miércoles, 16 de marzo de 2016

La salud en Colombia, un paciente terminal

A poco más de un año de haber entrado en vigencia la nueva ley estatutaria de salud en Colombia, puede verse que el ´paciente´ no ha mejorado nada y en el mejor de los casos todo sigue igual, o sea, muy mal; si no es que se ha que ha empeorado. Es decir, el paciente ya salió de su fase crítica, pero no porque mejoró, sino porque entró a la fase terminal.

Este año de vigencia de la ley[1] ha demostrado que la fiebre del paciente no estaba en las sábanas y que la  nueva ley -que pretendía mejorar el acceso a los servicios de salud de los colombianos y que consagra la salud como un derecho fundamental- se quedó en pañitos de agua tibia que no solucionaron el problema de fondo.

No hace falta que una ley declare la salud como derecho fundamental -eso lo dice la Constitución Política de Colombia-, lo que se precisa es que la realidad se corresponda con esa declaración de principios, o sea, que el sistema esté estructurado para la atención al derecho fundamental a la salud y no para prestar un servicio que se brinda mejor a quien más posibilidades económicas tiene.

En otras palabras, se precisa que el sistema vea al ser humano como a un paciente al que hay que darle atención digna en correspondencia con su derecho fundamental a la salud, y no como un cliente que está pagando por un servicio. Es   decir, es necesario un cambio de enfoque en el sistema de salud en Colombia, aparejado con un cambio estructural, que no propició la ley estatutaria 1751 de 2015.

Se supone que dicha ley facilitaría el mejoramiento en el acceso a los servicios de salud, cosa que no ha ocurrido en estos 14 meses de vigencia. Igualmente, con la entrada en vigencia de la ley se eliminarían las autorizaciones para las atenciones de urgencias, pero simultáneamente se estandarizó en cinco niveles el procedimiento del Triage, que es el sistema de selección y clasificación de pacientes en urgencias.

También con la ley se buscaba fortalecer el control de precios a los medicamentos, al confirmar la atribución del Estado para ejercer inspección, vigilancia y control al sector farmacéutico, y a decir verdad, en ese sentido algo se ha hecho.  Sin embargo, la calidad de los medicamentos no solamente depende de criterios científicos y del control gubernamental, sino también de la ética empresarial, generalmente ausente en las multinacionales farmacéuticas movidas por un desmedido ánimo de lucro. De ahí la importancia de que en este tema haya una permanente vigilancia ciudadana y de la opinión pública.

Igualmente consigna la ley, la autonomía médica, es decir, pide a los profesionales de la salud que hagan su trabajo con autorregulación, ética, racionalidad y evidencia científica. Sin embargo, en la práctica siguen constreñidos a dar una atención ´integral´ al paciente en tan sólo 10 minutos, a recetar con criterios economicistas de ahorro para la EPS y no buscando lo mejor para el paciente, y a remitir a los especialistas y mandar exámenes costosos sólo en casos extremos.

En resumidas cuentas, la Ley Estatutaria de Salud implica el reconocimiento social de un derecho esencial para garantizar la dignidad humana y la igualdad de oportunidades de los ciudadanos, pero es algo que se queda en el papel, mientras sigue la crisis de las instituciones prestadoras de los servicios de salud, IPS.



Desde la semana pasada la Clínica León XIII -otrora emblemática institución del Seguro Social en Medellín y hoy propiedad de la IPS Universitaria- solo atienda urgencias vitales porque la IPS Universitaria tiene problemas de flujo de caja y altos niveles de cartera vencida[2].

Se déficit mensual es estima en unos $22.000 millones de pesos y por la falta de flujo de caja no se ha pagado a proveedores y se requieren $9.000 millones para pagar el recurso humano (A los empleados se les adeuda el mes de febrero).

