Lo que ha venido ocurriendo -y lo que está por
venir- en la definición de avales y respaldos a los candidatos a la Gobernación
de Antioquia y la Alcaldía de Medellín, reafirma lo expresado en esta misma
columna de opinión el pasado 4 de junio[1],
en el sentido de que los partidos políticos en Colombia se mueven más por
intereses burocrático-electorales representados por diferentes grupos o
facciones en su interior, que por idearios colectivos que apuntan al bien
común.
Hoy la disputa electoral por la Gobernación de
Antioquia y la Alcaldía de Medellín es bastante compleja, dados los contactos y
alianzas entre sectores que -quizás no ideológicamente- pero sí por su
concepción de la función del Estado y su estilo de gobierno, parecían muy
distantes. Hace menos de un año, cuando comenzaban a definirse los perfiles de
los candidatos y los apoyos, aparecían claramente identificadas tres fuerzas
políticas: El fajardismo, el uribismo y el santismo.
Las alianzas entre esas fuerzas, no sólo eran
impensables, sino incluso casi imposibles. Sin embargo, hace unas tres semanas
comenzaron contactos y acercamientos, algunos casi improbables, como la
eventual alianza entre Uribe y Fajardo, apoyados por el Grupo Empresarial
Antioqueño, GEA, para cerrarle el paso a Luis Pérez Gutiérrez, quien lidera la
intención de voto en prácticamente todas las encuestas. Pérez cuenta con el
apoyo económico del empresario Augusto López Valencia (el dueño de las tiendas
D1) y con el aval de los partidos Cambio Radical y Liberal y espera el del
Partido de la Unidad Nacional; además, hacia él pueden confluir apoyos
significativos como el proveniente de Liliana Rendón, en caso de no ser
candidata del Centro Democrático, y una amplia mayoría del Partido
Conservador.
Entre las opciones que se barajaron también estuvo
la posibilidad de que Alonso Salazar aspirara no a la Alcaldía de Medellín,
sino a la Gobernación de Antioquia, como estrategia del fajardismo para frenar
a Pérez, sin necesidad de aliarse con Uribe. Esa posibilidad quedó abolida el
fin de semana con el anuncio de la alianza de Salazar, aspirando a la alcaldía,
y para la gobernación Federico Restrepo, quien cuenta hoy con el respaldo de
los principales empresarios del GEA como David Bojanini (Suramericana de
Inversiones) y Carlos Raúl Yepes (Bancolombia).
Esa decisión,
a parte de romper la alianza de ´los federicos´ (dejando sin respaldo a
Federico Gutiérrez en su aspiración a la Alcaldía de Medellín), deja a Uribe
sin un candidato propio a la gobernación, ya que tiene presiones de los
empresarios antioqueños y de un grupo de parlamentarios de su partido para que
no avale a Liliana Rendón como candidata al primer cargo público del
departamento.
No obstante, por otro lado, le abre la posibilidad
de respaldar a Federico Gutiérrez a la Alcaldía de Medellín y de inscribir a
Juan Carlos Vélez como aspirante a la Gobernación de Antioquia, ya que una alianza
del Centro Democrático con Luis Pérez sería impensable dada la animadversión
del GEA hacia el ex alcalde de Medellín. Por ello no es de extrañar que se
presenten más acomodos y sorpresivas alianzas en estas semanas y que sólo hasta
el 25 de julio -cuando vence el plazo de inscripción de las candidaturas- se
tenga un panorama más claro en lo que respecta a los candidatos y los apoyos
con los que cuentan.
Todo ello, hace no sólo que hoy la diferencia entre
estos tres sectores no sea tan nítida, sino que genera la sensación de poca
coherencia ideológica y/o programática y confunde al potencial elector,
especialmente a aquel que se ubica en la franja del llamado voto de opinión.
Dichos hechos, además ponen en evidencia que para
los partidos, la participación política se circunscribe únicamente a la
participación electoral y por eso dan tanta trascendencia a los resultados de
las encuestas, que en últimas son los que conducen a alianzas y acuerdos aparentemente
sorprendentes, pero que bajo está lógica no lo son. También queda evidenciado que
al interior de los partidos no existen mecanismos muy claros y transparentes, o
verdaderamente democráticos, para escoger los candidatos a los cargos públicos
y corporaciones.
