miércoles, 30 de marzo de 2016

La reforma tributaria estructural golpeará a los más pobres

El otro gran reto que tiene el Gobierno Nacional este año  -aparte de la firma de los acuerdos de paz y la refrendación de los mismos por parte de los colombianos- es la presentación al Congreso del proyecto de ley para sacar adelante la llamada Reforma Tributaria Estructural, que es urgente para nivelar la economía dadas las negativas consecuencias de la caída de los precios internacionales del petróleo, la devaluación del peso y el abultado déficit fiscal.

El proyecto sobre la Reforma Tributaria Estructural será presentado en el segundo semestre de 2016 para estudio y discusión en el Congreso de la República. En consecuencia la reforma quedaría totalmente implementada en el curso del período 2016-2018.

Desde ya el debate promete ser candente puesto que se han escuchado voces  a favor y en contra. Las primeras consideran que aunque la situación fiscal es complicada, el tema de la reforma tributaria es ineludible; mientras que quienes están en contra, sostienen precisamente que problema fiscal, la problemática social y la caída en la inversión[1], harían que una reforma tributaria -que contempla entre otros aspectos el incremento del IVA y el impuesto a las entidades sin ánimo de lucro- fuese nefasta para el bolsillo de los colombianos.

Tras la divulgación del reporte de la Comisión de Expertos Tributarios, los analistas se entregaron a la compleja labor de estimar cuánto podría aportar una reforma tributaria como la planteada por la comisión. Anif por ejemplo, estimó en primera instancia que podría aportar cerca de 2% del PIB por año de nuevo recaudo.

Sin embargo, más allá del cálculo o el análisis matemático-financiero del recaudo que se puede obtener, es bueno mirar cuáles son los segmentos productivos y poblacionales sobre cuyos hombros recaerá el peso de ese recaudo.

En ese sentido, dos mensajes de fondo deja la misión de expertos. El primero, que el recaudo adicional es mejor conseguirlo por la vía de impuestos indirectos como el IVA[2], sobretasa a los combustibles y  el Gravamen a los Movimientos Financieros (4 x 1.000), que por la vía de impuestos directos: como renta y riqueza, ya que gravar excesivamente el capital puede desestimular aún más la inversión. Segundo, que los impuestos directos son más eficientes y su efecto en los sectores menos favorecidos de la población puede ser compensado a través de una red de protección social.



Claramente se observa el sesgo neoliberal de la Comisión de Expertos, al considerar prioritaria la protección del capital por encima de eventuales efectos negativos desde el punto de vista social. Según la propuesta, los bienes que quedarían excluidos de IVA son: educación y salud; transporte público de pasajeros; la venta y alquiler de inmuebles con destino residencial; rendimientos financieros y los consumos mínimos vitales de agua potable, energía, gas y telefonía fija. Todos los demás que aparecen en el estatuto tributario, como excluidos, pasarían a pagar IVA de 5% (Allí están, entre otros, verduras, frutas, miel, granos, medicinas, el asfalto, etc).

Con un IVA del 10% quedarían gravados otros bienes y servicios como computadores, celulares, servicio de internet para los estratos 1, 2 y 3 y los servicios públicos para consumos más allá del mínimo vital. Y a la tarifa general de 19% quedarían gravados intangibles como software, compra de marcas, patentes y franquicias, la medicina prepaga y las comisiones y cobros por servicios del sector financiero. El mensaje de fondo es que la base de productos del IVA deberá ampliarse para que aumente el recaudo.

Para enfrentar el debate político que genera la propuesta de gravar productos y servicios básicos de la canasta familiar, la comisión considera que el país ha evolucionado de manera importante en el gasto social, a través de programas como Familias en Acción y todos los de protección que lidera el Departamento de la Prosperidad Social. Ese es el principal argumento esgrimido para justificar el aumento en las tarifas y productos gravados con IVA que afecta a sectores de menor ingreso. Es decir, se supone que ese efecto negativo será compensado a través de gasto social, lo cual no parece un argumento muy sólido ante la delicada situación fiscal.

De antemano se sabe que cuando hay recortes presupuestarios[3], todos los programas sociales se ven afectados, aunque el presidente Santos diga en sus declaraciones que no. Igualmente, hay que tener presente que no solamente los sectores más pobres de la población se ven afectados por reformas tributarias de ese tipo, sino que golpean fortísimo también a la clase media, que además no tener nutridas fuentes de ingresos (en muchos casos solamente su salario), generalmente está excluida de los beneficios de los programas sociales del gobierno.

Mientras el nuevo recaudo provendrá de los impuestos indirectos, el contemplado revolcón a los tributos directos para modernizar su estructura, tendrá un efecto neutro sobre el recaudo, pues éste ni aumentará ni caerá, porque la premisa es que la tributación no debe desestimular la inversión.

