miércoles, 17 de febrero de 2016

Nordeste minero antioqueño, el otro “Dorado” (IV): Organizaciones entorno a la actividad minera

La presencia de la Frontino Gold Mines -como lo vimos en el artículo anterior- es vital para el Nordeste minero antioqueño porque tiene gran impacto en la actividad económica y social de los municipios de Segovia y Remedios. Sin embargo, la actividad de la mina ha servido también de incentivo para que los mineros informales se organicen mediante la creación de asociaciones, que en últimas pretenden legitimar y visibilizar su labor.

Estas organizaciones datan de la década de 1990, salvo la Asociación Mutual de Mineros El Congote de Segovia, que tiene alrededor de 40 años y cuenta con 134 socios. El motivo de la asociación está relacionado con la necesidad de legalizarse, procurarse el material explosivo para la actividad y aumentar la productividad.



Esas asociaciones pequeñas se han aglutinado en la Asociación de Mineros del Nordeste, Asomina, que agrupa a 80 minas pequeñas en Segovia y fue constituida en 1993, con apoyo de la Frontino Gold Mines, FGM. Su objetivo es mediar entre los mineros y la empresa y ayudar a la consecución de explosivos con las Fuerzas Militares.

Otras organizaciones de la región son: Asomarmajito que trabaja en una mina dada en concesión por la FGM, la Asociación Mutual Mineros El Congote y la Asociación de Entables Mineros, Aplaba, ubicadas en Segovia. En Yalí está la Asociación de Mineros de Yalí (Asomiya) y en Amalfi la Cooperativa Multiactiva de Mineros de Amalfi.

Precisamente en su afán de legalizarse y cumplir con la normatividad, en enero de 2012, los mineros informales del Bajo Cauca y Nordeste antioqueños, le propusieron al gobierno nacional poner en marcha un laboratorio para la legalización de títulos mineros que, de dar resultados, constituiría un programa piloto para todo el país.

La propuesta busca que se legalicen cerca de 1.500 solicitudes de minería de facto, (es decir, ilegal), en los municipios de Segovia y Remedios (Nordeste antioqueño) y en Cáceres y Zaragoza (Bajo Cauca del departamento).

La propuesta tuvo eco en la Asamblea de Antioquia, donde -por ese entonces- se conformó una mesa de trabajo que contó con la participación de los diputados integrantes de las comisiones IV y Accidental de la corporación, las secretarías de Gobierno y Minas del Departamento; miembros de la Fuerza Pública; las corporaciones autónomas regionales y, por supuesto, delegados de los mineros.



Luego de este recorrido de cuatro artículos, con la pretensión de dar una aproximación a la problemática social, económica, político-militar, que origina la extracción aurífera en el Nordeste minero antioqueño, se pueden aventurar algunas conclusiones, con las cuales finalizamos esta serie.

Conclusiones
En la sub-zona Minera (Remedios y Segovia) del Nordeste antioqueño, la codicia y avaricia por el oro, marcó desde los tiempos de La Colonia las dinámicas de poblamiento, las cuales se mantuvieron en los albores de la república y se aceleró con la entrada de grandes compañías extranjeras como la Frontino Gold Mines.

Los ciclos de producción del oro marcaron, marcan y seguramente marcarán, esas dinámicas de sístole y diástole de población hacia lo centros mineros del Nordeste antioqueño. Sin embargo, a partir del periodo denominado “La Violencia”, factores políticos entraron a jugar un papel importante en esa dinámica, expresado en el control que los dos partidos tradicionales trataron de ejercer en el territorio. Control que empezaron a perder desde finales de la década del 60 y comienzos del 70, cuando fuerzas políticas cívicas y de izquierda irrumpieron con fuerza en la zona, de la mano se organizaciones sindicales asociadas a la minería.

El partido Liberal -que tenía la hegemonía en la zona- reacciona y en alianza con empresarios del oro y grupos paramilitares (que habían surgido en la región atraídos también “por el brillo del oro”) retoma el control a sangre y fuego. Cometieron no solamente asesinatos selectivos, sino atroces matanzas de población civil y propiciaron la expulsión de grandes masas de campesinos y pequeños mineros.

“Para la subregión del  Nordeste antioqueño y específicamente para los municipios de Remedios y Segovia, la confrontación tuvo como sustento y soporte principal los intereses económicos de los terratenientes y compañías mineras”, dice un documento de la Comisión Humanitaria por la Convivencia y la Paz del Nordeste Antioqueño.

Esos mismos grupos paramilitares, devenidos hoy en Bacrim (bandas Criminales) producto de su alianza con los narcotraficantes, quieren seguir ejerciendo el control de una  actividad ancestral, que también quieren controlar las guerrillas y que el gobierno pretende entregar al gran capital internacional para impulsar una de sus locomotoras de desarrollo[1].

Para ello expide normativas, decretos y demás, que en última instancia lo que ponen en evidencia es que el pequeño minero, informal o artesanal, está en la mitad del ´sanduche´: por un lado lo acusan de connivencia con esos grupos al margen de la ley, de los cuales es víctima; o en el mejor de los casos lo acusan de acabar con el medio ambiente con la extracción poco técnica del preciado metal; y por el otro, es víctima constante de la presión de los integrantes de bandas criminales que están, cual aves de rapiña, al acecho de cualquier gramo de oro que se extraiga para cobrar su porcentaje, que no es pequeño.

La actividad minera en el Nordeste del departamento (Segovia y Remedios) afronta entonces varios problemas, siendo el primero de ellos el de la minería ilegal por las connotaciones jurídicas; a éste va asociado otro, también de carácter jurídico, que es el de  la invasión de las minas, lo cual genera un problema social.

El tercer problema se refiere al orden público, relacionado en parte -como el número de invasores- con los predios de la Frontino Gold Mines[2] y el incremento en el número de informales que acceden a las minas. El cuarto es la presencia de grupos armados al margen de la ley, que bajo diferentes modalidades de extorsión usufructúan los yacimientos.

Un quinto problema, al parecer conjurado con la venta de la empresa, son las huelgas en la Frontino Gold Mines, que tienen graves repercusiones en lo social y económico para los dos municipios. El sexto inconveniente se relaciona con la forma artesanal de las explotaciones ilegales o informales, que ocasionan graves deterioros al medio ambiente.

Se puede decir -ya para terminar- con todo el panorama mostrado en estos cuatro artículos, y desde la geografía crítica, que la apropiación del espacio y la construcción territorial, reciben una decisiva influencia, y hasta determinación, de los flujos de capitales y los centros de poder, político-económicos.




[1] Prueba de ello es que la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales (Anla) acaba de dar luz verde al proyecto Gramalote, lo que ubicará desde el año 2021 al municipio de San Roque, en el Nordeste antioqueño como el epicentro de la mayor producción de oro del país. La licencia fue otorgada a la sociedad compuesta por las multinacionales AngloGold Ashanti y B2Gold. Ver el artículo del diario El Colombiano del 2 de diciembre de 2015 “En San Roque estará la mina de oro más grande de Colombia”. 
[2] La empresa llegó a nuestro territorio en 1.852, operando con capital inglés, luego fue propiedad francesa y en la década de los 50 del siglo XX, norteamericana.

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