En medio de la
secuelas de los recientes terremotos de Ecuador y Japón, que se suman a los
registrados durante este año -de menor intensidad- en Taiwán y Andalucía
(España), así como fuertes inundaciones por lluvias en otros países, se celebra
este viernes el ya tradicional Día de la Tierra[1],
que es
un día para rendir homenaje a nuestro planeta, reconocerlo como nuestra madre (Gaia) y como nuestro hogar, así como lo han
expresado distintas culturas a lo largo de la historia, demostrando la
interdependencia entre los distintos ecosistemas de la tierra y los seres vivos
que la habitamos.
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Terremoto Ecuador. Cortesía. |
Desde el
punto de vista doctrinario, mucho se ha avanzado en materia ambiental en estos 46
años, desde que se celebró el primer Día de la Tierra (el 22 de abril de 1970),
especialmente a partir de la década del 90. Por ejemplo, en 1991, el programa de las Naciones
Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), el Fondo Mundial para la Naturaleza
(WWF) y la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN)
elaboraron una estrategia llamada 'Cuidando
el planeta Tierra' y proyectaron una estrategia global fundada en el
cuidado ambiental.
Para ello se formularon nueve principios de
sostentabilidad, que son:
1.
Construir una
sociedad sustentable.
2.
Respetar y cuidar
la comunidad de los seres vivos.
3.
Mejorar la calidad
de la vida humana.
4.
Conservar la
vitalidad y la diversidad del planeta Tierra.
5.
Permanecer dentro
de los límites de la capacidad de soporte del planeta.
6.
Modificar
actitudes y prácticas personales.
7.
Permitir que las
comunidades cuiden de su propio medio ambiente.
8.
Generar una
estructura nacional para integrar desarrollo y conservación.
9.
Constituir una
alianza global.
El sexto principio
(Modificar actitudes y prácticas personales) se ve reflejado en la toma de conciencia
por parte de muchas personas en el mundo que han modificado hábitos y
costumbres. Hoy utilizamos bombillos
ahorradores (Alógeno), pues consumen 80% menos de energía que un incandescente;
estamos pendientes de los escapes de agua, usamos pilas o baterías recargables
en todos los aparatos que las requieran, evitamos comprar aerosoles o spray en
cuya composición haya gases clorofluorcarbonados que afectan la capa de ozono,
utilizamos estufas a gas en vez de eléctricas, no dejamos la llave del lavamanos
abierta mientras no cepillamos los dientes.
Todo ello es importante y está en concordancia con
el cuidado que todos debemos tener por nuestro hogar, el planeta Tierra. Sin
embargo, las acciones de los gobiernos y
organismos multilaterales, no van a la misma velocidad y en últimas pareciera
que importaran más las ganancias de las grandes multinacionales -cuyo accionar sobre
el ambiente es más devastador- que lograr el equilibrio ambiental y climático del
planeta.
Prueba de
ello es el llamado acuerdo de París de diciembre del año pasado, que aunque logró
por primera vez el compromiso de todos los países del mundo de reducir la
emisiones de gases contaminantes y fortalecer las acciones de recuperación del
clima, fue el fruto no solo de dos semanas de intensas reuniones, sino de cuatro
años de negociaciones globales entre funcionarios de los 195 países firmante
del acuerdo.
Si bien el
acuerdo de diciembre fue calificado como histórico por el secretario general de Naciones
Unidas, Ban Ki-moon - y lo es-, es un
poco tardío si se tiene en cuenta que desde 2009 las naciones
desarrolladas habían prometido movilizar US$100.000 millones anuales hasta el
año 2020, desde fuentes tanto públicas como privadas, para ayudar a los países
en desarrollo a limitar sus emisiones de gases de efecto invernadero y
adaptarse a inundaciones, olas de calor y al aumento del nivel del mar.