En este sentido, la propuesta de la comisión se centra en eliminar la estructura del impuesto a la renta, el Cree y sus sobretasas, para reemplazarla por un Impuesto a las Utilidades de las Empresas (UIE), cuya tasa debe quedar entre el 30% y el 35%. El argumento de la comisión es que el actual sistema ha generado muchas inequidades e ineficiencias, pues el esquema vigente contribuye poco a la redistribución del ingreso y grava mucho la inversión.

Por otro lado, a la clase media ya golpeada por el aumento del IVA, las sobretasas a los combustibles y el 4 x 1.000, se le asestaría oro duro golpe, ya que se propone que los colombianos empezarían a pagar el impuesto de renta no desde los $3 millones, como ocurre hoy, sino a partir de $1.5 millones mensuales.  La comisión señala que para estos rangos con rentas bajas, la tarifa promedio iría desde 2.5% hasta 4%. El objetivo de esta propuesta es, claramente, aumentar la cantidad de personas que declaran y pagan el impuesto.

También se propone mantener la tarifa de 10% para ganancias ocasionales por herencia, y de 20% para loterías, rifas y juegos de suerte y azar. Sin embargo, se incluiría una nueva tarifa de 15% para la ganancia por venta de inmuebles y otros activos, porcentaje que igualmente se aplicaría al impuesto por dividendos.

En Conclusión, si nos atenemos a los tecnicismos de la lógica de la economía liberal (neoliberal), la propuesta que diseñó la comisión de expertos parece sensata y, de implementarse, podría significar un avance para el sistema tributario colombiano, pero si la miramos desde la óptica del impacto social, se ve que será claramente perjudicial y desventajosa para las personas de menores ingresos  y la clase media asalariada. Desde ese punto de vista hay que decir que el ambiente político es desfavorable para sacar adelante la reforma, porque con un gobernante jugando todo su capital político a la paz, no parece muy viable, ya que el mayor recaudo que se pretende se sustenta en tributos indirectos como el IVA, con cuyo aumento sufren más los sectores de menores capacidades de ingresos.




[1]La inversión extranjera directa en Colombia cayó un 37% en los dos primeros meses de 2016 respecto al año anterior. Ver artículo en el diario El Colombiano del 29 de marzo de 2016. Disponible en http://www.elcolombiano.com/negocios/economia/inversion-extranjera-directa-cayo-en-primeros-meses-de-2016-HL3827191
[2] El IVA quedaría con cinco grupos definidos: no gravados (hoy excluidos), categoría de gravados a 0% (hoy exentos), y categorías de gravados a 5%, a 10% y a 19%. 
[3] El año pasado el gobierno Santos hizo un recorte de $8.5 billones en el presupuesto de esa vigencia y el 22 de febrero de este  año, luego de un Consejo de Ministros, se anunció otro recorte de $6 billones para la vigencia de 2016.

miércoles, 23 de marzo de 2016

Colombia: Viacrucis de un gobernante al que el país se le salió de las manos

Los últimos cinco presidentes de Colombia se han caracterizado por generar grandes expectativas frente a su mandato, al proponer asuntos determinantes para la vida del país. Sin embargo, al concentrase en un solo asunto -que en muchos casos tampoco resuelven debidamente- descuidan otros aspectos importantes para los colombianos y terminan sus mandatos de manera deslucida y con su popularidad en declive. Esa ha sido las constante desde Gaviria hasta Santos, pasando por Samper, Pastrana y Uribe.



“Bienvenidos al futuro” fue la frase lapidaria con la que César Gaviria Trujillo terminó su discurso de posesión el 7 de agosto de 1990, significando con ello que con la aplicación del llamado Consenso de Washington[1], el país saldría de la postración económica y generaría mayor bienestar para todos. Efectivamente, durante la administración Gaviria, se promovió el proceso de apertura económica[2], mediante la reducción de los aranceles y las barreras al comercio y se abrieron las puertas a la inversión extranjera, que masivamente empezó a llegar al país para apoderarse de empresas privadas (Coltabaco y Bancoquia, por ejemplo) y estales (Telecom) y entró al próspero negocio de la Seguridad Social (EPS y fondos de pensiones y cesantías).

