El más reciente informe de la Comisión Económica para América Latina y
el Caribe, Cepal, reveló que Colombia es el tercer país de América Latina con
mayores índices de pobreza, superado sólo por Paraguay
y Bolivia. Según sus cálculos para el año pasado, el 34% de los
colombianos está por debajo de la línea de pobreza.
Paraguay lidera con más del 50% de personas pobres,
seguido por Bolivia y Colombia ocupa la
tercera posición a pesar de que tuvo un decrecimiento de 3.1% en los últimos
años. De esta manera el país supera de
lejos los niveles de pobreza de países como Argentina (5.7%), Uruguay (6.7%) y
Chile (11%). Incluso está por encima de Ecuador (32.4%) y Venezuela (29.5%),
que es el único país que aumentó sus
niveles de pobreza en el último año.
El Banco Mundial, que mide la pobreza en términos
absolutos, define la pobreza extrema
como vivir con menos de un dólar al día ($2.623), algo así como $80.000
mensuales; y la pobreza moderada como vivir con menos de dos dólares al día
($5.243) o sea unos $157.380 al mes.
Si partimos de un estimado de población del Dane de 45 millones de
habitantes, el 34% de nivel de pobreza equivale a decir que 15.300.000
nacionales son pobres. Viven, o mejor sobreviven, con unos ingresos
indignantes, muy por debajo del salario mínimo vigente en Colombia ($644.350),
que tampoco alcanza para llevar una vida muy digna que digamos, sino para
paliar las necesidades básicas, sin posibilidad para quienes lo devengan de
tener ahorros y mucho menos capacidad de inversión.
Ello no quiere decir sino una cosa, una alta concentración de la riqueza
en manos de unos pocos, configurando un sistema social altamente desigual. Por
eso la Cepal llama la atención sobre los preocupantes niveles de concentración
de la riqueza en Brasil, Colombia, Honduras, Paraguay y la República
Dominicana, con porcentajes de concentración de los ingresos para los más ricos
de alrededor del 40%.
Ese sistema social altamente desigual y no basado en una redistribución
más equitativa de la riqueza, causa diferentes fenómenos de violencia, que se
vuelven prácticamente estructurales, como lo revela el Informe de la Comisión
Histórica del Conflicto Colombiano.
Víctor Manuel Moncayo, uno de los relatores que elaboró el informe,
presentado recientemente en Uruguay, fue enfático en decir que la violencia en Colombia es un problema derivado del orden social
vigente. El ex rector de la Universidad Nacional de Colombia, añadió que el problema
es fruto de "una causalidad o de una determinación sistémica" y que
sus causas no se centran en los "actores, individuos o procesos aun
cuando, efectivamente, existen".
La Comisión Histórica se creó en
agosto de 2014 a propósito de los diálogos de paz entre el Gobierno y las Farc con
el fin de que intelectuales y académicos del país se implicaran en el proceso
de paz iniciado en La Habana en noviembre de 2012. Desde su formación, recibió
el encargo de elaborar un informe sobre las causas y orígenes de la violencia
en Colombia, trabajo que fue presentado en la capital cubana en febrero de este
año.
Hace dos semanas, el estudio fue
presentado en Montevideo, que acogió el “II Foro por la Paz en Colombia",
en el que diversos parlamentarios internacionales intercambiaron opiniones
sobre el conflicto y establecieron mesas de trabajo en las que distintas
organizaciones sociales de varios países plantearon propuestas para el avance
de la paz.
El caso de Medellín
Medellín y el área metropolitana
ocupan el tercer lugar entre las ciudades con menor incidencia de pobreza en el
país, pero son los primeros en
desigualdad, según se evidencia en el reciente reporte de incidencia de
pobreza monetaria y Gini del Dane. El informe destaca que mientras en el país
la tasa de pobreza bajó 2.1% hasta el 28.5% (medición por debajo de la de La
Cepal), en el Valle de Aburrá bajó 3% hasta el 14.7% Según la medición, en el
país 784.000 colombianos salieron de la pobreza monetaria en 2014, mientras que
407.000 lo hicieron de la pobreza extrema.
De acuerdo con las mediciones
estadísticas del Dane, en Colombia un hogar compuesto por 4 personas es pobre
si el ingreso total está por debajo de $847.228 pesos y está en la pobreza
extrema si el ingreso no supera los $376.412 pesos.
