Colombia definitivamente
es un país de contrastes (en lo cultural, en lo deportivo y en su riqueza
natural, por ejemplo) y de incoherencias en la aplicación de diferentes
políticas atinentes a su desarrollo económico y social, para no mencionar otros
ámbitos.
En materia económica, un
ejemplo de incoherencia es que en un ambiente de apertura económica como en el
que se encuentra inmerso el país desde 1990 (lo que implica el libre ingreso y
salida de productos) no tiene sentido que el gobierno adelante simultáneamente una
campaña para incentivar la compra de productos nacionales. Por otro lado, diferentes
estamentos expresan su preocupación por el poco avance de competitividad en Colombia,
aspecto en el que la productividad laboral es fundamental, pero al mismo tiempo
no se adoptan políticas tendientes a garantizar empleos formales y estables.
Adentrémonos en este
punto con más detenimiento. Aunque en los últimos 5 años Colombia subió 7
puestos en el
Índice Global de Competitividad (IGC) que publica el Foro Económico Mundial[1], sigue dando ventajas en
muchos aspectos, entre ellos la productividad laboral que sigue muy por debajo frente
a la de países como Chile o México,.
Indiscutiblemente, la
productividad es un aspecto que incide en el desempeño competitivo de la
economía colombiana en el mercado global, amén de otros aspectos como la poca
eficiencia estatal y la debilidad institucional, la baja calidad y poca
pertinencia del modelo
educativo y un sistema productivo -aunque muy diversificado- poco sofisticado.
En el Índice Global de Competitividad, IGC, el país perdió -en cinco años- 17 puestos en
materia de eficiencia del mercado laboral y siete puestos en preparación
tecnológica, pilares claves de la productividad. Colombia ocupa el puesto 109 en eficiencia del mercado de
bienes, la posición 77 en innovación, la 68 en preparación tecnológica, y el
puesto 62 en sofisticación de los negocios. En todos estos aspectos, el país
perdió posiciones en los últimos cinco años,
especialmente en innovación, donde el descenso fue de 12 puntos.
El tema es tan preocupante que de acuerdo con el Consejo
Privado de Competitividad (CPC)[2], en los últimos 15 años el
avance en materia de productividad en el país ha sido nulo. Según su más
reciente informe, la productividad laboral de una persona en Colombia es de
26.948 dólares, mientras en países de la región como México (42.496 dólares) o
Chile (55.180 dólares), esta cifra aumenta considerablemente. “La baja
productividad del país es un reflejo del escaso nivel de sofisticación que
tiene el aparato productivo, así como un incipiente avance tecnológico dentro
de la industria. No en vano, un 80 por ciento de las exportaciones se
concentran en materias primas”,
aseguró la presidenta del Consejo Privado de Competitividad, Rosario Córdoba Garcés.
Desde la Asociación Nacional de Empresarios, ANDI; se ha
hecho un permanente llamado sobre el bajo nivel de productividad de la mano de
obra en el país, por eso el CPC, considera prioritario promover la
transferencia tecnológica y cerrar las brechas de capital humano para propiciar
un cambio positivo en el mediano plazo.
En otras palabras, lo que pide el Consejo Privado de
Competitividad es mayor inversión en tecnología y contar con un personal mejor
capacitado, aspectos ambos en los que es indispensable el concurso tanto de los
empresarios como del gobierno. Los primeros, tomando la decisión de innovar y
mejorar sus procesos productivos mediante la adopción de tecnología de punta y
el gobierno facilitándoles las herramientas
financieras y de comercio exterior (importaciones de maquinaria).
Eso en cuanto a lo tecnológico, ya que en lo que tiene
que ver con el mejoramiento de la capacitación del personal, es indiscutible el
papel que debe jugar el Estado para mejorar considerablemente el sistema
educativo colombiano -desde el nivel primario hasta el superior- para que tenga
calidad y pertinencia; pero también corresponde a los empresarios hacer
esfuerzos permanentes para capacitar a su personal.
Es en este punto en el que me quiero detener, porque no parece
coherente esa necesidad sentida del empresariado colombiano de contar con
personal capacitado y lo que muestra la realidad laboral de nuestro país,
caracterizada por la existencia de empleos temporales (muchos de ellos
contratados con agencias de empleos) y a término definido, lo que no garantiza
estabilidad y tampoco sentido de pertenencia; también la tercerización de muchos
procesos productivos generalmente con cooperativas de papel que no obedecen a
los principios del sistema solidario, y una alta informalidad.