Aunque durante el mandato Gaviria se reunió la Asamblea Nacional Constituyente que dio una nueva carta magna la país y con ella una luz de esperanza para los colombianos, la aplicación del recetario económico de Washington no pudo ser más devastador. Las empresas colombianas perdieron competitividad en el mercado interno, sin estar preparadas para conquistar mercados externos, la flexibilización laboral aumentó el desempleo y la informalidad, y aunque se emprendieron planes de modernización de la infraestructura de puertos, vías y comunicaciones, no fueron suficientes. Todo ello, amén de la época de terror que sembró Pablo Escobar Gaviria mediante atentados terroristas que parecían interminables y doblegaban el espíritu de los colombianos, sin que el gobierno fuera capaz de sortear adecuadamente la situación.

Aunque analistas dicen que Ernesto Samper Pizano tenía uno de los programas sociales mejor estructurados de los últimos años en Colombia, su gobierno no pudo desarrollarlos a cabalidad, ya que el mandatario se dedicó a defenderse de las acusaciones de ingreso de dineros del narcotráfico en su campaña (Proceso 8.000). Su sucesor, Andrés Pastrana Arango, si bien consolidó toda la estructura estatal para facilitar el comercio exterior a los empresarios colombianos, lo más recordado de su gestión es la puesta en marcha del controvertido Plan Colombia[3] y el fallido proceso de paz con las Farc, en desarrollo del cual su administración acepta la desmilitarización 42.000 kilómetros cuadrados en la zona de despeje de El Caguán, la cual fue aprovechada por la guerrilla para fortalecerse militar y políticamente, así como para incrementar los secuestros y las extorsiones.

Fue precisamente ese frustrado proceso con las Farc y el truncado anhelo de paz de los colombianos, lo que hizo que cobrara vitalidad el discurso guerrerista (Mano fuerte y Corazón grande) de un político regional, de estirpe campesina, como Alvaro Uribe Vélez, quien con su promesa básica de acabar con la guerrilla, llega al poder el 7 de agosto de 2002[4].

Si bien durante sus ocho años de gobierno el presidente Uribe propinó duros golpes a las Farc, como la muerte de Raúl Reyes el 01 de marzo de 2008, no solamente no acabó con esa guerrilla, sino que con la extradición de los principales jefes paramilitares, se descuadernó la estructura de las Autodefensas Unidas de Colombia, que devinieron en las hoy conocidas Bacrim (Bandas Criminales) como los Usúga y Los Urabeños, enfrascadas en continuas disputas territoriales por el negocio del narco y microtráfico en Colombia.

Pero además, el gobierno de Uribe pasó tristemente a la historia como el de los falsos positivos, las chuzadas telefónicas a periodistas, líderes sindicalistas y de izquierda, así como a magistrados de las altas cortes; el escándalo de la parapolítica y el de Agro Ingreso Seguro. Además durante sus dos periodos de gobierno, Uribe llevó a cabo impopulares reformas en los campos laboral, tributario y pensional.

www.publimetro.co


Santos: caso aparte
Mención aparte merece el actual presidente de los colombianos, quien se las arregló para hacer parte de los gobiernos anteriores, con excepción del de Samper. Fue ministro de Comercio con César Gaviria, luego de Hacienda con Pastrana y fue el ministro de Defensa de Uribe, quien lo nombró en el cargo en 2006.

Al igual que sus antecesores, pero especialmente Pastrana y Uribe, Santos ha tenido un asunto prioritario en sus dos mandatos. Pastrana se jugó todo por la paz, Uribe le apostó a la guerra y al exterminio de las Farc, y ahora nuevamente Santos le apuesta a la paz, pero descuidando otros aspectos vitales en la vida del país.

Santos, en su afán de pasar a la historia como el presidente que firmó la paz con la guerrilla más antigua del mundo, ha cometido incluso la torpeza de poner fechas  tope para la firma de los acuerdos y en su obstinación por la paz ha descuidado temas trascendentales como el litigio por la plataforma continental con Nicaragua[5], sacar adelante la reforma a la educación superior (que tuvo que engavetar ante la férrea oposición de los estudiantes universitarios), está pendiente una reforma a fondo del sistema penitenciario y carcelario del país y hace falta un reforma también de fondo a la justicia en Colombia, pues la reforma del Equilibrio de Poderes no resultó suficiente. Por otro lado, Santos no ha actuado diligentemente en el caso de corrupción de la llamada ´Comunidad del anillo´ en la Policía Nacional.

Como si fuera poco, su gobierno ha manejado de manera desacertada el sector energético, porque no se sabe a dónde fueron parar US$10 millones de dólares del cargo por confiabilidad que supuestamente eran para acometer las obras que permitieran conjurar los efectos adversos del fenómeno climatológico de El Niño. En este aspecto no solamente estamos ad portas de drásticos racionamientos, sino que para empeorar el asunto, su gobierno vendió a Isagén y semanas después anunció que Colombia deberá comprarle energía eléctrica a Ecuador y gas a Venezuela.