En el caso de la pobreza extrema el
indicador nacional se redujo en 1% al totalizar el 8.1% el año pasado, mientras
que en el Valle de Aburrá el descenso fue de 0.2% hasta el 2.8%.
Aunque la pobreza -según el Dane- va
bajando, las cifras de desigualdad van
en aumento. En 2013, Medellín y el área metropolitana con 0,506 ocuparon el
sexto lugar en las ciudades más desiguales según el índice Gini (donde entre
más cerca esté al 1 es más desigual), pero el año pasado llegaron primer lugar
con 0,520. En el país ese indicador
presentó un leve descenso de 0,539 a 0,538.
Impera la informalidad
laboral
Con una estructura social tan desigual, en la que la mayoría de la
población ni siquiera tiene forma de acceder a un salario formal[1],
con las mínimas garantías prestacionales, sino que muchos hombres y mujeres
colombianos tienen que vivir del “rebusque”[2] y
otros ni siquiera tienen que hacer, el camino para la delincuencia queda
despejado.
De ahí que el dinero fácil que proveen
el narcotráfico y el microtráfico, sea una alternativa válida para muchas
personas, mientras que otras tantas empiezan delinquir en las grandes ciudades
(robos de celulares, raponazos, atracos a pequeños comercios, paseos
millonarios, vacunas, secuestros y extorsiones) inicialmente empujados por la
necesidad de proveerse un sustento y quizás después se les vuelve un estilo de
vida porque es una actividad fácil, gracias también a la impotencia de las
autoridades. El hurto, el tráfico de drogas, los homicidios y el porte ilegal
de armas, fueron los delitos que más afectaron a los colombianos el año pasado,
según un informó de la Fiscalía General de la Nación.[3]
Por eso, nuestros noticieros de
televisión -en sus tres o cuatro emisiones diarias- tienen como primer punto de
la agenda informativa los atracos y hechos delictivos, incluso el Canal Caracol
se ha especializado en ese tipo de noticias, que vemos además diariamente en
los periódicos.
Ello sin dejar de reconocer que la
Policía y la Fiscalía tratan de cumplir su función de mantener el orden
ciudadano y judicializar a las cientos de personas involucradas en hechos
delictivos que son capturadas, muchas de las cuales quedan libres gracias al
deficiente sistema judicial colombiano.
De acuerdo con un informe reciente del
diario El Colombiano, en los primeros cinco
meses del año fueron capturadas en el Valle de Aburrá 12.810 personas por
distintos hechos delictivos, pero solo a 1.200 se les dictó medida de
aseguramiento por parte de los jueces[4].
Ello refleja no sólo un gran número de hechos delictivos, sino también un alto
índice de impunidad, de ahí que la gente decida no denunciar, porque no cree en
la justicia colombiana y en no pocas veces busca hacer justicia por propia
mano.
Sin embargo, las personas que son
capturadas y procesadas judicialmente, tienen saturadas las cárceles y
mantienen en déficit permanente el sistema penitenciario colombiano. Por
eso no es de extrañar que en Latinoamérica, Colombia ocupe el segundo lugar en la lista
de países con más reclusos, mientras que en países europeos como Holanda y
Suecia[5] tienen cada
vez menos.
De acuerdo con el Instituto Nacional
Penitenciario y Carcelario, INPEC[6], al
mes de enero de 2015 en Colombia 161.477 personas estaban privadas de la
libertad, 157.693 (97.7%) a cargo del INPEC y las restantes 3.784 (2.3%), bajo
custodia y responsabilidad de los entes territoriales, comandos de fuerza y
Dirección General de la Policía Nacional.
En Colombia, ni los medios de
comunicación ni los alcaldes -que poco o nada hacen por la seguridad ciudadana
y claman permanentemente al gobierno nacional para que se incremente el pie de
fuerza policial- se dan cuenta (o no quieren darse cuenta) de que toda esta
paradójica situación que se registra en Colombia de hacinamiento en las
cárceles, pero al mismo tiempo de gran cantidad de delincuentes en las calles
de las principales ciudades, obedece a un problema de fondo que está lejos de
resolverse en el país: la inequidad social, la falta de oportunidades laborales
y de ascenso social.
