jueves, 2 de julio de 2015

DEMOCRACIA SIN PARTIDOS Y PARTIDOS SIN DEMOCRACIA EN COLOMBIA

Lo que ha venido ocurriendo -y lo que está por venir- en la definición de avales y respaldos a los candidatos a la Gobernación de Antioquia y la Alcaldía de Medellín, reafirma lo expresado en esta misma columna de opinión el pasado 4 de junio[1], en el sentido de que los partidos políticos en Colombia se mueven más por intereses burocrático-electorales representados por diferentes grupos o facciones en su interior, que por idearios colectivos que apuntan al bien común.

Hoy la disputa electoral por la Gobernación de Antioquia y la Alcaldía de Medellín es bastante compleja, dados los contactos y alianzas entre sectores que -quizás no ideológicamente- pero sí por su concepción de la función del Estado y su estilo de gobierno, parecían muy distantes. Hace menos de un año, cuando comenzaban a definirse los perfiles de los candidatos y los apoyos, aparecían claramente identificadas tres fuerzas políticas: El fajardismo, el uribismo y el santismo.

Las alianzas entre esas fuerzas, no sólo eran impensables, sino incluso casi imposibles. Sin embargo, hace unas tres semanas comenzaron contactos y acercamientos, algunos casi improbables, como la eventual alianza entre Uribe y Fajardo, apoyados por el Grupo Empresarial Antioqueño, GEA, para cerrarle el paso a Luis Pérez Gutiérrez, quien lidera la intención de voto en prácticamente todas las encuestas. Pérez cuenta con el apoyo económico del empresario Augusto López Valencia (el dueño de las tiendas D1) y con el aval de los partidos Cambio Radical y Liberal y espera el del Partido de la Unidad Nacional; además, hacia él pueden confluir apoyos significativos como el proveniente de Liliana Rendón, en caso de no ser candidata del Centro Democrático,  y una amplia mayoría del Partido Conservador.

Entre las opciones que se barajaron también estuvo la posibilidad de que Alonso Salazar aspirara no a la Alcaldía de Medellín, sino a la Gobernación de Antioquia, como estrategia del fajardismo para frenar a Pérez, sin necesidad de aliarse con Uribe. Esa posibilidad quedó abolida el fin de semana con el anuncio de la alianza de Salazar, aspirando a la alcaldía, y para la gobernación Federico Restrepo, quien cuenta hoy con el respaldo de los principales empresarios del GEA como David Bojanini (Suramericana de Inversiones) y Carlos Raúl Yepes (Bancolombia).

 Esa decisión, a parte de romper la alianza de ´los federicos´ (dejando sin respaldo a Federico Gutiérrez en su aspiración a la Alcaldía de Medellín), deja a Uribe sin un candidato propio a la gobernación, ya que tiene presiones de los empresarios antioqueños y de un grupo de parlamentarios de su partido para que no avale a Liliana Rendón como candidata al primer cargo público del departamento.

No obstante, por otro lado, le abre la posibilidad de respaldar a Federico Gutiérrez a la Alcaldía de Medellín y de inscribir a Juan Carlos Vélez como aspirante a la Gobernación de Antioquia, ya que una alianza del Centro Democrático con Luis Pérez sería impensable dada la animadversión del GEA hacia el ex alcalde de Medellín. Por ello no es de extrañar que se presenten más acomodos y sorpresivas alianzas en estas semanas y que sólo hasta el 25 de julio -cuando vence el plazo de inscripción de las candidaturas- se tenga un panorama más claro en lo que respecta a los candidatos y los apoyos con los que cuentan.

Todo ello, hace no sólo que hoy la diferencia entre estos tres sectores no sea tan nítida, sino que genera la sensación de poca coherencia ideológica y/o programática y confunde al potencial elector, especialmente a aquel que se ubica en la franja del llamado voto de opinión.