Santos tiene pendiente además, llevar al Congreso el proyecto de la cacareada reforma tributaria estructural para hacer frente a la reducción de ingresos por la caída de los ingresos petroleros (debido a los bajos precios internacionales) y la toma de medidas tendientes a frenar la creciente inflación (en gran parte debida a la devaluación del peso frente al dólar) y reactivar el crecimiento económico y la generación de empleo.

Pareciera que Santos estuviese aplazando estas medidas en materia económica, que a todas luces son impopulares -como el aumento del IVA y la reducción del tope de ingresos para que más colombianos entren a tributar- y estar apostando todo su capital político a la firma del proceso de paz con las Farc, esperando que ello le permita recuperar la popularidad perdida en el país y le de prestigio internacional.



[1]El concepto y nombre del consenso de Washington fue Presentado por primera vez en 1989 por John Wiliamson, economista del Instituto Paterson de Economía Internacional. Resume una serie de temas comunes entre instituciones de asesoramiento político con sede en Washington, como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y Departamento del Tesoro de los Estados Unidos, de los cuales se creían necesarios para la recuperación económica de los países Latinoamericanos afectados por las crisis económicas y financieras de los 80.
[2]Se creó el Ministerio de Comercio Exterior (ley 07 de enero 16 de 1991).
[3] Su verdadero nombre es Plan para la Paz y el Fortalecimiento del Estado. Es un acuerdo bilateral constituido entre los gobiernos de Colombia y Estados Unidos, con el fin de generar una revitalización social y económica, terminar el conflicto armado en el país y crear una estrategia de lucha contra el narcotráfico. Se firmó en 1999 durante las administraciones de los presidentes Andrés Pastrana y Bill Clinton.
[4] El 26 de mayo de 2002 fue elegido Presidente de la República en primera vuelta con el 54.51% de los votos. El 28 de mayo de 2006, luego de que el Congreso de la República aprobara una reforma constitucional que permite la reelección del Presidente de la República, Álvaro Uribe es reelegido.
[5] En sentencia del 19 de noviembre de 2012, la Corte Internacional de Justicia, resolvió a favor de Nicaragua el caso sobre la disputa territorial y de delimitación marítima con Colombia, iniciado por el país centroamericano en 2001. La semana pasada  la CIJ se declaró competente para resolver las demandas de Nicaragua sobre Colombia.

miércoles, 16 de marzo de 2016

La salud en Colombia, un paciente terminal

A poco más de un año de haber entrado en vigencia la nueva ley estatutaria de salud en Colombia, puede verse que el ´paciente´ no ha mejorado nada y en el mejor de los casos todo sigue igual, o sea, muy mal; si no es que se ha que ha empeorado. Es decir, el paciente ya salió de su fase crítica, pero no porque mejoró, sino porque entró a la fase terminal.

Este año de vigencia de la ley[1] ha demostrado que la fiebre del paciente no estaba en las sábanas y que la  nueva ley -que pretendía mejorar el acceso a los servicios de salud de los colombianos y que consagra la salud como un derecho fundamental- se quedó en pañitos de agua tibia que no solucionaron el problema de fondo.

No hace falta que una ley declare la salud como derecho fundamental -eso lo dice la Constitución Política de Colombia-, lo que se precisa es que la realidad se corresponda con esa declaración de principios, o sea, que el sistema esté estructurado para la atención al derecho fundamental a la salud y no para prestar un servicio que se brinda mejor a quien más posibilidades económicas tiene.

En otras palabras, se precisa que el sistema vea al ser humano como a un paciente al que hay que darle atención digna en correspondencia con su derecho fundamental a la salud, y no como un cliente que está pagando por un servicio. Es   decir, es necesario un cambio de enfoque en el sistema de salud en Colombia, aparejado con un cambio estructural, que no propició la ley estatutaria 1751 de 2015.

Se supone que dicha ley facilitaría el mejoramiento en el acceso a los servicios de salud, cosa que no ha ocurrido en estos 14 meses de vigencia. Igualmente, con la entrada en vigencia de la ley se eliminarían las autorizaciones para las atenciones de urgencias, pero simultáneamente se estandarizó en cinco niveles el procedimiento del Triage, que es el sistema de selección y clasificación de pacientes en urgencias.

También con la ley se buscaba fortalecer el control de precios a los medicamentos, al confirmar la atribución del Estado para ejercer inspección, vigilancia y control al sector farmacéutico, y a decir verdad, en ese sentido algo se ha hecho.  Sin embargo, la calidad de los medicamentos no solamente depende de criterios científicos y del control gubernamental, sino también de la ética empresarial, generalmente ausente en las multinacionales farmacéuticas movidas por un desmedido ánimo de lucro. De ahí la importancia de que en este tema haya una permanente vigilancia ciudadana y de la opinión pública.