En los años setenta,
en un influyente artículo, el sociólogo Rodrigo Parra Sandoval[7]
cuestionó las posibilidades de ascenso social, al señalar que “cuando se mira
con detenimiento a la sociedad colombiana, se observa que las posibilidades de
movilidad ascendente son mínimas (...) sólo existen para grupos específicos,
estratos medios y altos urbanos, para quienes representa no un ascenso sino un
mantenimiento de su posición”.
Las cosas parecen
haber mejorado ligeramente en ese sentido en Colombia, de acuerdo con una encuesta reciente (2011), realizada
de manera conjunta por el Departamento Nacional de Estadística (DANE) y el
Departamento Nacional de Planeación (DNP).
Incluye un conjunto de preguntas sobre
las condiciones de vida de las personas en el momento actual y contiene, al
mismo tiempo, una interesante innovación: una serie de preguntas retrospectivas
sobre las condiciones de vida (las características de las viviendas, la
educación de los padres, etc.) de las mismas personas cuando tenían 10 años de
edad. La encuesta permite, por lo tanto, comparar las condiciones de vida
presentes y pasadas, y cuantificar las posibilidades de movilidad social.
Los resultados muestran un pequeño
grado de movilidad social, pues aproximadamente el 5% de los colombianos pasó,
en una generación, de la parte inferior de la distribución (el 40% más pobre) a
la parte superior (el 20% más rico) y un poco más de 15% pasó de la parte
intermedia a la superior.
Sin embargo, la movilidad social es
menor a la observada en otros países, como Chile y México, donde se realizaron
encuestas similares. En otras palabras, esa leve ´mejora´ en la movilidad
social es insuficiente en Colombia para acabar con los altos niveles de pobreza
a los cuáles -a no dudarlo- están asociados altos índices de delincuencia
ciudadana, por decir lo menos.
Cuando se hace la relación de que en
Colombia, de 45 millones de personas, más de 15 millones son pobres, ello
equivale a decir, que por efectos de la casi nula movilidad social, casi una
tercera parte de la población nace pobre y muere pobre en el país. Los otros
apenas se mueven y muy pocos -raras excepciones- logran ascender decididamente,
gracias a su esfuerzo y dedicación, no por involucrase en actividades al margen
de la ley como el narcotráfico.
Además, estos pocos que ascienden deben enfrentarse
al clasismo, a un catálogo conocido de improperios: carangas resucitadas, mañés,
igualados, provincianos, etc. Paradójicamente, la crítica social en Colombia se
ha dedicado más a denigrar de las costumbres de quienes logran ascender
socialmente y económicamente (de manera sana y transparente), que a denunciar
la falta de movilidad social, debido a una estructura económica rígida y
excluyente.
[1] En Colombia l desempleo ronda el
10% y según el Dane la informalidad laboral representa alrededor del 51%.
[2] “En los países subdesarrollados
la carencia de capital humano y físico, la abundancia de trabajo no calificado,
junto a las estructuras monopólicas u oligopólicas del sector moderno que no
genera la cantidad suficiente de empleos, da origen a la franja informal”. Así
lo explica Luis Amado Galvis en el “Informe de informalidad laboral en las
áreas urbanas de Colombia”, Número 164, febrero de 2012.
[3] Vanguardia.com, disponible en: http://www.vanguardia.com/actualidad/colombia/293237-hurto-y-homicidios-los-delitos-que-mas-se-cometieron-en-2014.
[4] El Colombiano, junio 9 de 2015.
Disponible en
http://www.elcolombiano.com/antioquia/seguridad/de-12-810-capturados-solo-1-200-fueron-asegurados-JA2103308
[5] En Holanda las
autoridades cerraron este año 8 prisiones debido a la falta de reclusos y en
Suecia han sido cerradas este año las cárceles de las ciudades de
Åby, Håja, Båtshagen y Kristianstad, por la misma razón.
[6] Informe disponible en:
http://www.inpec.gov.co/portal/page/portal/INPEC_CONTENIDO/NOTICIAS%20Y%20NORMATIVIDAD/ESTADISTICAS/INFORMES_ESTADISTICOS/INFORME%20ENERO%202015%201.pdf
[7] Nacido en Trujillo (Valle), sociólogo
de la Universidad Nacional de Colombia. Master en sociología, Universidad de
Wisconsin, USA, 1965; Ph.D. en Sociología, Universidad de Wisconsin, USA, 1972
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