido político legal.

Guatemala, que padeció un conflicto armado por 36 años, con más de 150.000 muertos y unos 200.000 desaparecidos, inició el proceso de negociación en 1991 en Querétaro (México). Sin embargo, fue durante el gobierno de Ramiro de León Carpio, en 1994, que se estableció una mesa firme con la mediación de las Naciones Unidas y se suscribieron los acuerdos de paz. El acuerdo final se firmó en 1996.

La gran diferencia entre el caso colombiano y esos dos conflictos -y otros internacionales- es que en nuestro país el narcotráfico sirve de combustible, lo que hace más compleja la negociación. Además de que en los últimos años la minería ilegal ha sido otra fuente de ingresos económicos y le sirve a la guerrilla como recurso de control territorial.

Sin embargo, como hecho positivo en el caso colombiano frente a los dos casos de Centroamérica, es que en ellos no se pensó en las víctimas, mientras que en el proceso con las Farc si se está tratando ese tema, es el punto 5 de la agenda, pero quizás debió ser el primero. Ojalá en este aspecto se pueda además de garantizar la verdad, también la justicia y la reparación.




[1] Este grupo-celebre por acciones audaces como la toma la Palacio de Justicia- entregó sus armas el 8 de marzo de 1990  en Santo Domingo, Cauca.
[2] Entre el periodo 2002-2010, el gobierno Uribe Vélez presenta cifras cercanas a las 40 mil capturas, a las 17 mil desmovilizaciones individuales y a los 8 millones de unidades de munición incautadas a las guerrillas. La cifra oficial de guerrilleros muertos en combate llega a los 16 mil entre 2002 y 2010. Publicado originalmente en Vanguardia.com en la siguiente dirección: http://www.vanguardia.com/historico/70932-las-victorias-y-derrotas-de-uribe-velez.

jueves, 21 de mayo de 2015

GLIFOSATO Y CULTIVOS GENÉTICAMENTE MODIFICADOS: NEGOCIO REDONDO DE MONSANTO

La semana pasada el Consejo Nacional de Estupefacientes decidió por mayoría suspender la aspersión con glifosato sobre los cultivos ilícitos, la cual se hará efectiva cuando la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales –Anla- revoque o suspenda el Plan de Desarrollo Ambiental que hasta este momento permite la aspersión con glifosato.

Entre otras de las medidas adoptadas por el Consejo, está la creación de un comité técnico que en el plazo de un mes debe formular las recomendaciones para ajustar la política de lucha contra las drogas.  De esta manera, la interrupción de las aspersiones aéreas sobre las siembras ilícitas en Colombia se daría después de cuatro décadas de haber sido implementadas.

Sin embargo, es bueno recordar que en el país lucha antinarcóticos comenzó en 1920 con la penalización del tráfico de sustancias ilícitas como una actividad criminal, con la ley 45 de 1946 se prohibió el cultivo de sus materias primas y en 1973 se creó el Consejo Nacional de Estupefacientes con el que se le dio cuerpo institucional a este proceso. Aunque en 1974 se hicieron las primeras pruebas para determinar los efectos de las aspersiones aéreas en la lucha antidroga, solo en 1984 el Consejo Nacional de Estupefacientes las aprobó de manera sostenida.

Las aspersiones aéreas se adelantaron en varias etapas. La primera, de manera discontinua, se llevó a cabo desde 1978 a 1991, mediante ensayos con Paraquat, 2-4 y Glifosato en la Sierra Nevada de Santa Marta; la segunda etapa (1991-1998) “caracterizada por una baja eficiencia en las fumigaciones (187.858 hectáreas asperjadas y resiembras cercanas a los (237%)”[1]; y la tercera fase (1998–2006)[2] en la que se enmarca el denominado Plan Colombia[3].
Es importante recordar que la convocatoria a la sesión del Consejo la semana pasada, se debió a que algunos sectores estaban de acuerdo con la eliminación de la aspersión de cultivos ilícitos con glifosato debido a sus efectos negativos en la salud y el ambiente, en tanto que otros no apoyaban la medida al considerar que el uso del herbicida ha sido eficaz en la lucha antidrogas. Ello es el reflejo de la constante polémica que ha generado en el mundo el uso masivo del herbicida.




