miércoles, 18 de noviembre de 2015

Colombia en la paradoja de baja productividad y alta informalidad laboral

Colombia definitivamente es un país de contrastes (en lo cultural, en lo deportivo y en su riqueza natural, por ejemplo) y de incoherencias en la aplicación de diferentes políticas atinentes a su desarrollo económico y social, para no mencionar otros ámbitos.

En materia económica, un ejemplo de incoherencia es que en un ambiente de apertura económica como en el que se encuentra inmerso el país desde 1990 (lo que implica el libre ingreso y salida de productos) no tiene sentido que el gobierno adelante simultáneamente una campaña para incentivar la compra de productos nacionales. Por otro lado, diferentes estamentos expresan su preocupación por el poco avance de competitividad en Colombia, aspecto en el que la productividad laboral es fundamental, pero al mismo tiempo no se adoptan políticas tendientes a garantizar empleos formales y estables.

Adentrémonos en este punto con más detenimiento. Aunque en los últimos 5 años Colombia subió 7 puestos en el Índice Global de Competitividad (IGC) que publica el Foro Económico Mundial[1], sigue dando ventajas en muchos aspectos, entre ellos la productividad laboral que sigue muy por debajo frente a la de países como Chile o México,.

Indiscutiblemente, la productividad es un aspecto que incide en el desempeño competitivo de la economía colombiana en el mercado global, amén de otros aspectos como la poca eficiencia estatal y la debilidad institucional, la baja calidad y poca pertinencia del modelo educativo y un sistema productivo -aunque muy diversificado- poco sofisticado.
 
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En el Índice Global de Competitividad, IGC, el país perdió -en cinco años- 17 puestos en materia de eficiencia del mercado laboral y siete puestos en preparación tecnológica, pilares claves de la productividad. Colombia ocupa el puesto 109 en eficiencia del mercado de bienes, la posición 77 en innovación, la 68 en preparación tecnológica, y el puesto 62 en sofisticación de los negocios. En todos estos aspectos, el país perdió posiciones en los últimos cinco años,  especialmente en innovación, donde el descenso fue de 12 puntos.

El tema es tan preocupante que de acuerdo con el Consejo Privado de Competitividad (CPC)[2], en los últimos 15 años el avance en materia de productividad en el país ha sido nulo. Según su más reciente informe, la productividad laboral de una persona en Colombia es de 26.948 dólares, mientras en países de la región como México (42.496 dólares) o Chile (55.180 dólares), esta cifra aumenta considerablemente. “La baja productividad del país es un reflejo del escaso nivel de sofisticación que tiene el aparato productivo, así como un incipiente avance tecnológico dentro de la industria. No en vano, un 80 por ciento de las exportaciones se concentran en materias primas”, aseguró la presidenta del Consejo Privado de Competitividad, Rosario Córdoba Garcés.

Desde la Asociación Nacional de Empresarios, ANDI; se ha hecho un permanente llamado sobre el bajo nivel de productividad de la mano de obra en el país, por eso el CPC, considera prioritario promover la transferencia tecnológica y cerrar las brechas de capital humano para propiciar un cambio positivo en el mediano plazo.

En otras palabras, lo que pide el Consejo Privado de Competitividad es mayor inversión en tecnología y contar con un personal mejor capacitado, aspectos ambos en los que es indispensable el concurso tanto de los empresarios como del gobierno. Los primeros, tomando la decisión de innovar y mejorar sus procesos productivos mediante la adopción de tecnología de punta y el gobierno facilitándoles las herramientas  financieras y de comercio exterior (importaciones de maquinaria).

Eso en cuanto a lo tecnológico, ya que en lo que tiene que ver con el mejoramiento de la capacitación del personal, es indiscutible el papel que debe jugar el Estado para mejorar considerablemente el sistema educativo colombiano -desde el nivel primario hasta el superior- para que tenga calidad y pertinencia; pero también corresponde a los empresarios hacer esfuerzos permanentes para capacitar a su personal.