Partidos ´atrapa
todo´
Pese a que desde la Constitución de 1991 se ha
tratado de enriquecer las opciones del juego político en Colombia, da la
sensación de que el país no pasó de un sistema bipartidista a uno
multipartidista, sino que lo que existe es un multipartidismo limitado[2], pues
los movimientos existentes, más que partidos con identidad, coherencia y
solidez, parecen ser más empresas electorales, cuyo fin último es alcanzar el
mayor número de votantes y para ello cualquier cosa vale, hasta ´venderle el
alma al diablo´, lo que equivale a pactar con mi supuesto ´archienemigo´ político o ceder a las pretensiones de grupos
económicos, que cada vez quieren participar de una manera activa en al manejo
de los recursos públicos y en el diseño de políticas públicas que les favorezcan,
en una corriente denominada Neocorporativismo, descrita y analizada por Philippe C.
Schmitter[3].
Desde este punto de vista, los partidos actuales en
Colombia, parecen ajustarse a la caracterización de los partidos que hiciera
Otto Kirchheimer (1966) bajo el término catch all[4] (´atrapa
todo´), según el cual los partidos son vistos como maximizadores de votos, sin
auténticas ideologías propias.
Por eso al elector cada vez se le dificulta más
identificarse con programas o proyectos, pues como dice Pasquino (2011)[5],
la elección en favor de un candidato, sólo raramente se basa en el conocimiento
exhaustivo y en la completa aprobación de un programa. Todo ello contribuye a
que en el imaginario popular se piense que los políticos son todos iguales y
que los partidos son todo lo mismo, al tiempo que se los asocia estrechamente
con la corrupción.
Esto lleva a pensar que el régimen de democracia
representativa en Colombia no es un sistema de partidos, sino de casas
electorales orientadas a conseguir la mayor cantidad de votos, que además en su
interior no tienen claramente definidos los mecanismos de elección de sus
aspirantes a los diferentes cargos, o que si los tienen, quedan como letra muerta
a la luz de los acuerdos y pactos pre-electorales. Ejemplo claro de ello puede
ser lo que pasa actualmente en el Centro Democrático, pero que no ha sido una
situación ajena a otros partidos en otras épocas.
Ni
Centro ni Democrático
El Partido Centro Democrático (que tiene a Alvaro Uribe Vélez, como Presidente fundador
y máximo orientador) dice estar conformado por “ciudadanos
de diversos orígenes políticos unidos
por el respeto y la adhesión por la obra liderada por el ex presidente Uribe”[6],
más que un partido parece una facción conformada para exaltar a un líder.
Por otro lado, nada más alejado del centro que el
CD, ya que sus militantes son caracterizados hombres y mujeres de ultraderecha.
Ahora, bien, al juzgar por los hechos recientes, tampoco parece ser
democrático, pues al dejar sin respaldo a la ex senadora Liliana Rendón, está desatendiendo
las mismas normas que había establecido para la escogencia del candidato de la
colectividad a la Gobernación de Antioquia.
Recordemos
que Liliana Rendón y Andrés Guerra habían acordado realizar
foros en los diferentes municipios, debates televisados y finalmente
someterse a una encuesta que analizara la intención de voto de los antioqueños,
para definir el candidato único a la gobernación
de Antioquia.
Con un 44% de intención de voto, según la encuesta realizada por la
firma Invamer-Gallup, Rendón se impuso sobre Guerra quien obtuvo un 12%. La muestra tuvo
un total de 1008 encuestados en las 9 subregiones del
departamento. Gracias a esos resultados, acordes con las reglas
de juego, Liliana Rendón se convertía automáticamente en la candidata única del
Centro Democrático para la gobernación de Antioquia.
De ahí la posición de la aspirante de reclamar su
aval y de ir hasta el final.