Prueba de la controversia es que mientras el Procurador General de la Nación, Alejandro Ordóñez, anunció que demandará la decisión del Consejo Nacional de Estupefacientes, los  gobernadores del país, aseguraron de manera unánime que respaldan la decisión. La Procuraduría insistió en que esta medida deteriorará la seguridad nacional porque los cultivos de coca crecerán y con ello se aumentará la presencia de grupos armados ilegales, al tiempo que fortalecerá financieramente a las Farc, que se encuentran en proceso de negociación de paz con el gobierno.

Más allá de estas consideraciones que ponen de relieve la seguridad nacional e independientemente de que la suspensión esté o no relacionada con las conversaciones de La Habana, la principal consideración a tener en cuenta debe ser el efecto toxicológico sobre la salud humana y sobre el medio ambiente.

Informes ´científicos tendenciosos’
En este punto es conveniente resaltar que numerosas evaluaciones sanitarias conducidas por las autoridades públicas durante los últimos 40 años, concluían sistemáticamente que el glifosato no representaba un riesgo inaceptable para la salud humana. Sin embargo, se conoció hace algunos años que los responsables de los estudios toxicológicos que inicialmente se efectuaron en EE.UU. para el registro y aprobación del herbicida, han sido procesados legalmente por el delito de prácticas fraudulentas tales como falsificación rutinaria de datos y omisión de informes sobre incontables defunciones de ratas y conejos, así como la falsificación de estudios mediante alteración de anotaciones de registros de laboratorio, entre otros.

Ello implica que la información existente respecto de la concentración residual de glifosato en alimentos y el medio ambiente era poco confiable. Por eso recientes estudios toxicológicos conducidos por instituciones científicas independientes indican que el glifosato ha sido erróneamente calificado como ‘toxicológicamente benigno’, tanto a nivel sanitario como ambiental y que puede ser altamente tóxico para animales y humanos.

Precisamente en abril de este año la Agencia Internacional para el Estudio del Cáncer (IRAC), de la Organización Mundial de la Salud (OMS), con sede en Lyon, decidió reclasificar al glifosato como una sustancia tipo 2A, es decir, que puede causar cáncer a los humanos. La decisión se tomó porque después de un riguroso estudio de un año, se encontró una relación directa de este herbicida con el linfoma non hodgkin -cáncer del sistema linfático-. Este informe fue acogido por el Ministerio de Salud de Colombia y motivó la mencionada decisión del Consejo Nacional de Estupefacientes.

Y es que sobre el glifosato, N-(fosfonometil) glicina, herbicida creado en la década de 1960,  siempre ha habido dudas por ser de amplio espectro, no selectivo, utilizado para eliminar malezas indeseables (pastos anuales y perennes, hierbas de hoja ancha y especies leñosas) en ambientes agrícolas, forestales y paisajísticos. “El glifosato puede interferir con algunas funciones enzimáticas en animales, pero los síntomas de envenenamiento sólo ocurren con dosis muy altas. Sin embargo, los productos que contienen glifosato también contienen otros compuestos que pueden ser tóxicos”, dice el profesor Jorge Kaczewer[4].

Negocio redondo de Monsanto
La producción del glifosato la tiene la firma Monsanto[5], que en 1976 incursionó en el segmento de los herbicidas y en 1981 entra en la carrera biotecnológica, volviendo el negocio redondo porque desde entonces se generalizó el uso intensivo del glifosato en asociación con el uso de cultivos genéticamente modificados, también denominados transgénicos. Dichos cultivos fueron específicamente diseñados para ser tolerantes al glifosato, como la variedad “Roundup Ready”, que RR permite a los agricultores rociar el herbicida sobre el cultivo en crecimiento, matando prácticamente todas las malezas sin afectarlo.

