Lo que sucedió el viernes de la semana pasada
durante la convención del Partido Conservador en Antioquia para escoger
candidato único de la colectividad azul a la gobernación del departamento, es
una muestra fehaciente de que los partidos políticos en Colombia se mueven más
por intereses burocrático-electorales representados por diferentes grupos o
facciones en su interior, que por idearios colectivos que apuntan al bien
común.
Como es bien sabido, un acuerdo a última hora entre
las dos fuerzas políticas más poderosas del Partido Conservador en Antioquia,
encabezadas por las senadoras Olga
Suárez Mira (Bello) y Nidia
Marcela Osorio (Itagüí) le permitió a la administradora de empresas, Eva Inés Sánchez, imponerse
como candidata única de esa colectividad a la Gobernación de Antioquia.
El Partido Conservador, que no llega al cargo
departamental desde 1998 cuando ganó con Alberto Builes Ortega, al parecer
tiene un acuerdo con la Unidad Nacional, que encabeza el propio Presidente
Santos, para que la señora Sánchez, después de ungida por la colectividad azul,
decline posteriormente a su aspiración y adhiera a la candidatura de Luis Pérez Gutiérrez, a cambio
de recibir la Contraloría General de Antioquia. La estrategia de los grupos
conservadores de Bello e Itagüí, de paso dejó en el camino a César Eugenio
Martínez, afecto al Centro Democrático con el que haría alianza si fuese
elegido candidato único del conservatismo, para luego declinar también y apoyar
a Liliana Rendón Roldan, la candidata de Uribe a la Gobernación de Antioquia.
Estas estratagemas políticas -y otras que
seguramente se producirán en las próximas semanas- son muestra de que los
partidos políticos en Colombia no tienen coherencia ideológica, no están
cohesionados por unos ideales o alrededor de un líder –salvo el Centro
Democrático con Uribe- y se mueven más por intereses burocráticos individuales
o de grupos minoritarios al interior de las colectividades.
Aunque algunos analistas consideran que históricamente los partidos
tradicionales en Colombia -Liberal y Conservador-, han actuado sobre la base de
intereses personales y divididos a su interior[1], a nuestro juicio las
reformas al sistema de partidos en Colombia (2006 y 2010) en vez de posibilitar
la aparición de nuevos partidos -que si los ha habido como el Partido de la U,
el Verde y el Centro Democrático-, lo que han propiciado con más fuerza es el
surgimiento de grupos de interés dentro de las colectividades, más asimilables
a lo que se conoce como facciones.
Una facción al interior de un partido se puede
definir como: “una agrupación en torno a una persona para distribuir factores
de poder o expectativas de ello”[2].
De esta manera, los partidos pierden su esencia
como articuladores de la relación entre la sociedad civil y el Estado,
interpretando las necesidades y requerimientos de aquella, para que aquel
busque satisfacerlas. Además, “los partidos tienen importantes cometidos en los
Estados modernos: proponer programas e ideologías a los ciudadanos, articular y
aglutinar intereses sociales con finalidades estrictamente políticas, movilizar
y socializar a los ciudadanos y, principalmente, reclutar élites y formar
gobiernos, función que sólo ellos pueden realizar.”[3]
Para el mencionado caso del Partido Conservador en
Antioquia, serían facciones las llamadas casas conservadoras de Bello e Itagüí,
lideradas por las senadoras Olga
Suárez Mira y Nidia Marcela
Osorio, respectivamente; así como el grupo de la ex candidata Marta Cecilia Ramírez Orrego. También dentro de los azules, lo que otrora fue
el Ramismo (de Luis Alfredo Ramos) y el Coraje de Fabio Valencia Cossio (Hoy en
el CD); ello sin mencionar lo que ocurre en el Partido Liberal, que es muy
similar.
Dada la estructura actual de los partidos políticos
mediante facciones, no es de extrañar que al interior de cada colectividad haya
confrontaciones entre grupos, pero también alianzas de conveniencia como la que
se presentó en la convención azul en Antioquia. Es natural que entre un partido
y otro haya confrontación ideológica -pese a que ahora es más por otro tipo de
intereses- aunque también se suelen dar alianzas ´programáticas´ o más bien burocráticas.
Sin embargo, lo que es un poco extraño -aunque en otro tiempo se ha dado[4]- es
la alianza entre una facción de un partido y otra de otro partido tal vez no
muy afín desde el punto de vista ideológico o programático.
Siguiendo con lo ocurrido con los
conservadores en Antioquia, tras el análisis que he venido haciendo, no es de
extrañar que entonces se afirme que la facción que lidera la ex candidata Marta
Cecilia Ramírez Orrego apoye al candidato del Centro Democrático a la Alcaldía
de Medellín, Juan Carlos Vélez y tampoco
que la facción de César Eugenio Martínez
y su jefe, el senador Juan Diego Gómez, apoye la campaña del CD a la Alcaldía, y
la aspiración a la Gobernación de Luis Pérez (Unidad Nacional).
Centro
Democrático ¿facción o partido?
Mención aparte merece el partido Centro
Democrático, cuyo indiscutible líder y gestor es el senador Alvaro Uribe Vélez.
Hay que decir entonces, en nuestro concepto, que el uribismo originalmente
sería una facción dentro del Partido de la U, solo que ahora ha devenido en
partido político, pero con el comportamiento típico de una facción, pues
funciona en torno a la persona y personalidad de Uribe.