En un comunicado informaron que “en enero la IPS Universitaria facturó servicios por valor de $42.030 millones de pesos y recibió pagos por $26.055 millones de pesos. En febrero la facturación ascendió a $47.244 millones de pesos y las entidades responsables de pago giraron tan sólo $27.224 millones de pesos”.

La situación financiera de la Clínica León XIII es el reflejo de lo que viven las clínicas y hospitales del país, debido a que las entidades que administran los ´clientes´ (pacientes) no les pagan por la atención que les brindan y por eso estas instituciones están al borde del cierre o dejan de prestar servicos esenciales para los usuarios, que siempre terminan pagando ´los platos rotos´.

De acuerdo con un estudio sobre la cartera hospitalaria aplicado a 140 Instituciones Prestadoras de Salud, y elaborado por la Asociación Colombiana de Hospitales y Clínicas, ACHC, la deuda que a junio de 2015 tenían las EPS del régimen contributivo y subsidiadolos entes territoriales, el Fosyga y otras entidades del Estado, con las IPS era de $5.8 billones de pesos, con un incremento del 10.1% con respecto a la deuda del semestre anterior.

La edición 34 del estudio de cartera hospitalaria señala que las EPS del régimen contributivo son las que concentran la mayor responsabilidad con un 38% de la deuda general hacia las instituciones hospitalarias ($2.1 billones), seguidas por las EPS del régimen subsidiado con un 32.9% y El Estado, incluidos los entes territoriales y el Fosyga con el 9.3%. Esta cifras quieren decir solamente una cosa, las IPS atienden a los pacientes lo mejor que pueden con sus menguados recursos, pero nadie les paga.

La cuestión de fondo, como bien lo ha advertido en reiteradas ocasiones el senador por el Polo Democrático Alternativo, Jorge Robledo, es que el sistema de salud en Colombia fue privatizado al acoger el modelo neoliberal del Consenso de Washington Los gobiernos de turno desde Gaviria, se dedicaron a entregarle a los privados, entidades y empresas estatales (Telecom, Flota Mercante Grancolombiana, Bancafé, el Seguro Social y más recientemente Isagén).

Dice Robledo que bajo esta óptica, para privatizar la salud, el Seguro Social fue calculadamente destruido, le dejaron los pensionados y los cotizantes pasaron a los fondos privados de pensiones. Y en el caso de la salud fue lo mismo, dice el senador Robledo: “Las EPS le raponearon al Seguro los pacientes menos problemáticos, digamos, y le dejaron los pacientes de alto costo, los más viejos, las enfermedades catastróficas. El propósito era arruinar al Seguro Social y lo arruinaron. Y no solo lo arruinaron, sino que después le arrebataron las clínicas, compradas todas a menos precio”[3].

En consecuencia, para acabar con el desangre financiero de clínicas y hospitales es preciso revertir el modelo y que el Estado atienda su mandato constitucional de velar por el derecho a la salud de los colombianos -asociado al derecho fundamental a la vida- y no lo delegue en empresas privadas que aplican un criterio mercantil y de negocio, por lo tanto lo que buscan es maximizar beneficios económicos, por encima de cualquier consideración, incluso la vida de seres humanos.



[1]El presidente Santos le dio vida con su firma el 16 de febrero de 2015.
[2] se suspendieron los procedimientos quirúrgicos electivos, ayudas diagnósticas, traslado interno de pacientes y radiología, entre otros.
[3] Intervención del senador Jorge Enrique Robledo en el debate al ministro de la Protección Social, Mauricio Santa María, sobre el sistema de salud, 3 de mayo de 2011. Disponible en: http://www.moir.org.co/La-Ley-100-no-es-para-la-salud.html

2 comentarios:

  1. Este es un asunto mi apreciado colega Jaime Alberto, con tantos enredos medianamente explicados por cada quien desde su óptica (no siempre con sana visiòn) que, siguiendo tu analogía, podrìa decirse que es un paciente terminal con fallas severas en todos sus órganos vitales.

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