Igualmente consigna la ley, la autonomía médica, es decir, pide a los profesionales de la salud que hagan su trabajo con autorregulación, ética, racionalidad y evidencia científica. Sin embargo, en la práctica siguen constreñidos a dar una atención ´integral´ al paciente en tan sólo 10 minutos, a recetar con criterios economicistas de ahorro para la EPS y no buscando lo mejor para el paciente, y a remitir a los especialistas y mandar exámenes costosos sólo en casos extremos.

En resumidas cuentas, la Ley Estatutaria de Salud implica el reconocimiento social de un derecho esencial para garantizar la dignidad humana y la igualdad de oportunidades de los ciudadanos, pero es algo que se queda en el papel, mientras sigue la crisis de las instituciones prestadoras de los servicios de salud, IPS.



Desde la semana pasada la Clínica León XIII -otrora emblemática institución del Seguro Social en Medellín y hoy propiedad de la IPS Universitaria- solo atienda urgencias vitales porque la IPS Universitaria tiene problemas de flujo de caja y altos niveles de cartera vencida[2].

Se déficit mensual es estima en unos $22.000 millones de pesos y por la falta de flujo de caja no se ha pagado a proveedores y se requieren $9.000 millones para pagar el recurso humano (A los empleados se les adeuda el mes de febrero).

En un comunicado informaron que “en enero la IPS Universitaria facturó servicios por valor de $42.030 millones de pesos y recibió pagos por $26.055 millones de pesos. En febrero la facturación ascendió a $47.244 millones de pesos y las entidades responsables de pago giraron tan sólo $27.224 millones de pesos”.

La situación financiera de la Clínica León XIII es el reflejo de lo que viven las clínicas y hospitales del país, debido a que las entidades que administran los ´clientes´ (pacientes) no les pagan por la atención que les brindan y por eso estas instituciones están al borde del cierre o dejan de prestar servicos esenciales para los usuarios, que siempre terminan pagando ´los platos rotos´.

De acuerdo con un estudio sobre la cartera hospitalaria aplicado a 140 Instituciones Prestadoras de Salud, y elaborado por la Asociación Colombiana de Hospitales y Clínicas, ACHC, la deuda que a junio de 2015 tenían las EPS del régimen contributivo y subsidiadolos entes territoriales, el Fosyga y otras entidades del Estado, con las IPS era de $5.8 billones de pesos, con un incremento del 10.1% con respecto a la deuda del semestre anterior.

La edición 34 del estudio de cartera hospitalaria señala que las EPS del régimen contributivo son las que concentran la mayor responsabilidad con un 38% de la deuda general hacia las instituciones hospitalarias ($2.1 billones), seguidas por las EPS del régimen subsidiado con un 32.9% y El Estado, incluidos los entes territoriales y el Fosyga con el 9.3%. Esta cifras quieren decir solamente una cosa, las IPS atienden a los pacientes lo mejor que pueden con sus menguados recursos, pero nadie les paga.

La cuestión de fondo, como bien lo ha advertido en reiteradas ocasiones el senador por el Polo Democrático Alternativo, Jorge Robledo, es que el sistema de salud en Colombia fue privatizado al acoger el modelo neoliberal del Consenso de Washington Los gobiernos de turno desde Gaviria, se dedicaron a entregarle a los privados, entidades y empresas estatales (Telecom, Flota Mercante Grancolombiana, Bancafé, el Seguro Social y más recientemente Isagén).

Dice Robledo que bajo esta óptica, para privatizar la salud, el Seguro Social fue calculadamente destruido, le dejaron los pensionados y los cotizantes pasaron a los fondos privados de pensiones. Y en el caso de la salud fue lo mismo, dice el senador Robledo: “Las EPS le raponearon al Seguro los pacientes menos problemáticos, digamos, y le dejaron los pacientes de alto costo, los más viejos, las enfermedades catastróficas. El propósito era arruinar al Seguro Social y lo arruinaron. Y no solo lo arruinaron, sino que después le arrebataron las clínicas, compradas todas a menos precio”[3].

En consecuencia, para acabar con el desangre financiero de clínicas y hospitales es preciso revertir el modelo y que el Estado atienda su mandato constitucional de velar por el derecho a la salud de los colombianos -asociado al derecho fundamental a la vida- y no lo delegue en empresas privadas que aplican un criterio mercantil y de negocio, por lo tanto lo que buscan es maximizar beneficios económicos, por encima de cualquier consideración, incluso la vida de seres humanos.