Dichos hechos, además ponen en evidencia que para los partidos, la participación política se circunscribe únicamente a la participación electoral y por eso dan tanta trascendencia a los resultados de las encuestas, que en últimas son los que conducen a alianzas y acuerdos aparentemente sorprendentes, pero que bajo está lógica no lo son. También queda evidenciado que al interior de los partidos no existen mecanismos muy claros y transparentes, o verdaderamente democráticos, para escoger los candidatos a los cargos públicos y corporaciones.

Partidos ´atrapa todo´
Pese a que desde la Constitución de 1991 se ha tratado de enriquecer las opciones del juego político en Colombia, da la sensación de que el país no pasó de un sistema bipartidista a uno multipartidista, sino que lo que existe es un multipartidismo limitado[2], pues los movimientos existentes, más que partidos con identidad, coherencia y solidez, parecen ser más empresas electorales, cuyo fin último es alcanzar el mayor número de votantes y para ello cualquier cosa vale, hasta ´venderle el alma al diablo´, lo que equivale a pactar con mi supuesto ´archienemigo´ político o ceder a las pretensiones de grupos económicos, que cada vez quieren participar de una manera activa en al manejo de los recursos públicos y en el diseño de políticas públicas que les favorezcan, en una corriente denominada Neocorporativismo, descrita y analizada por Philippe C. Schmitter[3].

Desde este punto de vista, los partidos actuales en Colombia, parecen ajustarse a la caracterización de los partidos que hiciera Otto Kirchheimer (1966) bajo el término catch all[4] (´atrapa todo´), según el cual los partidos son vistos como maximizadores de votos, sin auténticas ideologías propias.

Por eso al elector cada vez se le dificulta más identificarse con programas o proyectos, pues como dice Pasquino (2011)[5], la elección en favor de un candidato, sólo raramente se basa en el conocimiento exhaustivo y en la completa aprobación de un programa. Todo ello contribuye a que en el imaginario popular se piense que los políticos son todos iguales y que los partidos son todo lo mismo, al tiempo que se los asocia estrechamente con la corrupción.

Esto lleva a pensar que el régimen de democracia representativa en Colombia no es un sistema de partidos, sino de casas electorales orientadas a conseguir la mayor cantidad de votos, que además en su interior no tienen claramente definidos los mecanismos de elección de sus aspirantes a los diferentes cargos, o que si los tienen, quedan como letra muerta a la luz de los acuerdos y pactos pre-electorales. Ejemplo claro de ello puede ser lo que pasa actualmente en el Centro Democrático, pero que no ha sido una situación ajena a otros partidos en otras épocas.

Ni Centro ni Democrático
El Partido Centro Democrático (que tiene a Alvaro Uribe Vélez, como Presidente fundador y máximo orientador) dice estar conformado por “ciudadanos de diversos orígenes políticos  unidos por el respeto y la adhesión por la obra liderada por el ex presidente Uribe”[6], más que un partido parece una facción conformada para exaltar a un líder.

Por otro lado, nada más alejado del centro que el CD, ya que sus militantes son caracterizados hombres y mujeres de ultraderecha. Ahora, bien, al juzgar por los hechos recientes, tampoco parece ser democrático, pues al dejar sin respaldo a la ex senadora Liliana Rendón, está desatendiendo las mismas normas que había establecido para la escogencia del candidato de la colectividad a la Gobernación de Antioquia.

Recordemos que Liliana Rendón y Andrés Guerra habían acordado realizar foros en los diferentes municipios, debates televisados  y finalmente someterse a una encuesta que analizara la intención de voto de los antioqueños, para definir el candidato único a la gobernación de Antioquia.

Con un 44% de intención de voto, según la encuesta realizada por la firma Invamer-Gallup, Rendón se impuso sobre Guerra quien obtuvo un 12%. La muestra tuvo un total de 1008 encuestados en las 9 subregiones del departamento. Gracias a esos resultados, acordes con las reglas de juego, Liliana Rendón se convertía automáticamente en la candidata única del Centro Democrático para la gobernación de Antioquia. De ahí la posición de la aspirante de reclamar su aval y de ir hasta el final.

Pero además, el incumplimiento de acuerdos estatutarios y pactos entre candidatos para concejos alcaldías y gobernaciones, ha generado no solo descontentos, sino desconfianza al interior del partido. Recordemos también que le quedaron mal a Juan Fernando Jaramillo tras su acuerdo (avalado por Uribe) con Juan Carlos Vélez, según el cual él sería cabeza de lista para el concejo y este iría para la Alcaldía.

Estos hechos ponen en evidencia que se trata de un partido en el que no hay garantía democrática para cumplir acuerdos y pactos, que se violan cuando los resultados no son los esperados por algunos de sus congresistas o cuando las circunstancias aconsejan buscar pactos y alianzas con otros partidos o movimientos.

Con esta falta de coherencia y apego a la normatividad, el Centro Democrático, que tras haber obtenido el 20% de las votos del departamento en las pasadas elecciones a Cámara de Representantes y perfilarse como la principal fuerza electoral en Antioquia de cara al próximo 25 de octubre, corre el riesgo de no contar con candidato propio, por lo que la negociación con otros sectores políticos resulta ser la estrategia más clara, aunque ello implique saltarse la normas internas del juego democrático en la colectividad.

Para la Alcaldía de Medellín
Por el lado de las candidaturas la Alcaldía de Medellín, si bien las cosas aparecen menos complejas que para la Gobernación de Antioquia, es válido aplicar el mismo análisis, puesto que no hay un candidato único de la llamada Unidad Nacional, pues mientras Eugenio Prieto cuenta con el Aval del Partido Liberal, Gabriel Jaime Rico tiene el respaldo de Cambio Radical y de algunos liberales y conservadores.


Además, no se sabe si Federico Gutiérrez, que va por firmas y ya no tiene el respaldo del fajardismo, se dejará tentar por el Centro Democrático que inscribiría a Juan Carlos Vélez Uribe como candidato a la gobernación, en tanto que Alonso Salazar Jaramillo, desde su aspiración a la Alcaldía y con el respaldo del GEA, impulsará la candidatura de Federico Restrepo a la gobernación.

En el caso de la disputa por la Alcaldía de Medellín, hay también claros intereses de los empresarios antioqueños, pero que al parecer no hay unanimidad en los candidatos a los cuáles respaldan, o tal vez aplican la estrategia de darles recursos a todos, para así ganar de cualquier forma.

Según una reciente publicación de 360radio[7], a Gabriel Jaime Rico lo apoya una fracción pequeña del GEA, así como varias firmas de constructores importantes de la ciudad, sectores académicos, algunos bancos, varios gremios de la movilidad y gremios del turismo, por su trabajo en la gerencia de Plaza Mayor.

Federico Gutiérrez: tiene el apoyo de ingenieros y arquitectos, así como de otra fracción del GEA, mientras que a la fecha Eugenio Prieto no cuenta con el apoyo de grandes empresarios, en tanto que Alonso Salazar tiene un respaldo mayoritario dentro del conglomerado empresarial antioqueño, así como de empresarios del sector de la movilidad, de tecnología para ciudades y líderes de las asociaciones del centro de la ciudad.

Por su parte, Juan Carlos Vélez: cuenta con el apoyo de Manuel Santiago Mejía, quien apoya esta candidatura a través de sus empresas Corveta, AKT, Foton, Alkosto, Katronix y Kalley. También lo apoyan varios textileros y ganaderos.




[1] http://observadorpoliticoeconomico.blogspot.com/2015/06/la-disputa-politica-en-colombia-es-mas.html
[2] Parra Ramírez, Esther. “Vicisitudes del bipartidismo en Colombia”. Revista Reflexión Política. Año 1 # 1. Bucaramanga, marzo de 1999.
[3] En 2009, Schmitter ganó el Premio Johan Skytte por su "labor pionera en el papel del corporativismo en las democracias modernas, y por su estimulante y análisis innovador de la democratización".
[4]  Tipo de partido político que busca atraer votantes de diversos puntos de vista e ideologías.
[5] Pasquino, Gianfranco (2011). Nuevo curso de Ciencia Política. México, Fondo de Cultura Económica.

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