De ahí que
en las elecciones parlamentarias de marzo de 2014, Uribe decidiera encabezar
una lista cerrada para que su nombre arrastrara a los demás, como efectivamente
ocurrió. Sin embargo, lo que en ese entonces fue una fortaleza y una estrategia
válida, hoy puede ser el talón de Aquiles del Centro Democrático, en el sentido
de que Uribe -en su calidad de Senador- no puede encabezar las listas a
concejos municipales y asambleas, y mucho menos hacer campaña con todos sus
candidatos a las principales alcaldías y gobernaciones.
Pese a que sus más conspicuos seguidores le
atribuyen a Uribe un carácter mesiánico, no tiene el don de la ubicuidad para
multiplicarse y estar presente en las campañas de todos sus candidatos y mucho
menos en los próximos meses cuando ganan en intensidad. Por otra parte, aunque en
la pasada campaña presidencial estuvo muy cerca de Oscar Iván Zuluaga, su
candidato debía defenderse solo en muchos escenarios -debates televisivos y
entrevistas en medios, por ejemplo- evidenciando ante los electores que definitivamente
Zuluaga no era Uribe, como tampoco lo son sus candidatos a las instancias de
poder local y regional. Al respecto Natalia Arenas, en la Silla Vacía, dice lo
siguiente:
“Si Uribe quiere
repetir el triunfo del año pasado en las elecciones de octubre tendrá que hacer
él mismo campaña junto a sus candidatos. A pesar de que el Centro Democrático
lleva más de un año de creado, no ha logrado conseguir fichas fuertes ni
siquiera en los 11 departamentos y en Bogotá en los que el uribismo
le dio una tunda a Santos en la primera vuelta presidencial. De esos, sólo
tiene hoy una ficha propia fuerte para quedarse con una gobernación y otras dos
fuertes para alcaldías. De resto, en el panorama regional, doce son
candidatos débiles y en otros siete está buscando alianzas, aun cuando en
cuatro ya tiene candidatos”[5].
La esencia caudillista del Centro Democrático quedó evidenciada el año
pasado en la decisión de conformar una lista cerrada para las elecciones
parlamentarias y es lo que Bernard Manin[6] llama la “personificación
de la opción electoral”, que es cuando los votantes lo hacen más por la persona
que por los partidos o programas. Esa es justamente la dificultad que acarrea
el Centro Democrático para las elecciones de octubre para autoridades locales,
que la gente no va a votar por el hoy senador Alvaro Uribe Vélez, sino por
personas que recibieron su guiño y supuestamente representan sus ideales y
credo político.
Consideraciones
finales
Antes de concluir es pertinente aclarar que con la Constitución Política
de 1991, Colombia al perecer estaba dando el salto de un sistema bipartidista a
un pluralismo polarizado (muchos partidos con diversidad de posturas
ideológicas), pero caracterizado por la aparición de “organizaciones
electorales que emergen de forma coyuntural y se esfuman rápidamente sin
ninguna pretensión de convertirse en agrupaciones políticas estables”[7]. Es decir, la constitución
daba la posibilidad de que se crearan partidos políticos, muchos de ellos provenientes
de movimientos sociales con pretensiones políticas, pero sin estructura estable
ni jerárquica definida, lo cual los hacía efímeros en el tiempo.
El legislativo trata de corregir esa anomalía del sistema democrático y
de partidos en Colombia con las reformas de 2006 y 2010, con lo cual se reduce
el número de partidos en competencia y hoy podemos decir que en el país
predomina un pluralismo moderado, tomando como referencia el análisis institucionalista
de Sartori[8].
En consecuencia, lo que se ha venido observando desde la entrada en
vigencia la constitución de 1991, en lo que atañe al sistema de partidos en
Colombia, es no sólo la aparición de movimientos políticos originados de
movimientos sociales, sino una fragmentación de los partidos tradicionales,
dando origen a nuevos partidos que cooptan a parte de sus militantes o la
conformación de facciones en permanente disputa al interior de los partidos
tradicionales (incluso ocurrió también ya en el Polo).
De la primera situación es claro
que ese es el origen del Partido de la U y del Centro Democrático, cuyas bases
originalmente militaron o en el liberalismo o en el conservatismo, y que en el
caso del CD, está centrado en la personalidad de un caudillo -el ex presidente
Uribe- más que en una ideología claramente definida, a no ser por sus posturas
de extrema derecha, es decir, completamente alejadas del nombre de la
colectividad. En cuanto a la primera situación, s ilustrativo ver los
diferentes grupos dentro del Partido Liberal y del Conservador, como en este último
caso se analizó en el presente artículo.
[1] Baste mencionar solamente el Ospinismo y el Laurianismo
en el Partido Conservador o el Turbayismo y el Lopismo en el Partido Liberal.
[2] Definición del concejal de
Bogotá, Víctor Reyes Morris.
[3] Cárdenas Gracia Jaime (2010).
Los partidos políticos y la democracia. Instituto Federal Electoral, México.
[4] Recordemos el movimiento
Regenerador de Nuñez, que aglutinaba a liberales y conservadores y logró
cambiar la constitución liberal de 1863
e imponer el modelo centralista de la constitución de 1886.
[5] Artículo “No hay Uribe pa´ tanto
candidato”, de Natalia Arenas en La Silla Vacía. Disponible en:
http://lasillavacia.com/historia/uribe-tendra-que-tener-el-don-de-la-ubicuidad-para-octubre-50404
[7] Parra Ramírez,
Esther (1999). Vicisitudes del bipartidismo en Colombia. Revista Reflexión
Política. Año 1, Vol.1. Bucaramanga, marzo de 1999.
No hay comentarios:
Publicar un comentario