[1]El presidente Santos le dio vida con su firma el 16 de febrero de 2015.
[2] se suspendieron los procedimientos quirúrgicos electivos, ayudas diagnósticas, traslado interno de pacientes y radiología, entre otros.
[3] Intervención del senador Jorge Enrique Robledo en el debate al ministro de la Protección Social, Mauricio Santa María, sobre el sistema de salud, 3 de mayo de 2011. Disponible en: http://www.moir.org.co/La-Ley-100-no-es-para-la-salud.html

miércoles, 9 de marzo de 2016

La inflación, otro dolor de cabeza para el equipo económico del gobierno Santos

En medio de la crisis económica mundial, originada en las naciones más poderosas del mundo, la inflación aparece como uno de los fenómenos más previsibles, pero también más  difíciles de controlar, como se está evidenciando en Colombia.

Se entiende por inflación cuando el dinero pierde poder adquisitivo, o en otras palabras, cuando progresivamente comienza a subir el costo de vida, representado en el aumento de los precios de bienes y servicios presentes en la economía del país. Puede ser Inflación por demanda, cuando la demanda de bienes y servicios de  la economía es mayor a su oferta; es decir, cuando la capacidad productiva (oferta de bienes) no puede aumentar al mismo ritmo que la demanda de bienes. Hay Inflación de costos cuando el precio final de bienes y servicios está íntimamente relacionado con los costos de producción, es decir, un aumento en los costos generará un aumento del precio final de los productos.

Generalmente una de las dos variables de inflación se presenta predominantemente en una economía, pero lo que viene ocurriendo en Colombia es una combinación de ambas. En el país hay inflación por demanda a causa de la presencia del fenómeno climatológico del Niño, que ha afectado la oferta de muchos productos agrícolas[1]. Hay también inflación por costos, debido a que ante el declive de los  precios internacionales del petróleo (que afecta directamente los ingresos por exportaciones), se presenta una subida estrepitosa del dólar, que encarece los bienes y materias primas importados, así como los insumos agrícolas (fertilizantes y demás), lo cual incide, desde otro lado, en los precios de los alimentos.

Así las cosas, la inflación -que tradicionalmente no había sido preocupación para los últimos gobiernos- se convirtió desde 2015 nuevamente en una variable macroeconómica que preocupa al gobierno y que al obedecer a dos causas -tanto por demanda como por costos- hace que sea más difícil su control y manejo.

La meta de inflación del gobierno para el 2015 estaba en un rango entre el 3% y 3,2 %, pero finalmente se duplicó y cerró en el 6.77% y los salarios de los colombianos subieron sólo el 7%, lo cual quiere decir, que la recuperación del poder adquisitivo del bolsillo de los colombianos, fue prácticamente nulo[2].



Pero como si eso fuera poco, el crecimiento del PIB rondará el 3%, cifra  muy parecida a la fijada por el Gobierno y el Banco de la República para 2016 (3.5%), aunque Fedesarrollo estima que podría ser sólo del 2,8%, debido al menor aporte del petróleo a las finanzas públicas, lo que generaría un déficit fiscal del 3,6% del PIB, que el Gobierno deberá cubrir con una nueva reforma tributaria, proyecto que presentará al  Congreso próximamente. 

La situación se vuelve más compleja aún, si miramos las expectativas de inflación obtenidas por la encuesta a analistas financieros por parte del Emisor, las cuales subieron en enero al 4,63% para 2016 y al 3,83% para el 2017. De acuerdo con el Dane, el Índice de Precios al Consumidor (IPC) fue del 1.28% en febrero[3] de 2016, mientras que en lo corrido del año, el acumulado es del 2,59%, siendo nuevamente los alimentos los que más presionaron al alza.

Con los datos que acaba de revelar el Dane para el primer bimestre del 2016, se completa más de un año por fuera del rango meta del Banco de la República, que se ubica entre 2% y 4% y que según reconoció recientemente el propio gerente del Banco de la República, José Darío Uribe, solo se va lograr dentro de dos años.
Pese a los nubarrones que se ciernen sobre la economía Colombiana en este 2016, el ministro de Hacienda, Mauricio Cárdenas, parece muy optimista al afirmar que “Colombia se ubicará entre las cuatro economías latinas que más crecen, y también entre las de mayor proyección internacional”.

Sin embargo, hay pocas razones para ser optimistas.  Además del desplome de la renta petrolera y el bajón exportador -pese a que la tasa de cambio es favorable para las empresas que tienen mercados externos-, preocupan el aumento en el índice de precios al consumidor. Nadie quisiera volver a los tiempos en que el país vivía con una inflación de dos dígitos.