De la mano de Monsanto, el uso del glifosato en cultivos transgénicos de soja, maíz y el algodón, se ha incrementado drásticamente en toda América, donde predomina su cultivo. De ahí que, no solo en América, sino en todo el mundo, la compañía genere polémicas, debido a múltiples denuncias sobre perjuicios a la salud, impactos ambientales negativos y el desconocimiento de los efectos que podría producir la alteración genética de los alimentos.

Tomada de: blogs.lanacion.com.ar

Al ser prácticamente la única empresa en el mundo que comercializa cultivos transgénicos RR asociados a su propia formulación del herbicida glifosato –Roundup- la gigante agroquímica estadounidense gana por punta y punta.

Su promesa de venta es la disminución de trabajo agrícola y ahorro financiero mediante la simplificación y reducción de los costos del control de malezas.  Es decir, algo completamente atractivo para quienes se dedican a la agricultura  industrial y comercial, que es la que se centra en la producción  masiva de productos hechos para la satisfacción del hombre y lleva implícito un alto nivel de tecnificación, por lo que requiere de una alta inversión de capital, energía y otros recursos como la ayuda de especialistas. Está, por lo tanto, intrínsecamente vinculada a prácticas agrícolas no sustentables que dañan los recursos naturales básicos en los que se basa la producción de alimentos.

Dicho agricultura es diametralmente opuesta a la agricultura limpia, que es la que se basa en hábitos y costumbres que cuidan el medio ambiente, disminuyen o eliminan el uso de productos de síntesis química en los cultivos y en la cría de animales y que además tiene un cuidado especial de la tierra, antes, durante y después de la cosecha.

Teniendo en cuenta los problemas que ahora son evidentes, ningún nuevo cultivo genéticamente modificado tolerante al glifosato debería ser autorizado, pues al ser desarrollados para un modelo de agricultura industrial, están asociados a prácticas agrícolas no sustentables que dañan los recursos naturales.

“En el medio ambiente, el glifosato puede ser retenido en el suelo uniéndose a partículas pero, dependiendo de la química de la tierra, también puede filtrarse hasta las aguas subterráneas. El glifosato también puede ser lavado directamente hacia desagües y aguas superficiales, y se ha detectado en ambos. El glifosato está presente en los suelos, las aguas y nuestros alimentos como resultado de su uso como herbicida”, dice un informe de Greenpeace[6].

Por lo tanto, resulta de gran importancia evaluar rigorosamente la seguridad del glifosato para las plantas, los seres humanos y animales, especialmente asociada al uso del herbicida también en cultivos licito de la orientación comercial, como ocurre con el arroz en Colombia El informe reciente de la Organización Mundial de la Salud, OMS, debería ser el que marque la pauta en ese sentido.













[1] Ver el informe “Análisis del papel de la política de erradicación forzosa con glifosato en relación a las dinámicas del conflicto armado en Nariño, años 2000-2006”, Universidad Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. Disponible en: http://repository.urosario.edu.co/bitstream/handle/10336/4408/1018441756-2013.pdf?sequence=3(onsultado Consultado el 18 de mayo de 2015)

[2] Las aspersiones con glifosato en el sur de Colombia ocasionaron un litigio con Ecuador, que demandó al país en 2008 ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya por los daños ambientales y en la salud de las personas. El pleito se resolvió en 2013 cuando Ecuador aceptó retirar la demanda a cambio del pago por parte de Colombia de una indemnización de 15 millones de dólares.

[3] Acuerdo bilateral constituido en 1999 entre los gobiernos de Colombia y Estados Unidos, durante las administraciones de Andrés Pastrana y Bill Clinton, con el fin de, además de desarrollar una estrategia antinarcóticos, terminar el conflicto armado en Colombia y generar una revitalización social y económica.

[4] Ver su artículoToxicología del Glifosato: Riesgos para la salud humana”, disponible en: http://www.ecoportal.net/Temas_Especiales/Salud/Toxicologia_del_Glifosato_Riesgos_para_la_salud_humana (Consultado el 18 de mayo de 2015)


[5] Fundada en 1914 en Estados Unidos por el  químico, John Francis Queeny, quien dio a la compañía el nombre de soltera de su esposa Olga Méndez Monsanto.