Como si fuera poco, desde el 2010, en la Cumbre del
Clima de la ONU realizada en México, se adoptó como objetivo limitar el aumento
del promedio de las temperaturas a menos de dos grados Celsius sobre las de la
época preindustrial, un nivel que a juicio de científicos podría ser un punto
de inflexión para el clima. Sin embargo, muchas naciones vulnerables dicen que
un aumento de 2 grados Celsius pondría en peligro su propia existencia si los
niveles del mar se elevan y han presionado para establecer una meta de 1,5
grados, como quedó finalmente en el acuerdo de París.
Mucho antes de que se iniciaran las conversaciones
de París, estaba claro que las promesas hechas por 186 naciones para frenar las
emisiones de gases de efecto invernadero más allá de 2020 (la columna vertebral
del acuerdo de París), eran demasiado débiles.
Como si fuera poco el compromiso del acuerdo de
París, se puede quedar en buenas intenciones plasmadas en un papel, pues, sus
decisiones no son vinculantes. Sin embargo, es un avance indiscutible -por lo menos en el papel- que el texto de 31
páginas vincule la suerte de las grandes potencias emisoras de gases de efecto
invernadero, como Estados Unidos y China, a la de las pequeñas islas del
Pacífico amenazadas por la subida del nivel de los océanos[2].
El Acuerdo de París reemplazará a
partir del 2020 al Protocolo de Kioto y debe sentar las bases para la reducción
de emisiones de gases de efecto invernadero, lo que hace soñar con un mundo sin
combustibles fósiles. Además, plantea enormes retos para el sector energético,
pero al mismo tiempo grandes oportunidades para los que apuesten por las
energías limpias.
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Terremoto Ecuador. Cortesía |
¿Qué es el cambio climático y por qué importa?
El cambio climático es una alteración radical y
brusca de los equilibrios medioambientales producto de la interacción entre el
hombre y la naturaleza. Desde
la revolución industrial empezó a aumentar la temperatura del planeta, debido a
la quema de combustibles fósiles (petróleo, gas y carbón), cuyas emisiones se
quedan atrapadas en la atmósfera y generan un efecto invernadero. Según WWF (World
Wildlife Fund for Nature; en español, 'Fondo Mundial para la Naturaleza')[1], el aumento en la
temperatura del planeta es grave, porque altera las condiciones climáticas
óptimas que necesitamos para vivir. Se estima que en un escenario de aumento de
la temperatura del planeta de 4ºC la vida humana sería muy difícil.
Explica la WWF[2] que con el aumento de la
temperatura, se están derritiendo los polos, el nivel del mar aumenta y
las poblaciones costeras se ven afectadas. Además, la agricultura va
a sufrir y podría haber una crisis alimentaria, al tiempo que se
incrementarán los riesgos a la salud por
la propagación de algunas enfermedades.
Según la
ONU, Colombia es el tercer país del mundo más vulnerable al cambio
climático. Su agricultura, sus ecosistemas, su seguridad alimentaria, sus
fuentes de agua, sus ciudades van a enfrentar cambios críticos.
El cambio climático tiene efectos tanto directos (sequías,
inundaciones, temperaturas extremas, etc.) como indirectos que influyen
en las dinámicas sociales y culturales de las poblaciones. Estos traen
como consecuencia impactos altamente negativos en la salud ambiental
global.
Los efectos indirectos, tales como el aumento de la frecuencia de
temperaturas extremas, los cambios en la ecología de vectores (como la malaria,
zika, dengue, chikungunya, etc.), el acceso a una buena calidad de agua y alimentos,
así como la degradación de ecosistemas, son los responsables del mayor número
de casos de afección a la salud en países latinoamericanos, dijo recientemente
la ONU.
[1] Por iniciativa del senador estadounidense
Gaylord Nelson, su promotor, el Día de la Tierra se celebra desde 1970, cada 22
de abril.
[2]
China es el primer emisor de gases de efecto invernadero del mundo;
Estados Unidos, el segundo; la Unión Europea, el tercero; India, el cuarto.
[3] WWF es una de las mayores organizaciones
internacionales de conservación de la naturaleza. Fue creada el 29 de abril de
1961. Su sede central está en Gland, Suiza, y cuenta con oficinas en más de 80
países del mundo.
[4] El documento
completo está disponible en: