El pasado lunes festivo 20 de julio, muchos
colombianos izaron el pabellón nacional para conmemorar los 205 años de la Independencia de Colombia, aunque no
todos conocen desde cuando se estableció esta fecha patria y otros tantos
pensaban que jugaba la selección Colombia de fútbol, que a todas luces
despierta más emociones y fervor patrio que la remembranza de los sucesos del
20 de julio de 1810, día de mercado en Santa Fe de Bogotá.
Dicen algunas versiones que ese día, alrededor de las
11 de la mañana en la fría capital del reino de la Nueva Granada, el
comerciante Antonio Morales se dirigió a la casa del comerciante español, José
González Llorente para pedir prestado un florero con el fin de usarlo esa noche
en la cena de agasajo del comisario real, Antonio Villavicencio.
Al parecer, de antemano se sabía que Llorente no
facilitaría el dichoso florero para que los criollos agasajaran a otro criollo
-Villavicencio era natural de Quito-, por lo que el florero era la excusa para armar
una revuelta, que una vez terminada en horas de la tarde, también serviría de
excusa para conformar una junta de gobierno a instancias de José Acevedo y
Gómez[1], quien luego sería
conocido como el tribuno del pueblo.
Lo que quedó del florero de Llorente |
Por eso es común que en las escuelas se enseñe que la libertad de
Colombia se alcanzó el 20 de julio de 1810, cuando en realidad lo más cercano a
la verdad es decir que en esa fecha inició el proceso de independencia que se
consolidó -después de la llamada “Patria boba”[2]-
el 7 de agosto de 1819 con la batalla de Boyacá, que terminó con el intento de
reconquista de España, y se reafirmara en 1821 con la Constitución de Cúcuta, que
no obstante, mantuvo la vergonzosa institución de la esclavitud.
Ese frágil mito fundacional de Colombia sólo fue establecido
oficialmente mediante la Ley 60 del
8 de mayo de 1873, por el Congreso de Estados Unidos de Colombia (Presidencia
de Manuel Murillo Toro), con la
cual se fija como festivo el 20 de julio de cada año como aniversario de la proclamación de la
independencia nacional, es decir, 63 años después de lo ocurrido en la hoy conocida como Casa
del Florero.
De esta manera, esta celebración oficial se suma al único emblema patrio
aprobado hasta ese momento, que era la bandera, reglamentada el 26 de noviembre de 1861. Sin embargo, el pabellón de Colombia tiene su origen en la composición de tres
colores primarios (amarillo, azul y rojo) creada en 1801 por el general
venezolano, Francisco Miranda y que representaba a la Gran Colombia.[3]
A Miranda se le debe el tricolor que identifica a Venezuela, Colombia y Ecuador |
El otro símbolo patrio, el escudo de armas de la República de Colombia, es el emblema
heráldico que representa al país y remonta sus elementos constituyentes en el escudo aprobado por medio
de la ley 3 del 9 de mayo de 1834, siendo presidente de la Nueva Granada,
Francisco de Paula Santander. Finalmente el escudo es reglamentado por medio
del decreto 3558 del 9 de noviembre de 1949[4] y aprobado definitivamente -con algunas composiciones estéticas- el 6 de
agosto de 1955.
En cuanto al himno nacional, su letra -conformada por un coro
y once estrofas- fue escrita por el presidente Rafael Núñez[5] y la música fue compuesta por el italiano Oreste Sindici. La composición
adquirió gran popularidad y fue rápidamente adoptada de manera espontánea como
el himno nacional de Colombia, pero sólo sería oficializado en 1920, mediante la Ley 33 del 18 de octubre.
Decodificando el mito de la independencia
A partir de los siglos IV y III a.C., alejados de los
centros ceremoniales (que eran
considerados manifestaciones extraordinarias del poder sagrado), empiezan a
aparecen los primeros centros pablados, a los cuáles era necesario asociarles
algunas narraciones a modo de mito de creación o de fundación[6] para explicar precisamente
su surgimiento y exaltar la vida sedentaria. Ese mito fundacional desde
entonces puede aludir a un hecho trascendental, un símbolo, un concepto, un personaje, una
tragedia o una gesta heroica.
El historiador Miguel Ángel Urrego[7]
dice que a diferencia de países como México, Perú, o los Estados Unidos, Colombia
carece de un mito fundador fuerte, centralizado y unificador. Explica que en el
caso mexicano el mito de origen se relaciona con la fundación de la ciudad de
Tenochtitlán, y en el caso peruano, los incas surgen como voluntad de los
dioses. Por su parte el mito de origen estadounidense está vinculado al
anglicanismo, que para la época concibió la colonización como la expresión de
la voluntad divina y como una oportunidad para realizar una tierra de libertad,
oportunidad y trabajo. Aclara el historiador e investigador que:
Colombia,
al carecer de comunidades con un grado de desarrollo similar al de otros grupos
indígenas prehispánicos, no poseer importantes riquezas minerales explotadas
durante la colonia y ser el catolicismo una religión con una visión premoderna del
progreso material, no tuvo un mito que pudiese ser institucionalizado a partir
de la independencia.
Eso explicaría por qué tan tardíamente el gobierno
nacional -de manera un tanto artificiosa-, crea ese mito fundacional de
Colombia exaltando la revuelta de aquel viernes 20 de julio de 1810. Esto
ocurrió 63 años después, como ya se dijo, en 1873 cuando la presidencia de los Estados Unidos de Colombia estaba en cabeza
del liberal tolimense Manuel Murillo Toro, quien en su discurso ante el Congreso
fundamentó la decisión en considerar el levantamiento de ese día en Santa Fe, como el
inicio de una campaña contra la dominación española que se cerró con las posteriores
victorias militares de los patriotas en Boyacá (7 de agosto de 1819), Carabobo (24
de junio de 1821), Pichincha (24 de mayo de 1822) y Ayacucho (9 de diciembre de
1824), y que impidieron la reconquista española dirigida por Pablo Morillo.
Es decir, se unió la revuelta de julio a batallas
militares posteriores, al considerarlos parte de un mismo conjunto de hechos.
Sin embargo, es claro que los sucesos
del 20 de julio no se inspiraron en los ideales de libertad pregonados por la Revolución
Francesa de 1789, pues en ese momento la península española estaba invadida por
tropas francesas y los criollos (descendientes de los españoles que hicieron la
conquista) se sublevaron precisamente para seguir fieles a Fernando VII, quien
en ese momento era prisionero de Napoleón Bonaparte, quien desde 1808 había
instalado a su hermano José en el trono de España.
Muy por el contrario, la revuelta surge del miedo de que esos ideales de
libertad contagiaran a las autoridades virreinales y terminaran aboliendo el
negocio de la esclavitud, a través de los cuales los criollos mantenían sus
fortunas. Eso explica por qué la
esclavitud sólo se abolió en 1851 (o sea, 14 años después que en la península).
Los ideales libertarios e independentistas, si estarían presentes -o por lo menos
más claramente insinuados- en la época de las épicas batallas mencionadas,
escenificadas en lo que hoy son territorios de Colombia, Venezuela, Ecuador y Perú.
Además, es preciso analizar la coyuntura política del momento
en e1 que se decide oficializar el 20 de julio de 1810 como Día de la
Independencia y darle el carácter de mito fundacional. Los liberales detentaban
el poder en 1873, más específicamente una facción de esta colectividad conocida
como Los Radicales, quienes estaban empeñados en crear representaciones alegóricas
del naciente e incipiente Estado-nación (bajo la forma federativa) como una manera
de cohesionar el sentir nacional.
(…) el acto contundente es la puesta en escena, en los
desfiles del 20 de julio, de la idea de unidad de los nueve Estados Federados,
escenificada a través de representaciones de las particularidades simbólicas de
cada uno, pero ungida como un solo cuerpo. Bajo esta concepción se considera
que toda la simbología, que se manifestaba en la diversidad de cada Estado,
dejaba ver también la unidad en la concepción de una nación y se debía
oficializar a través de un solo festejo: el 20 de julio, día del nacimiento de
"un pueblo libre, soberano, y digno de asistir al banquete de la
civilización", como bien lo formulaban[8].
Es
con base en estas acciones y situaciones, más políticas que sociales, que conmemoramos
desde hace 142 y no 205 años, el 20 de julio como Día de la Independencia de
Colombia. En esencia, como bien concluye el historiador Miguel Ángel Urrego -ya
citado- el proceso histórico de creación de los mitos
fundacionales de Colombia, ha obedecido a una lectura partidaria y no desde “una producción simbólica para dotar los
habitantes del país de un destino común”.
[1]
Nació en 1773, pero no se sabe si en Monguí
(Boyacá) o Charalá (Santander). Desde 1809, hizo parte de las conspiraciones
para deponer al virrey Amar y Borbón, y fue quien redactó el acta de la
independencia de 1810.
[2] Así se denomina
al conflicto surgido entre los criollos, que luego del ´Grito de Independencia´
se dividieron en dos bandos. Los centralistas abogaban por que el poder
político se centralizara en Bogotá y los Federalistas que proponían el ejercicio del poder en cada provincia de
forma autónoma e independiente.
[3] Creada por el
Congreso de Angostura (1819) y conformada por Venezuela y la Nueva Granada
(ratificada por el Congreso de Cúcuta de 1821) y a la cual se unieron después Panamá (1821) y Ecuador (1822).
[4] El escudo vigente en la actualidad
recoge tanto los elementos dictaminados en 1834 como los descritos en 1924 y
1949, con sus respectivas mejoras estéticas.
[5] Inicialmente
para celebrar la independencia de Cartagena, fue interpretado por primera vez
el 11 de noviembre de 1887.
[6] El mito de
Gilgamesh en Babilonia y el de Rómulo y Remo en Roma son ejemplos de ello.
[7] Ver su artículo: “Mitos fundacionales, reforma política
y nación en Colombia”, Revista Nómadas, Número 8, pp. 10-18, Bogotá, 1998
[8] Así lo explica
el historiador Marcos González
Pérez. Ver su artículo ¿Por qué se celebra el 20 de julio? en Especiales revista Semana, disponible en: http://www.semana.com/especiales/articulo/por-que-celebra-20-julio/105325-3 (Consultado el
21 de julio de 2015).
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