Igualmente, preocupa que la subida en los tipos de interés para tratar de controlar la inflación, desestimule aún más el crecimiento del PIB, lo cual que se reflejará en un aumento de la tasa de desempleo, que está hoy en 9%.

Aunque para algunos pueda sonar exagerado y dramático, el país podría verse abocado a vivir el fenómeno de la estanflación, situación económica de un país que se caracteriza por un estancamiento económico (no crece el PIB) a la vez que persiste el alza de los precios de los productos, bienes y servicios.

No obstante, el gobierno espera que en los meses siguientes el IPC empiece a disminuir, si se tiene en cuenta que los precios de los alimentos empezarían a bajar, ya que se prevé que el Fenómeno de El Niño llegue a su fin entre mayo y junio. Por el lado del PIB se espera que llegue siquiera al 3%, pues ante la caída del sector petrolero, el gobierno le apostó a la industria y construcción, pero partiendo de la base de que esos esfuerzos hayan sido suficientes.




[1] El año pasado, por ejemplo, hubo fuertes heladas en el altiplano cundiboyacense y Nariño que afectaron la producción de alimentos como la papa.
[2] Ver mi artículo: “Al salario mínimo en Colombia se lo devora la inflación”, publicado en este blog el 22 de diciembre de 2015. Disponible en: http://observadorpoliticoeconomico.blogspot.com/2015/12/al-salario-minimo-en-colombia-se-lo.html
[3] Dentro de los gastos básicos, otras hortalizas y legumbres frescas arrojaron la mayor variación, con 12,26 %. El incremento del arroz fue del 7,05 %, y del azúcar, 6 %, entre otros elementos que componen este grupo.

miércoles, 2 de marzo de 2016

Subempleo e informalidad predominan en el panorama laboral colombiano

Al presentar esta semana los resultados de la Gran Encuesta Integrada de Hogares[1], el Departamento Administrativo Nacional de Estadística, Dane, destaca que pese a que la tasa de desempleo pasó del 10.8% en enero de 2015 a 11.9% en enero de 2016, la tasa Global de Participación[2] fue la más alta de los últimos 16 años (64.5%), y la tasa de ocupación[3] permaneció alta y estable (56.9%).

Resalta igualmente el Dane que en enero de este año 265.000 colombianos más encontraron empleo y que el comercio, las actividades inmobiliarias y los servicios, fueron las ramas que más jalonaron la generación del empleo en el país, donde en total hay 21,4 millones de personas ocupadas.

Lo primero que hay que decir es que las actividades que están dinamizando el empleo en Colombia, manejan un alto porcentaje, si no de informalidad, por lo menos de empleos poco estables o por prestación de servicios (sin vinculación laboral para que las empresas se ahorren las prestaciones sociales). Por otro lado, bien habla el Dane de personas ocupadas, pues, desde el punto de vista estadístico, tan ocupado está quien figura vinculado laboralmente a una empresa, como el que tiene un contrato de prestación de servicios -modalidad muy socorrida en el comercio, donde la persona gana comisiones por ventas- como también se considera ocupado quien trabaja informalmente  e incluso  quien está buscando trabajo, de un lado para otro, al momento de hacer la encuesta.

Es bueno en este punto, antes de continuar, dar un vistazo a los mismos conceptos oficiales que maneja el Dane:
Población en edad de trabajar (PET): Está constituida por las personas de 12 y más años en la parte urbana, y de 10 años y más en la parte rural.

Población económicamente activa (PEA): También se llama fuerza laboral y son las personas en edad de trabajar, que trabajan o están buscando empleo. Esta población se divide en:

Ocupados (O): Son las personas que durante el período de referencia se encontraban en una de las siguientes situaciones: 1. Trabajó por lo menos una hora remunerada en la semana de referencia. 2. Los que no trabajaron la semana de referencia, pero tenían un trabajo. 3. Trabajadores sin remuneración que trabajaron en la semana de referencia por lo menos 1 hora.

Desocupados (D): Son las personas que en la semana de referencia se encontraban en una de las siguientes situaciones:

1. Desempleo abierto: a. Sin empleo en la semana de referencia. b. Hicieron diligencias en el último mes. c. Disponibilidad.

2. Desempleo oculto: a. Sin empleo en la semana de referencia. b. No hicieron diligencias en el último mes, pero sí en los últimos 12 meses y tienen una razón válida de desaliento. c. Disponibilidad.

Subempleo
El subempleo subjetivo: Se refiere al deseo manifestado por el trabajador de mejorar sus ingresos, el número de horas trabajadas o tener una labor más propia de sus competencias personales.

El subempleo objetivo: Comprende a quienes tienen el deseo de mejorar sus ingresos, el número de horas trabajadas o tener una labor más propia de sus competencias personales; pero además han hecho una gestión para materializar su aspiración y están en disposición de efectuar el cambio.