Es en este punto en el que me quiero detener, porque no parece coherente esa necesidad sentida del empresariado colombiano de contar con personal capacitado y lo que muestra la realidad laboral de nuestro país, caracterizada por la existencia de empleos temporales (muchos de ellos contratados con agencias de empleos) y a término definido, lo que no garantiza estabilidad y tampoco sentido de pertenencia; también la tercerización de muchos procesos productivos generalmente con cooperativas de papel que no obedecen a los principios del sistema solidario, y una alta informalidad.
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Más informalidad y menos calidad de empleo
Indiscutiblemente la desaceleración económica del país ha reducido significativamente la creación del empleo formal y ha hecho que se aumente la informalidad; sin embargo, en épocas de ´vacas gordas´ la situación es muy parecida[3], manteniéndose el nivel de informalidad por los lados del 50%.

De acuerdo con los más recientes datos estadísticos del Dane, no solamente hay una tendencia al alza del desempleo este año (9% en septiembre), sino que también la informalidad se ha incrementado. De los 202.000 empleos que se crearon entre los meses de junio y agosto, 114.000 fueron informales (56.5%).

Además, sumado a este sombrío panorama del empleo, la percepción de los trabajadores sobre sus condiciones laborales está empezando a deteriorarse, lo que se evidencia en que -según el Dane- 1 de cada 4 empleados no se encuentra satisfecho con su trabajo actual y 1 de cada 10 está buscando uno nuevo. 

El Dane explica que en el nivel de educación superior, mientras 34.000 trabajadores salieron de la informalidad, 162.000 abandonaron el sector formal. En el nivel de educación secundaria, la ecuación sí fue favorable a la formalidad, pues mientras 153.000  trabajadores ingresaron a la informalidad, se crearon 237.000 puestos formales.

Otro aspecto importante que trae el estudio del Dane, y que es pertinente resaltar, es que en dos de los sectores que más han generado empleo durante los últimos meses en el país, los trabajadores son vinculados de manera informal. Se trata de Comercio, hoteles y restaurantes, donde cerca del 68% de sus trabajadores son informales y el sector de la construcción, donde la informalidad es del 60%.

Como si esto fuera poco, el estudio de Total Rewards 2016 de la firma Human Capital[4], que consultó a 850 empresas de 25 sectores económicos del país, arrojó que el 66% de ellos no hará incrementos efectivos en el sueldo de sus empleados el próximo año. Precisa la consulta que el 12% dijo que no movería los salarios en 2016 y el 54% buscará gestionar sus alzas de forma alternativa, como bonos por productividad o resultados, entre otros. Es decir, continúa el círculo vicioso, los empresarios ofrecen incrementos salariales con base en la productividad, pero como ésta es tan baja y en algunos casos, inexistente, en esa misma medida se expresan los aumentos salariales.

No existe motivación para la capacitación
Con semejante nivel de informalidad y precariedad en el empleo, no existe motivación de los empresarios para capacitar a sus empleados, y éstos tampoco se ven movidos a ello, lo que genera un círculo vicioso.

Un empresario que vincula personal con contratos precarios y a término definido, no tiene la motivación (mucho menos el interés) de capacitar a empleados que estarán periodos cortos en su empresa -a lo sumo un año-, mientras que del lado de los trabajadores, tampoco tienen interés (y menos motivación) para capacitarse, pues la expectativa de perdurar en el empleo es poca y algunas veces casi nula, ya que generalmente se produce rápidamente su salida de la empresa, bien por decisión de los empleadores (lo despiden porque no está capacitado) o del mismo trabajador que decide irse a otra empresa en la que le van a pagar un poquito más.

Se configura de esta manera un círculo vicioso, en el cual el empresario paga poco porque no hay productividad y la productividad es inexistente porque aparte de que los sueldos son bajos, los puestos de trabajo no son estables.

La única manera de romper ese círculo vicioso es que los empresarios ofrezcan mejores condiciones de vinculación y faciliten la capacitación de los trabajadores para que ellos, no solamente tomen conciencia de la necesidad de mejorar su desempeño, sino que puedan también ir desarrollando un mayor sentido de pertenencia a la compañía. Ello obviamente no basta, debe ir de la mano de un mejor acompañamiento institucional, de una sustancial reducción de la informalidad laboral y de mejoras concretas en el sistema educativo colombiano, como se mencionó.



[1] En 2015 Colombia se ubicó en el puesto 61 entre 140 economías.
[2] Recientemente reveló su Informe Nacional de Competitividad 2015-2016
[3] En 2012 el nivel de informalidad era del 51.8% y hoy es del 48.3%.
[4] Ver publicación del diario El Colombiano del pasado 15 de noviembre. Disponible en: http://www.elcolombiano.com/negocios/salarios-no-suben-en-2016-GF3124998

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