[6] Informe “Tolerancia a herbicidas y cultivos transgénicos” de Greenpeace.  Disponible en http://www.greenpeace.org/argentina/Global/argentina/report/2011/bosques/informe-glifosato-espa%C3%B1ol-v2.pdf (consultado el 15 de mayo de 2015)

jueves, 14 de mayo de 2015

¿SE LA JUEGA SANTOS POR LA EDUCACIÓN?

Tras un paro de educadores de dos semanas que significó la suspensión de clases para miles de estudiantes de básica primaria y secundaria y la realización de diferentes protestas de los profesores de todo el país, Fecode negoció con el Gobierno lo relacionado con la nivelación  salarial, la salud y la evaluación de la competencia docente.

Este miércoles durante la entrega del Premio Compartir al Maestro 2015, en el Teatro Colón de Bogotá, el Presidente Juan Manuel Santos, destacó que el incremento salarial acordado (12% diferido para los cuatro años), significa un esfuerzo fiscal adicional de $4 billones de pesos.

Agregó que este año, por primera vez en la historia, el presupuesto para la educación será mayor que el presupuesto para la guerra, al llegar a casi $137 billones de pesos, mientras que para seguridad y defensa serán $94 billones en el cuatrienio, lo cual se puede interpretar como una consecuencia lógica de firmarse un acuerdo de paz.

Al mirar estas cifras se puede interpretar como una clara decisión política del gobierno para mejorar la educación en Colombia, aspecto en el que el país está claramente rezagado y en el que países que han salido del subdesarrollo han incrementado sustancialmente el presupuesto para elevarlo a más del 7% del PIB.

En general los países de América Latina han venido haciendo un esfuerzo en esta materia, al juzgar por un estudio de la Unesco[1], en el que se da cuenta del incremento de la inversión del 4.5% al 5.2% del PIB en promedio en la pasada década (Ver gráfica tomada del estudio).


Santos anunció también en la mencionada celebración del Día del Maestro que la educación gratuita en Colombia va ser obligatoria hasta el grado once, y no únicamente hasta el grado noveno -como lo venía siendo-, lo cual va en consonancia con el artículo 26 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948), que señala: “Toda persona tiene derecho a la educación. La educación debe ser gratuita, al menos en lo concerniente a la instrucción elemental y fundamental. La instrucción elemental será obligatoria. La instrucción técnica y profesional habrá de ser generalizada; el acceso a los estudios superiores será igual para todos, en función de los méritos respectivos”.

No obstante, si bien a primera vista parecen bien intencionadas las medidas adoptadas para mejorar le educación en el país, parece haber una distorsión en las mismas, al considerar –implícitamente- que la calidad depende únicamente de los maestros, pues el gobierno puso en marcha un programa de incentivos al desempeño, según el cual los docentes, directivos y trabajadores administrativos de los colegios que logren alcanzar las metas de mejoramiento Mínimo Anual, podrán obtener estímulos económicos equivalentes hasta a un salario adicional al año y que de acuerdo con el Ministerio de Educación Nacional, puede significar un incremento en los ingresos de un docente de hasta el 7.5% por ciento anual. 

El Jefe de Estado consideró que con este programa de incentivos y estímulos “ganan nuestros niños, pues aprenderán más y mejor; ganan los maestros, pues mejoran sus ingresos, y gana el país, pues nos acercamos al propósito de ser la nación más educada de América Latina”.

Estos premios o incentivos a la docencia tienen una clara concepción liberal o mejor de la economía liberal (neoliberal), en la que se dan bonificaciones por productividad a los trabajadores, olvidando-como bien lo resalta el mencionado informe de la Unesco- que una visión multidimensional del derecho a la educación, que incluye el derecho a aprender y a recibir un buen trato en el sistema escolar, sitúa la calidad de la educación en el centro de las preocupaciones. Más aún, resalta el informe que “dados los importantes avances en cobertura, la agenda de educación para todos en la región estará cada vez más marcada por los desafíos de la calidad, siendo uno de ellos asumir una definición amplia y no reduccionista del concepto de  ‘calidad educativa’” (Página 25).

