En medio de la
crisis económica mundial, originada en las naciones más poderosas del mundo, la inflación aparece como uno de los fenómenos más previsibles,
pero también más difíciles de controlar,
como se está evidenciando en Colombia.
Se entiende por inflación cuando el dinero pierde poder adquisitivo, o en otras
palabras, cuando progresivamente comienza a subir el costo de vida, representado en el aumento de
los precios de bienes y servicios presentes en la economía del país. Puede ser Inflación
por demanda, cuando la demanda de bienes y servicios de la economía es mayor a su oferta; es decir,
cuando la capacidad productiva (oferta de bienes) no puede aumentar al mismo
ritmo que la demanda de bienes. Hay Inflación
de costos cuando
el precio final de bienes y servicios está íntimamente relacionado con
los costos de producción, es decir, un aumento en los costos generará un
aumento del precio final de los productos.
Generalmente una
de las dos variables de inflación se presenta predominantemente en una
economía, pero lo que viene ocurriendo en Colombia es una combinación de ambas.
En el país hay inflación por demanda a causa de la presencia del fenómeno climatológico del Niño, que ha afectado
la oferta de muchos productos agrícolas[1]. Hay también inflación por
costos, debido a que ante el declive de los precios
internacionales del petróleo (que afecta directamente los ingresos por
exportaciones), se presenta una subida estrepitosa del dólar, que encarece los
bienes y materias primas importados, así como los insumos agrícolas
(fertilizantes y demás), lo cual incide, desde otro lado, en los precios de los
alimentos.
Así las cosas,
la inflación -que tradicionalmente no había sido preocupación para los últimos
gobiernos- se convirtió desde 2015 nuevamente en una variable macroeconómica
que preocupa al gobierno y que al obedecer a dos causas -tanto por demanda como
por costos- hace que sea más difícil su control y manejo.
La meta de inflación del gobierno para el 2015 estaba en un rango entre
el 3% y 3,2 %, pero finalmente se duplicó y cerró en el 6.77% y los salarios de
los colombianos subieron sólo el 7%, lo cual quiere decir, que la recuperación
del poder adquisitivo del bolsillo de los colombianos, fue prácticamente nulo[2].
Pero como si eso fuera poco, el crecimiento del PIB rondará el 3%,
cifra muy parecida a la fijada por el
Gobierno y el Banco de la República para 2016 (3.5%), aunque Fedesarrollo
estima que podría ser sólo del 2,8%, debido al menor aporte del petróleo a las
finanzas públicas, lo que generaría un déficit fiscal del 3,6% del PIB, que el
Gobierno deberá cubrir con una nueva reforma tributaria, proyecto que
presentará al Congreso próximamente.
La situación se vuelve más compleja aún, si miramos las expectativas de inflación obtenidas por la
encuesta a analistas financieros por parte del Emisor, las cuales subieron en
enero al 4,63% para 2016 y al 3,83% para el 2017. De acuerdo con el Dane, el Índice de Precios al Consumidor (IPC) fue del 1.28% en
febrero[3]
de 2016, mientras que en lo corrido del año, el acumulado es del 2,59%, siendo
nuevamente los alimentos los que más presionaron al alza.
Con los datos que acaba de revelar el Dane para el primer
bimestre del 2016, se completa más de un año por fuera del rango meta del Banco de la República, que se
ubica entre 2% y 4% y que según reconoció recientemente el propio gerente del
Banco de la República, José Darío Uribe, solo se va lograr dentro de dos años.
Pese a los
nubarrones que se ciernen sobre la economía Colombiana en este 2016, el
ministro de Hacienda, Mauricio Cárdenas, parece muy optimista al afirmar que “Colombia se ubicará entre las cuatro
economías latinas que más crecen, y también entre las de mayor proyección
internacional”.
Sin embargo, hay pocas razones para ser optimistas. Además del desplome de la renta petrolera y el
bajón exportador -pese a que la tasa de cambio es favorable para las empresas
que tienen mercados externos-, preocupan el aumento en el índice de precios al
consumidor. Nadie quisiera volver a los tiempos en que el país vivía con una
inflación de dos dígitos.
Igualmente,
preocupa que la subida en los tipos de interés para tratar de controlar la inflación,
desestimule aún más el crecimiento del PIB, lo cual que se reflejará en un aumento
de la tasa de desempleo, que está hoy en 9%.
Aunque para algunos
pueda sonar exagerado y dramático, el país podría verse abocado a vivir el
fenómeno de la estanflación,
situación económica de un país que
se caracteriza por un estancamiento económico (no crece el PIB) a la vez que
persiste el alza de los precios de los productos, bienes y servicios.
No obstante, el
gobierno espera que en los meses siguientes el IPC empiece a disminuir, si se
tiene en cuenta que los precios de los alimentos empezarían a bajar, ya que se
prevé que el Fenómeno de El Niño llegue a su fin entre mayo y junio. Por el
lado del PIB se espera que llegue siquiera al 3%, pues ante la caída del sector
petrolero, el gobierno le apostó a la industria y construcción, pero partiendo
de la base de que esos esfuerzos hayan sido suficientes.
[1]
El año pasado, por ejemplo, hubo fuertes heladas en el altiplano cundiboyacense y
Nariño que afectaron la producción de alimentos como la papa.
[2]
Ver mi artículo: “Al salario mínimo en Colombia se lo devora la inflación”,
publicado en este blog el 22 de diciembre de 2015. Disponible en: http://observadorpoliticoeconomico.blogspot.com/2015/12/al-salario-minimo-en-colombia-se-lo.html
[3]
Dentro de los gastos básicos, otras hortalizas y legumbres frescas arrojaron la
mayor variación, con 12,26 %. El incremento del arroz fue del 7,05 %, y del
azúcar, 6 %, entre otros elementos que componen este grupo.
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