Cortesía |
Más informalidad y menos calidad de empleo
Indiscutiblemente
la desaceleración económica del país ha reducido significativamente la creación
del empleo formal y ha hecho que se aumente la informalidad; sin embargo, en
épocas de ´vacas gordas´ la situación
es muy parecida[3],
manteniéndose el nivel de informalidad por los lados del 50%.
De acuerdo con los más recientes datos estadísticos
del Dane, no solamente hay una tendencia al alza del desempleo este año (9% en
septiembre), sino que también la informalidad se ha incrementado. De los
202.000 empleos que se crearon entre los meses de junio y agosto, 114.000 fueron informales (56.5%).
Además, sumado a este sombrío panorama del
empleo, la percepción de los
trabajadores sobre sus condiciones laborales está empezando a deteriorarse, lo
que se evidencia en que -según el Dane- 1 de cada 4 empleados no se encuentra
satisfecho con su trabajo actual y 1 de cada 10 está buscando uno nuevo.
El Dane explica que en el
nivel de educación superior, mientras 34.000 trabajadores salieron de la informalidad, 162.000 abandonaron el sector formal. En el nivel de
educación secundaria, la ecuación sí fue favorable a la formalidad, pues
mientras 153.000 trabajadores
ingresaron a la informalidad, se crearon 237.000 puestos formales.
Otro aspecto importante que trae el estudio del
Dane, y que es pertinente resaltar, es que en dos de los sectores que más han
generado empleo durante los últimos meses en el país, los trabajadores son vinculados de manera
informal. Se trata de Comercio, hoteles y restaurantes, donde cerca del 68% de
sus trabajadores son informales y el sector de la construcción, donde la
informalidad es del 60%.
Como si esto
fuera poco, el estudio de Total Rewards 2016
de la firma Human Capital[4], que consultó a 850
empresas de 25 sectores económicos del país, arrojó que el 66% de ellos no hará
incrementos efectivos en el sueldo de sus empleados el próximo año. Precisa la
consulta que el 12% dijo que no movería los salarios en 2016 y el 54% buscará
gestionar sus alzas de forma alternativa, como bonos por productividad o
resultados, entre otros. Es decir, continúa el círculo vicioso, los empresarios
ofrecen incrementos salariales con base en la productividad, pero como ésta es
tan baja y en algunos casos, inexistente, en esa misma medida se expresan los
aumentos salariales.
No existe motivación para la capacitación
Con
semejante nivel de informalidad y precariedad en el empleo, no existe
motivación de los empresarios para capacitar a sus empleados, y éstos tampoco
se ven movidos a ello, lo que genera un círculo vicioso.
Un empresario que vincula
personal con contratos precarios y a término definido, no tiene la motivación
(mucho menos el interés) de capacitar a empleados que estarán periodos cortos
en su empresa -a lo sumo un año-, mientras que del lado de los trabajadores,
tampoco tienen interés (y menos motivación) para capacitarse, pues la
expectativa de perdurar en el empleo es poca y algunas veces casi nula, ya que
generalmente se produce rápidamente su salida de la empresa, bien por decisión
de los empleadores (lo despiden porque no está capacitado) o del mismo
trabajador que decide irse a otra empresa en la que le van a pagar un poquito
más.
Se configura de esta manera un círculo vicioso, en el
cual el empresario paga poco porque no hay productividad y la productividad es
inexistente porque aparte de que los sueldos son bajos, los puestos de trabajo
no son estables.
La única manera de romper
ese círculo vicioso es que los empresarios ofrezcan mejores condiciones de
vinculación y faciliten la capacitación de los trabajadores para que ellos, no
solamente tomen conciencia de la necesidad de mejorar su desempeño, sino que
puedan también ir desarrollando un mayor sentido de pertenencia a la compañía.
Ello obviamente no basta, debe ir de la mano de un mejor acompañamiento
institucional, de una sustancial reducción de la informalidad laboral y de
mejoras concretas en el sistema educativo colombiano, como se mencionó.
[1]
En 2015 Colombia se ubicó en el puesto 61 entre
140 economías.
[2] Recientemente
reveló su Informe Nacional de Competitividad 2015-2016
[3] En 2012 el nivel de informalidad
era del 51.8%
y hoy es del 48.3%.
[4]
Ver publicación del diario El Colombiano del pasado 15 de noviembre. Disponible
en: http://www.elcolombiano.com/negocios/salarios-no-suben-en-2016-GF3124998
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