Es indiscutible que el pilar fundamental de la calidad educativa son las capacidades profesionales docentes, pero además la profesión docente debe ser de estatus social, es decir, con buenos salarios y adecuadas condiciones laborales. “Aunque la información disponible es parcial, todo indica que la situación predominante de la docencia en la región no se ajusta a las características de una profesión de alto estatus: los salarios y las condiciones laborales son deficientes, la formación inicial es de baja calidad, y las oportunidades de desarrollo profesional son limitadas”, resalta el informe de la Unesco (página 26).

 En consecuencia, el desafío de la política educativa en América Latina -y particularmente en Colombia- es enorme, pues implica configurar una carrera profesional docente capaz de atraer a jóvenes talentosos a la docencia, formar adecuadamente a los candidatos, retener en las aulas (especialmente en aquellos sectores más desaventajados) a los profesores competentes, y hacer del desarrollo profesional una necesidad y una exigencia.

Indispensable para ello es la unificación del Estatuto Docente y la nivelación salarial de los docentes que más recientemente ingresaron al sistema. En el país coexisten dos estatutos que regulan el ejercicio de la docencia, el Decreto 2277 del  14 de septiembre de 1979 (el de los maestros ´viejos’)  y el Decreto 1278 de Junio 19 de 2002 (el de los maestros ´nuevo’). 

El primer decreto, en sus artículos 8 y 9 crea el escalafón nacional docente para la clasificación de los educadores, el cual está constituido por catorce grados en orden ascendente, del 1 al 14. Permite que los años de servicio para el ascenso en el escalafón puedan ser continuos o discontinuos y laborados en establecimientos educativos oficiales o no oficiales aprobados por el Ministerio de Educación Nacional (Artículo 11).

Entre tanto, el Decreto 1278 estructura otro Escalafón Docente (artículo 20) conformado por tres (3) grados, que se establecen con base en formación académica. Cada grado tiene cuatro (4) niveles salariales (A-B-C-D). Quienes superen el período de prueba se ubicarán en el Nivel Salarial A del correspondiente grado, según el título académico que acrediten; pudiendo ser reubicados en el nivel siguiente o ascender de grado, después de tres (3) años de servicio, siempre y cuando obtengan en la respectiva evaluación de competencias el puntaje indicado para ello, según lo dispuesto en el artículo 36 del mismo decreto.

Una vez inscrito, se considera ascenso pasar de un grado a otro dentro del Escalafón Docente, previa acreditación de requisitos y superación de las correspondientes evaluaciones de desempeño y de competencias, y existencia de disponibilidad presupuestal. Esto último es particularmente injusto, pues si un docente asciende en ´franca lid´ y en condiciones de mayor exigencia que los del decreto anterior, lo más justo es que ese ascenso se produzca de inmediato con su consiguiente mejora salarial.  Además va en contravía de una política de mejora educativa como la pregona el gobierno.

Quizás por esta situación, luego de que Fecode y el Gobierno llegaran a un acuerdo que implicó el levantamiento del paro del magisterio colombiano, quedó un sentimiento mayoritario entre los profesores que se sienten traicionados y que los acuerdos logrados no los representan. Por otro lado, distintos sectores de educadores reclaman un cambio radical en las prácticas sindicales, lo implicaría una reforma de los estatutos, y se escucharon muchas voces que reclaman la creación de otro sindicato magisterial, que represente los verdaderos intereses de los docentes cobijados por el decreto 1278.




[1] Se llama “Situación educativa de América Latina y El Caribe: Hacia la educación de calidad para todos al 2015”. Disponible en http://www.unesco.org/new/fileadmin/MULTIMEDIA/FIELD/Santiago/images/SITIED-espanol.pdf