Cortesía El Espectador


En lo que concierne al subempleo, el Dane acoge una resolución de la Organización Internacional del Trabajo, OIT, que define dos tipos de subempleo: subempleo por insuficiencia de horas, que existe cuando las horas de trabajo de una persona ocupada son insuficientes, y las situaciones de empleo inadecuado, que obedecen a otras limitaciones en el mercado de trabajo que coartan las capacidades y el bienestar de los trabajadores.

 Dice la OIT que toda persona puede encontrarse simultáneamente en estas dos formas de subempleo. De acuerdo con la reciente medición del Dane, en Colombia, 6.815.000 personas se encuentran en la categoría de subempleo subjetivo y 2.867 son subempleados objetivos.

Por otra parte, dice el ente estadístico, que en el trimestre móvil noviembre 2015- enero 2016, los empleados particulares aumentaron 1.8% (léase vinculados laboralmente) y el número de trabajadores por cuenta propia (léase trabajadores informales o quienes están en el ´rebusque´) aumentó 3,2% frente al mismo período del año anterior. Sin embargo, los empleos formales[4] que se están generando, están localizados en sectores como comercio, hoteles y restaurantes, actividades inmobiliarias, agricultura y ganadería, mientras que la generación de empleo decrece -según dice el Dane- en actividades como construcción (donde el empleo si bien es formal, se elaboran contratos de acuerdo a la duración de las obras), transporte, comunicaciones y la industria manufacturera.

En el caso de este reglón de la producción, el empleo que generó en el trimestre móvil noviembre de 2015-enero de 2016, bajó el 0.6%, lo cual demuestra la inutilidad de una reciente medida gubernamental (última reforma tributaria) en la que se redujo el impuesto de renta a las empresas para que generaran empleo, como también lo había hecho Uribe con su reforma del año 2002, que lo que único que hizo fue incrementar la informal laboral, aunque seguramente las empresas mejoraron su competitividad. Y es que eso es lo que persiguen medidas de corte neoliberal como esas, mejorar la posición competitiva de las empresas y no generar empleo; pues está comprobado que -independientemente de su carga impositiva, las empresas aumentan el personal sólo si crece la demanda de sus productos y/o servicios (En Colombia o en el exterior), no si dadivosamente el gobierno de turno les baja los impuestos.

Todo ello no significa sino una sola cosa, que el empleo en Colombia es cada vez más precario, sin el mínimo de garantías. Eso se ratifica con el siguiente dato del organismo gubernamental: “La población ocupada en los centros poblados y rural disperso fue 4,9 millones de personas, con un aumento de 4,2% frente al período noviembre 2014-enero 2015. La rama de agricultura, ganadería, caza, silvicultura y pesca absorbió 60,5% de la población ocupada, seguida de la rama comercio, hoteles y restaurantes con 14,1%”.

También quiere decir, que la informalidad[5] y el subempleo son mucho más grandes en Colombia que lo que reconoce el gobierno. Oficialmente, son trabajadores informales, los trabajadores familiares sin remuneración, los trabajadores sin remuneración en empresas o negocios de otros hogares, los empleados domésticos, los jornaleros o peones, los trabajadores por cuenta propia que laboran en establecimientos hasta cinco personas, excepto los independientes profesionales.

Lo que es evidente, y por tanto no se puede negar, es que en Colombia el mercado laboral de los últimos años se ha caracterizado no sólo por una alta tasa de desempleo, sino también por niveles muy importantes de subempleo e informalidad, lo cual debe mirarse no solamente como un gran problema económico, sino también social.



[1] Es una encuesta en la que el Dane solicita información sobre las condiciones de empleo de las personas (si trabajan, en qué trabajan, cuánto ganan, si tienen seguridad social en salud o si están buscando empleo). Además de las características generales de la población como sexo, edad, estado civil y nivel educativo, pregunta también sobre sus fuentes de ingresos.
[2]Cuantifica  cuantificar el tamaño relativo de la fuerza de trabajo. En él se compara la población económicamente activa y la población en edad de trabajar.
[3]Es un indicador del tamaño relativo de la demanda laboral en la economía: Mide el porcentaje de la población ocupada como proporción de la población en edad de trabajar.
[4] Formal no significa contar con todas las garantías laborales y prestacionales, porque los contratos por prestación de servicios también son formales y además legales.
[5] Las empresas del sector informal no cuentan con acceso a recursos del sistema financiero, no están registradas ante las autoridades y no hacen uso de la seguridad social (afiliación a sistema de salud, afiliación a fondos de pensiones o administradoras de riesgos profesionales, entre otros).