Pero
además, el incumplimiento de acuerdos estatutarios y pactos entre candidatos
para concejos alcaldías y gobernaciones, ha generado no solo descontentos, sino
desconfianza al interior del partido. Recordemos también que le quedaron mal a
Juan Fernando Jaramillo tras su acuerdo (avalado por Uribe) con Juan Carlos
Vélez, según el cual él sería cabeza de lista para el concejo y este iría para
la Alcaldía.
Estos hechos ponen en evidencia que se trata de un
partido en el que no hay garantía democrática para cumplir acuerdos y pactos,
que se violan cuando los resultados no son los esperados por algunos de sus
congresistas o cuando las circunstancias aconsejan buscar pactos y alianzas con
otros partidos o movimientos.
Con esta falta de coherencia y apego a la normatividad,
el Centro Democrático, que tras haber obtenido el 20% de las votos del
departamento en las pasadas elecciones a Cámara de Representantes y perfilarse
como la principal fuerza electoral en Antioquia de cara al próximo 25 de
octubre, corre el riesgo de no contar con candidato propio, por lo que la
negociación con otros sectores políticos resulta ser la estrategia más clara,
aunque ello implique saltarse la normas internas del juego democrático en la
colectividad.
Para la Alcaldía
de Medellín
Por el lado de
las candidaturas la Alcaldía de Medellín, si bien las cosas aparecen menos
complejas que para la Gobernación de Antioquia, es válido aplicar el mismo
análisis, puesto que no hay un candidato único de la llamada Unidad Nacional,
pues mientras Eugenio Prieto cuenta con el Aval del Partido Liberal, Gabriel
Jaime Rico tiene el respaldo de Cambio Radical y de algunos liberales y
conservadores.
Además, no se
sabe si Federico Gutiérrez, que va por firmas y ya no tiene el respaldo del
fajardismo, se dejará tentar por el Centro Democrático que inscribiría a Juan
Carlos Vélez Uribe como candidato a la gobernación, en tanto que Alonso Salazar
Jaramillo, desde su aspiración a la Alcaldía y con el respaldo del GEA, impulsará
la candidatura de Federico Restrepo a la gobernación.
En el caso de
la disputa por la Alcaldía de Medellín, hay también claros intereses de los
empresarios antioqueños, pero que al parecer no hay unanimidad en los
candidatos a los cuáles respaldan, o tal vez aplican la estrategia de darles
recursos a todos, para así ganar de cualquier forma.
Según una reciente publicación de 360radio[7],
a Gabriel Jaime Rico lo apoya una fracción pequeña
del GEA, así como varias firmas de constructores importantes de la ciudad, sectores
académicos, algunos bancos, varios gremios de la movilidad y gremios del
turismo, por su trabajo en la gerencia de Plaza Mayor.
Federico Gutiérrez: tiene el apoyo de ingenieros y
arquitectos, así como de otra fracción del GEA, mientras que a la fecha Eugenio
Prieto no cuenta con el apoyo de grandes empresarios, en tanto que Alonso
Salazar tiene un respaldo mayoritario dentro del conglomerado empresarial
antioqueño, así como de empresarios del sector de la movilidad, de tecnología
para ciudades y líderes de las asociaciones del centro de la ciudad.
Por su parte, Juan Carlos Vélez: cuenta con el
apoyo de Manuel Santiago Mejía, quien apoya esta candidatura a través de sus
empresas Corveta, AKT, Foton, Alkosto, Katronix y Kalley. También lo apoyan varios
textileros y ganaderos.
[1] http://observadorpoliticoeconomico.blogspot.com/2015/06/la-disputa-politica-en-colombia-es-mas.html
[2]
Parra
Ramírez, Esther. “Vicisitudes del bipartidismo en Colombia”. Revista Reflexión
Política. Año 1 # 1. Bucaramanga, marzo de 1999.
[3] En 2009, Schmitter ganó el Premio
Johan Skytte por su "labor pionera en el papel del corporativismo en las
democracias modernas, y por su estimulante y análisis innovador de la
democratización".
[4] Tipo de partido político que busca atraer votantes de diversos
puntos de vista e ideologías.
[5] Pasquino,
Gianfranco (2011). Nuevo curso de Ciencia Política. México, Fondo de Cultura
Económica.
[6]
http://www.centrodemocratico.com/
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